Capitanear con destreza una nación con 28 millones de habitantes, 5 fronteras, gas y agua, riquezas naturales ingentes y por eso codiciadas urbi et orbi, un mar muy rico al que pusilánimes quisieran regalar a transnacionales y, sobre todo, definir bien qué cosas convienen al Perú en su privilegiada –y por eso riesgosa- ubicación geopolítica y una lucha a muerte contra la corrupción, constituyen en este año electoral algunas de las más importantes ambiciones del país. ¿Qué se necesita para lograr siquiera los barruntos fundamentales del plan nacional?: ¡hombres y no enanos de Estado!
El elector tiene que exigir a los que se presentan solicitando el voto ciudadano garantías personales, familiares, intelectuales y éticas de que cumplirán cuanto prometen si acaso concitan el sufragio de respaldo que tanto piden con toda clase de fórmulas. Hay hasta postulantes que están aprendiendo a conocer los barrios marginales de la capital y las provincias que antes jamás visitaron aunque no pocos sí expoliaron desde puestos de gobierno central, municipal o regional. ¡No bastan caminatas, bailecitos, reparto de víveres, discursos comunes o promesas que asemejan listas de lavandería! ¡Todo eso es parte de lo más vulgar y rufianesco que es menú cotidiano en todas las campañas!
El votante tiene derecho de inquirir a los que anhelan respaldo en las urnas ¿qué van a hacer con respecto al contencioso de límites que hay con Chile en La Haya? ¿y cómo piensan afrontar el resultado? Hasta hoy ningún aspirante expresa su voz clara, meridiana, franca y valiente sobre el tema, el más importante que en relaciones exteriores afrontará el próximo gobierno siendo que es un asunto de Estado y de historia.
¿Cómo combatirán a la corrupción si algunas listas están plagadas de alimañas que han hecho en varios momentos, riquezas oscuras, patrimonio sospechoso y guardan íntima vinculación con escándalos repugnantes? Un mediocrísimo abogado que visitaba a un empresario dominicano en su hotel particular y que recibe cheques por decenas de miles de dólares “por error”, preside una lista parlamentaria. Un ex alcalde de Lima especialista en obras que comienzan en una cifra y terminan en otra, quiere ser presidente. La hija del nipón cobarde, Kenya Inomoto Fujimori, que estudió con dinero de todos los peruanos, también codicia estar en Palacio. ¿Y qué haría cualquiera de aquellos en las mieles y goznes de inmensas maquinarias de corrupción masiva? La respuesta es inequívoca: generar más pobredumbre e inmoralidad.
La democracia electoral sin correlato económico en que las fuerzas de la producción, capital, Estado y trabajadores, generen respuestas nacionales competitivas y modernas, sólo alargará el modelo primario exportador, de nula o insuficiente soberanía para gobernar sobre sus recursos y reformar todos los contratos hechos con maña y con el avieso propósito de llevarse la parte del león y dejar los huesos en Perú. Mientras que el empresario no entienda que tiene que participar activamente en la defensa de sus productos y que para ello requiere de formar alianzas estratégicas con los trabajadores, adiestrándolos, haciéndolos técnicos y delegando responsabilidades, los TLCs se convertirán en amenazas latentes y muy peligrosas. La defensa del Perú no es solo militar.
¿Cómo llevar a cabo la tarea monumental de construir una nación cuasi liquidada por la corrupción en todos los niveles de su vida institucional? He allí un estupendo reto para la imaginación y la inteligencia. Un paso indudable siempre será participar con opinión crítica, cuestionario directo y profundo amor al país, su historia, sus Andes, su ubérrimo mar y riquezas naturales.
Necesitamos ¡hombres y no enanos de Estado!
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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