Concluye 2010 y a la información del modesto crecimiento de la economía de Cuba en estos 12 meses -sin dudas algo muy positivo en medio de la severa crisis global- puede unir nuestro país el hecho de su feliz y creciente integración a la hoy Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la cual demuestra dinamismo y alcance nunca antes experimentados en esta parte del orbe.
Tal vez la razón clave de que ese organismo integracionista pueda exhibir importantes e inconfundibles logros desde su fundación en 2004 por Fidel Castro y Hugo Chávez hasta la fecha, radica en el hecho de que se consolida como ejemplo de modelo de convergencia de características muy propias y altamente positivas.
Sin dudas, mucho podría decirse de esta empresa pero, sobre todo, habría que resaltar el giro total al quehacer económico, político y social en nuestras tierras y con relación, incluso, a otros proyectos similares en el resto del orbe.
Es posible que, en sus inicios, algunos la hayan limitado a la respuesta revolucionaria en relación con los intentos norteamericanos de instaurar el titulado Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y como modo de anular el papel de vertedero de mercancías Made in USA y abastecedora de materias primas destinados por Washington para nuestra región.
Sin equívocos, en sus albores fue el ALBA la más recia respuesta al ALCA, pero también el comienzo de la integración de nuevo tipo que dejó atrás, por su calidad y valía, a las restantes experiencias intra y extra latinoamericanas, hasta entonces basadas en puros acápites comerciales y financieros.
Para el ALBA lo preocupante no era -ni es- la puja por los aranceles o las cuotas de exportación. En cambio, su énfasis pesa sobre la complementariedad y el reconocimiento de las asimetrías entre nuestras naciones como premisa de colaboración.
Por tanto, justicia y equidad resultan las bases de toda negociación económica: desde la seguridad energética y los planes de desarrollo agrícolas y alimentarios, hasta las industrias y planes grannacionales que ya funcionan plenamente en muchas ramas.
El ALBA ha dirigido, además, ingentes esfuerzos al área social, y de su autoría son la Operación Milagro, los planes de alfabetización masiva, o los estudios especializados para incorporar a la sociedad a las personas discapacitadas, donde los empeños claves de Cuba, Venezuela y otros de sus integrantes, constituyen precedente único en materia de complementación, empuje y sentido humano.
Para las naciones de la Alianza se trata de integración económica, pero también de priorizar las necesidades y urgencias de los pueblos.
Por si fuera poco, el ALBA ha demostrado elevada ejecutividad política. No puede olvidarse que fue la primera instancia latinoamericana en condenar con extrema energía el golpe de estado fascista en Honduras, orquestado por la oligarquía local y la ultraderecha norteamericana , y en promover el aislamiento global de los usurpadores.
Además, la concertación de sus integrantes ha constituido esa alianza en bloque progresista de sostenido empuje en las controvertidas negociaciones sobre cambio climático, o en el impulso en América Latina de programas de acción colectiva contra aquellas fuerzas reaccionarias que intentan subvertir el orden realmente democrático que empieza a regir por primera vez en muchos de nuestros países.
El ALBA cierra entonces 2010 con su corta pero fértil historia, y apunta hacia el futuro mucho más combativa, brillante y efectiva para nuestras tierras.
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