Ha cambiado la manera de hacer periodismo y también su lenguaje se ha modificado. Lo cierto es que en estos tiempos de narraciones digitalizadas, producto de la expansión internacional de los medios digitales de comunicación, se produjeron cambios profundos en las prácticas y rutinas de la actividad periodística. Sin embargo, esos cambios han sido impulsados más desde el mercado que antepone lucro a creatividad y el ámbito de la Tecnología que despoja de sentido su uso social, incidido por el optimismo tecnicista.
Como viene señalando la UTPBA en ese sentido- se ha convertido en una exigencia insoslayable la necesidad de redefinir dichas prácticas, funciones y modos de producción de los periodistas-comunicadores. Exigencia que abarca observar, una vez más, la precariedad de la profesión en el nuevo contexto digital.
Por un lado, es cierto que la mayoría de los procesos de producción de contenidos periodísticos están atravesados por tecnologías digitales, sin embargo, no ha habido un cambio sustancial ni cualitativo del producto que se logra. Hay una relación directamente proporcional entre la degradación de la calidad informativa en relación a la precarización de las condiciones de trabajo, incluyendo salarios y reduciendo el número de trabajadores respecto a los planteles de redacciones de un medio gráfico.
Queda demostrado que el paradigma tecnológico no es válido para resolver los problemas estructurales de una sociedad que aún busca abrirse paso entre las desigualdades Preexistentes. Suele ocurrir y de esto venimos hablando hace ya mucho tiempo que las tecnologías se suelen estructurar, como señala Martín Becerra “en función de esas desigualdades estructurales y que en algunos casos las potencian así como ponen en evidencia nuevos problemas.”
En el caso de los trabajadores de prensa que tienen relación de dependencia y que ejercen el periodismo digital dentro de una estructura mediática cuya cabecera es un medio gráfico ( dentro de una estructura monopólica u oligopólica) enfrentan no sólo la dificultad salarial, dado que su remuneración es inferior al resto de la planta, problemas de encuadramiento, toda vez que se desconozca la cantidad de elementos intelectuales que intervienen en la producción, selección y edición de contenidos periodísticos y precarias condiciones laborales que redundan en contra de la calidad informativa.
A la vez, que se requiere el fortalecimiento, entre otros aspectos, de la credibilidad, del chequeo de fuentes y de otros aspectos sustanciales que aún coexisten como exigencia también dentro del denominado periodismo tradicional en la formalidad de un modelo donde el mercado pretende definir las prácticas profesionales, ahora bajo la tutela tecnológica.
El nuevo panorama mediático que se abre tras los anuncios del Gobierno para implementar una política de comunicación y tecnología digital a nivel nacional ha generado expectativas en nuestro sector. A la vez que potencia nuevos interrogantes en torno a la capacidad real existente y calidades para la producción de contenidos en medio de lo aún pendiente.
La buena nueva -asociada a la aplicación de la ley de medios- sitúa a los trabajadores de prensa y a todos los comunicadores en general en un nuevo escenario que genera expectativas y a la vez obliga a observar reclamos o necesidades básicas y esenciales que no están saldadas.
El periodista que trabaja en un medio digital, inserto en una estructura oligopólica, salario, encuadramiento, condiciones laborales de prensa deben ser considerados dentro de nuestro Estatuto y cláusulas convencionales. En tanto, el comunicador que se propone desarrollar su proyecto propio deberá disponer de las nuevas herramientas tecnológicas que se imponen para enfrentar el desafío, además de acceder a un tipo de capacitación donde las condiciones materiales le allanen el camino a la creación y a la innovación en las narrativas periodísticas.
Para ello, la mula vuelve al trigo: Sin recursos económicos regulares y constantes, la creación para la producción de contenidos podrá convertirse rápidamente en el negocio de los que más tienen o de sus testaferros.
Y el derecho a ejercer la comunicación, en su dimensión más estratégica, la producción de contenidos, devendría en un derecho precarizado, a pesar de un Estado que intenta democratizar la comunicación en medio de las alambradas mediáticas.
– Nota publicada en la revista Movimiento Continuo (MC).
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