La manera como los medios atlantistas ilustran la situación que se vive en Egipto hace ver la insurrección popular como una guerra civil y sitúa al ejército en posición de árbitro, lo cual es falso. El régimen del presidente Hosni Mubarak y su ejército son fruto de la política de Estados Unidos en la región y del apoyo incondicional de Washington a Israel.
La imagen de los tanques que vigilan los puntos clave del Cairo, rodeados por la marea de manifestantes, resulta emblemática. Son tanques M1A1 Abrams, los terribles tanques estadounidenses de última generación, fabricados en Egipto en base a un acuerdo de coproducción.
Esos tanques muestran hasta qué punto ha participado Estados Unidos en la construcción de las fuerzas armadas egipcias y el grado de confianza que depositó en el régimen de Mubarak.
En 30 años, Washington le proporcionó ayudas militares que, según las cifras oficiales, se elevan a 60,000 millones de dólares, a los que se agregan otros financiamientos secretos.
Hoy en día, el régimen de Mubarak recibe anualmente de Estados Unidos unos 2,000 millones de dólares, cifra que lo sitúa entre los principales beneficiarios de la ayuda estadounidense, después de Israel.
La mayor parte de esa suma se destina a la compra de armas en Estados Unidos. Como el valor esas compras sobrepasa las posibilidades financieras del gobierno egipcio, este último ha ido acumulando una deuda con Estados Unidos. Pero Washington ha sido generoso: en 1990, en recompensa por la participación de Egipto en la inminente guerra contra Irak, Washington le redujo la deuda militar en 7,000 millones de dólares.
Diez años más tarde, Washington concedió al régimen de Mubarak un crédito extraordinario de 3,200 millones de dólares para la modernización de sus fuerzas armadas, que adquirieron así 24 caza-bombarderos F-16 de última generación, 3 baterías de misiles Patriot y otros sistemas avanzados de armas.
El Pentágono también ha entregado a las fuerzas armadas egipcias armamento proveniente de sus excedentes y el armamento que las fuerzas armadas estadounidenses dejan de utilizar cuando adoptan armas de nueva generación, todo ello por un valor de cientos de millones de dólares al año.
También ha entrenado a oficiales y soldados egipcios, sobre todo a las fuerzas especiales, organizando cada 2 años la operación Bright Star, una gran maniobra militar que se desarrolla en Egipto con la participación de unos 25,000 militares estadounidenses.
Resulta significativo, al repasar la lista de los comandos del Pentágono a escala mundial, el hecho que el Egipto de Mubarak no está incluido en el Comando África (AfriCom) sino aparece aparte de ese continente y está vinculado directamente al Mando Central (CentCom), cuya área de responsabilidad cubre el Medio Oriente petrolero.
Egipto, según explica el CentCom, «desempeña un papel clave en el ejercicio de una influencia estabilizadora en el Medio Oriente», en particular para «enfrentar la creciente inestabilidad en Gaza».
El CentCom se mantiene, por lo tanto, en estrecho contacto con las fuerzas armadas egipcias para «bloquear los envíos ilícitos de armas a los extremistas de Gaza, y para impedir que la inestabilidad de Gaza se propague en Egipto y más allá». De hecho, el gobierno egipcio tiene que «hacer frente a una amenaza extremista interna». La ayuda exterior estadounidense resulta por consiguiente «fundamental para fortalecer al gobierno egipcio».
En ese contexto, también resulta significativo el tema de la última maniobra Bright Star: «Operaciones militares en terreno urbano».
Durante esa maniobra, realizada en octubre de 2009 bajo la dirección del Pentágono y con la participación de fuerzas especiales estadounidenses, fuerzas militares egipcias se entrenaron para librar una guerra, no en el desierto sino en las calles de una gran metrópoli.
La maniobra Bright Star se desarrolló en Mubarak Military City, un campamento militar construido especialmente para esa maniobra y que recibió –claro está– el nombre del dictador.
Todo está previsto, por lo tanto, para afrontar la «amenaza extremista interna». Menos el hecho de que esta última ha adquirido las dimensiones de una insurrección popular. Menos el hecho que no se sabe cómo van a reaccionar los soldados, muchos de ellos reclutas, que a bordo de los tanques estadounidenses made in Egypt supuestamente tendrían que garantizar que Egipto, después del derrocamiento de Mubarak, se mantenga dentro de la esfera de influencia estadounidense.
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