por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com
31-1-2011
El calendario nos trae efemérides relacionadas con la historia del Perú que secularmente han sido soslayadas por los intereses de turno, vale decir por quienes intentan siempre hacer creer a los tontos e intonsos que la historia: son ellos, o comienza con ellos; eluden lo que les interesa o la distorsionan para cohonestar la historia oficial que les permita aquietar sus conciencias negras.
Para esto se han valido siempre de escritores plumíferos que fungiendo de historiadores, titulados o profesionales, han alquilado su pluma al mejor postor. Los ejemplos sobran y asquean.
No intento hacer sólo un recuento de hechos, sino del significado y lección que tienen para el presente y su eco al futuro, pensando en los más jóvenes que nos deben suceder en esta lucha por los ideales supremos de justicia y libertad plagada de dificultades, privaciones, decepciones e ingratitudes, pero necesaria. Esta tarea impostergable, en los tiempos actuales de tinieblas, la iniciaré en forma cronológica con el mes de enero, con el compromiso ineludible de hacerlo cada mes con espíritu crítico y demandante.
Comienzo por el 3 de enero de 1949, fecha en que se asila Haya de la Torre en la Embajada de Colombia. No fue un asilo cómodo como el de muchos políticos que no encontraron más respuesta a su miedo que la alternativa de solicitar refugio en una legación diplomática. Víctor Raúl había demostrado su temple desde que Leguía lo confinara en San Lorenzo en 1923, para luego lanzarlo al destierro; años después cuando Sánchez Cerro lo encerrara en el Panóptico en 1932, con claras intenciones de asesinarlo; posteriormente se mantuvo en una larga clandestinidad (período de las catacumbas) desde 1934 hasta 1945, durante los gobiernos de Benavides y Prado, viviendo a salto de mata con pobreza y angustia permanentes, pero manteniendo en alto el espíritu indomable del aprismo.
Iniciada una nueva persecución por Bustamante que puso fuera de la ley al APRA, después de los luctuosos hechos del 3 de octubre de 1948 cuando se sublevó la Marina de Guerra en la rada del Callao; el golpe de Estado del general Odría el 27 de cctubre del mismo año, la acentuó despiadadamente llenando de apristas las cárceles, torturándolos o asesinándolos. El dictador había perfeccionado la maquinaria represiva y sus esbirros pisaban los talones al jefe del Partido Aprista con la consigna de aniquilarlo donde lo hallaran, razón por la cual el Comando de Acción en la clandestinidad resolvió, contra su voluntad, y para salvar su vida, que Víctor Raúl se asilara en la Embajada de Colombia. Este asilo, el más largo en la historia del mundo, duró 5 años y 3 meses y 3 días habida cuenta de la obsesión del carnicero de no concederle el salvoconducto que le correspondía legalmente acusándole de mil cargos, entre ellos la trata de blancas y el tráfico de drogas. Todos estos cargos fueron desvirtuados en el Tribunal de La Haya, pero en la segunda parte de su resolución fue confusa, obligando al tirano a negociar bilateralmente con Colombia, estando próxima la reunión en Caracas de la X Conferencia Panamericana donde se tocaría su caso, y acordar su expulsión del Perú a México el 6 de abril de 1954, quitándole la nacionalidad peruana declarándolo indigno de ostentarla. Es así que para poder desplazarse por el mundo Uruguay le extendió generosamente un pasaporte.
Este sucinto relato de los hechos relativos al asilo de Víctor Raúl, que considero necesario, no admite en lo más mínimo punto de comparación con el de Alan García a pesar que se produjo en la misma embajada y paso a demostrarlo.
Haya fue perseguido por su mensaje revolucionario e identificado con las grandes mayorías del continente indoamericano, en consecuencia con los más desposeídos y marginados del quehacer político; su posición de izquierda democrática lo convirtió en peligroso para el imperialismo y la oligarquía de entonces que en complicidad con los tiranos y dictadores (sus títeres), pusieron precio a su cabeza porque no lo querían vivo. Leguía intentó al comienzo halagarlo, luego quiso sobornarlo y al no poder lograr ni uno ni lo otro recurrió al encarcelamiento y enseguida al extrañamiento; posteriormente esto se hizo una constante con el agravamiento de atentar contra su vida en muchas oportunidades. Víctor Raúl se mantuvo a lo largo de su lucha pobre y consecuente, hasta su muerte, con el ideal y ética que abrazara a temprana edad, cosa que hoy en día no existe en los políticos que están en el circo cotidiano.
En cambio, en el caso de García es crónica conocida la que nos dice que, terminado su primer mandato en 1990, la estela que dejó fue de incapacidad, cobardía y corrupción. Fue objeto de acusación constitucional en el Congreso de la que fue librado por acción del fujimorismo cómplice, sin embargo se le abrió investigación por delitos comunes que fueron comprobados más tarde en sendas resoluciones por el ministerio público a fines de 1995 y comienzo de 1996; proceso éste que prescribió, otra vez en arreglo y complacencia con el gobierno fujimorista. No hubo, pues, resolución alguna de un tribunal que declarara su inocencia. El asilo de García fue más bien una fuga por el temor a ser encarcelado por enriquecimiento ilícito, colusión ilegal, cohecho, etc., y se concretó con la vista gorda del tirano; gozó de un exilio dorado y sin ninguna angustia como lo prueba su cómodo palacete en una zona exclusiva y cara de París. Tuvo, durante ese interregno un proceso de conversión hacia la derecha, comparado con el que le sucedió a Eudocio Ravines, que le ganó el aprecio y cariño de la reacción en esta última década. Al volver habló de refundar el Partido Aprista, intento que se frustró en ese momento pero que no decayó como lo podemos encontrar en “El perro del hortelano” y en su libro “La revolución constructiva de aprismo”, donde condensa su vocación y relación con el poder económico y antipatriota, donde resalta su afinidad con el grupo Romero al cual sirvió y sirve tan afanosamente su adláter Jorge del Castillo hoy empantanado en hechos de corrupción.
El afán de los ilegales dirigentes del partido aprista de ocultar esta fecha es proseguir con el desmantelamiento de sus banderas aurorales y de evitar la inevitable comparación con el asilo de los cobardes con expedientes judiciales y que además traicionaron sus principios que juraron cumplir y sostener como es el caso que he tratado.
Todo ello no es óbice para seguir exaltando los valores de quienes marcharon al exilio por sus ideales y no por ladrones entreguistas que se enriquecieron con los dineros del pueblo, porque al hacerlo nos permite, a los que luchamos por el rescate del aprismo, rendir imperecedero homenaje a la consecuencia fundida en el crisol de vidas como la de Haya de la Torre y desmitificar la de los ídolos con pies de barro como la de García, el Anti-Haya.
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