En octubre del pasado año, el cineasta norteamericano Michael Moore “felicitaba” en carta abierta al presidente Barack Obama por su investidura con el Premio Nobel de la Paz; y le instaba a merecérselo.
Pero el mandatario norteamericano no parece muy comprometido con honrar el galardón de Oslo.
Más bien, las diferencias con su guerrerista predecesor en el trono de la Casa Blanca, George W. Bush, han resultado solo aparentes, y su maquillaje va removiéndose en su roce lascivo con los intereses del complejo militar industrial y el Pentágono.
Así, a la visión de Obama de un mundo sin armas nucleares, se superpone ahora el interés por el desarrollo de armamentos mucho más sofisticados y letales que permitan mantener intacta la hegemonía global de Estados Unidos.
Tampoco sus presupuestos éticos difieren sustancialmente de los de W. Bush. Una prueba reciente:
Ante la publicación en el sitio Wikileaks, de Internet, de más de 90 000 documentos secretos relacionados con las acciones de sus tropas en Afganistán, Obama reaccionó indignado, no por las atrocidades que revelan, sino por las fallas de Inteligencia que permitieron que el mundo las conociera.
Estados Unidos mantiene sus tropas en Iraq y Afganistán, y amenaza además con agredir a Irán bajo el pretexto de que su programa nuclear tiene fines bélicos. Pero eso no basta:
Para recuperar terreno perdido en América Latina, el dignatario norteamericano dispuso un amplio despliegue militar que suma a sus bases en Cuba (Guantánamo), Panamá, Honduras, El Salvador, Antillas Holandesas y Puerto Rico, el control de otras siete en Colombia, y la activación de la Cuarta Flota.
Un acuerdo, por demás inconstitucional, con otro Nobel de la Paz, el ex presidente de Costa Rica, Óscar Arias, posibilitó al Pentágono establecer en ese país una gran base de operaciones para el control de la región, con el ridículo pretexto de la lucha contra el narcotráfico.
En la nación centroamericana, Estados Unidos mantiene siete mil efectivos, 46 buques de guerra, dos submarinos, 200 helicópteros y 10 aviones Harriet de combate, casi nada.
Tanto en Oriente Medio como en Centroamérica se forman teatros de operaciones y estrategias similares en las que Israel y Colombia constituyen puntas de lanza de Estados Unidos para obligar a entrar en el redil a países que buscan construir un sistema político y socio- económico propio.
Recientes acusaciones de Colombia sobre la supuesta presencia de grupos insurgentes neogranadinos en territorio de Venezuela provocaron la ruptura de sus relaciones diplomáticas, ya turbias por reclamos similares, y mantienen en tensión a la región.
Las “pruebas” presentadas hasta ahora son videos y fotografías que no constituyen evidencias de la existencia de miembros de las FARC en Venezuela, y mucho menos del pretendido apoyo de esa nación a la guerrilla del país con el cual comparte más de dos mil kilómetros de frontera.
Ante los hechos, muchas personas en el mundo, probablemente incluso los integrantes del Comité del Nobel, permanecen a la expectativa y se preguntan si el señor Obama está dispuesto a honrar su compromiso con otra paz que no sea la de Los sepulcros.
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