por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com
18-10-2010
Escribo estas líneas después de leer los diarios de la mañana y viene a mi memoria la letra de una vieja canción de Piero que decía: “Y todos los días los diarios publicaban porquerías….”. Palabras fuertes pero necesarias cuando, como hoy, apreciamos lo parametrado que es nuestra prensa hablada y escrita controlada por la derecha que maneja el país y, por ende, influye negativamente y a su antojo sobre los tontos e intonsos que no han podido desarrollar una conciencia política capaz de darles autonomía, porque la ignorancia todavía sienta sus reales en una sociedad que parece estar nuevamente perdiendo el tren de la historia.
Estas primeras palabras, a manera de proemio, se confirman cuando en las redes sociales asistimos a un debate intrascendente y frívolo sobre candidaturas en especial a la presidencia y al Congreso.
Alguien desaprensivamente dirá, recitando a no sé qué líder, que no hay que rehuir una elección y que ello está inscrito en nuestra vivencia partidaria, otros se rasgarán las vestiduras y untarán con ceniza la frente y teorizarán acerca de la necesidad de enfrentar las candidaturas del oficialismo. No importa, a veces hay que nadar contra la corriente, en aras de hacer un poco de docencia política.
Muchos ven el árbol y pocos el bosque. Ese bosque que nos habla de lo destrozado que está el Partido, no ahora, ya que la labor depredadora empezó hace casi tres décadas, cuando la ambición desmedida de “un servidor del pasado en copa nueva” se convirtió en mariscal de la derrota no sólo de elecciones sino de las esperanzas de un pueblo que creyó en su demagogia vendedora de sebo de culebra.
La democracia interna en el Partido no existe, hay un remedo, un maquillaje tragicómico que sirve a los apetitos de un clientelaje ávido de usufructuar de la prebenda y la sinecura que infestan nuestras filas.
El oportunismo ha convertido nuestra organización en una precarísima colectividad paria, desprovista de ese elan que la hizo poseedora de una mística fraterna que la revistió de heroísmo y fortaleza monolítica. Hoy sólo queda el mito. Reconstruir su identidad y enrumbarlo demandará, del remanente que sobreviva, un esfuerzo comparable al del ave fénix y cuyo optimismo tenga el sino del desinterés y la capacidad de servicio que sólo tienen los que sueñan con hacer realidad un ideal y cuya imprescindible acreditación pasa por ser capaces de todo sacrificio singular.
Ha llegado el momento de demostrar que la lucha por rescatar el aprismo pasa por tener una lectura precisa de lo sucede a nuestro alrededor y no caer en los cantos de sirena de los émulos del flautista de Hamelín que no sólo arrastrará ratas sino, y eso es lo peor, a la gente buena, es decir honesta y leal como en el famoso cuento. Y si ese flautista es además consumado abofeteador de ciudadanos y las buenas costumbres, ya sabemos a dónde pueden conducir estos desequilibrios.
Como el Ulises de Homero debemos resistir y luego actuar con la seguridad que el futuro lo construirán quienes sean aptos de enseñar con el ejemplo que dará la autoridad necesaria para expulsar a los mercaderes del templo.
Hay que seguir explicando y denunciando, sin pecar de impacientes, que la hora aún no ha llegado pero día que pasa está más pronta la aurora del relanzamiento del Partido revolucionario que fundó Víctor Raúl para la redención del pueblo peruano.
Y resistir no significa, en palabras del único jefe que tuvimos: “esperar en la falsa expectativa del que aguarda que las cosas vengan por sí solas”; es trabajar infatigablemente en ganar conciencias, en seguir aglutinando a los hombres y mujeres dispuestos a la acción educadora que allana la honradez y el convencimiento que nuestra ideología se plasmará definitivamente con nuestra cuota de sacrificio y sin miedo alguno.
Lo demás es ser ganados por la ambición estéril y momentánea que la angurria alimenta y constituye ofrenda inútil y barata que obnubila a la serenidad que es muy necesaria para derrotar a los apóstatas. ¡Enfrentemos la frivolidad mesiánica de los que se apuran en bendecir los actos de una dirigencia que hace rato debió alejarse por estar envueltos en el lodo, fango y miasma de la desvergüenza!
¡Expulsemos, primero, a los mariscales de la derrota para luego reemplazarles con militantes probos cuyas vidas sean, como lo explicó Manuel González Prada al describir a Miguel Grau: “Honesto en el camarote del buque y en la sala de su hogar”. Dejemos a los traidores y cobardes ahogarse en su maldad, que más temprano que tarde serán enjuiciados por sus delitos y corrupción.
Por mi parte, ratifico mi anticipación, declino irrevocablente a la tentación de cualquier tipo de candidatura, pero no cedo mi lugar de combate que me ha impuesto el devenir.
Y si algún compañero o compañera de diáfana trayectoria quiere postular, lo apoyaremos. ¡Pero cuidado que los dados están cargados!
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