A pedido de numerosos lectores, la Red Voltaire estima que es importante situar el debate en su verdadero contexto. La Red Voltaire denuncia por este medio una maniobra de diversión mediática y reafirma que la guerra en Afganistán es ilegal.
El sitio Wikileaks entregó hace varias una serie de documentos militares de carácter confidencial a tres medios de prensa (The New York Times, The Guardián y Der Spiegel) para que pudieran examinarlos antes de publicarlos.
El 25 de julio de 2010, Wikileaks publicó los 92 000 documentos originales y los tres medios de prensa ya mencionados publicaron simultáneamente sus propios artículos. Es la mayor filtración de documentos militares en toda la historia.
Estos documentos son notas utilizadas por las tropas implicadas en Afganistán. Algunas son relatos de combates, otras contienen reportes de inteligencia. Su nivel de confidencialidad no es alto (lo cual significa que han pasado por muchas manos), pero su cantidad es muy elevada (lo cual implica que son pocas las personas que tenían posibilidades de reunirlas). Su autenticidad no ha sido cuestionada. La prensa internacional y numerosos líderes del mundo entero han comentado las conclusiones de los tres medios de prensa, considerando que se trata de informaciones seguras.
Nuestros detractores esperan que la Red Voltaire se congratule por esas filtraciones y que explote esos documentos en contra de las fuerzas estadounidenses, para acusarlas de crímenes y de incompetencia. No haremos nada de eso.
Todo hace pensar que esas filtraciones han sido organizadas por un sector del aparato estadounidense que quiere imponer sus propios puntos de vistas simultáneamente con la destitución del general McChrystal por el presidente Obama. Y el hecho que este último haya detenido la realización de cualquier investigación interna destinada a identificar el origen de las filtraciones demuestra que él mismo conoce ese origen, que no desea enfrentarlo y que lo aprueba.
Los mencionados documentos no describen la realidad en el terreno sino que constituyen un testimonio del grado de autointoxicación de las fuerzas estadounidenses. Las notas de inteligencia afganas en las que se fundamentan las operaciones de las tropas de la alianza en Afganistán sólo reportan chismes tan estúpidos que uno no puede menos que preguntarse cómo es posible que tales informantes hayan sido reclutados. Resulta especialmente ridículo presentar a un oficial pakistaní de 74 años, el general retirado Hamid Gul, como el manipulador oculto de los insurgentes y único responsable del fracaso militar de la OTAN.
No nos sorprende que tres medios de prensa conocidos por su ciego alineamiento con las tesis atlantistas estén participando en una operación sicológica de diversión cuyo objetivo es criticar a un general que acaba de ser destituido para justificar las responsabilidades políticas de esta catástrofe humana.
En todo caso, es inquietante es la unanimidad de los grandes medios de prensa, que han venido repitiendo constantemente durante años las mentiras de Washington.
La guerra de Afganistán es ilegal. Independientemente de que nos resulten simpáticos o no, los insurgentes ejercen su derecho fundamental y legítimo a defender su propio país contra la ocupación extranjera. Cuando se habla de crímenes no se trata solamente de los excesos cometidos por esta o aquella unidad militar sino de todas las operaciones que se están desarrollando en ese país y de la presencia misma de tropas extranjeras.
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