Los Occidentales se olvidaron de tomar en cuenta y evaluar a su justo valor el regreso de Egipto en la escena internacional y más precisamente en el ámbito geopolítico, en una región que es actualmente muy sensible. Tampoco quisieron ver y aceptar el fracaso de su política de «containement» sobre Irán y la habilidosa diplomacia de Teherán para sacar a la cofradía de la Hermandad Musulmana de la influencia de Arabia Saudita. Nuestro colega Alfredo Jalife detalla esta rápida evolución que cambia en gran parte las relaciones de fuerza en el Medio Oriente.
La colisión entre el gobierno de los Hermanos Musulmanes (HM), del presidente Mohamed Morsi, y la Junta Militar, jefaturada por el mariscal Mohamed Tantawi –que habíamos subsumido en la confrontación del «modelo turco» con el «modelo paquistaní» – se resolvió en forma increíble en favor de la cofradía islámica mediante un «contragolpe suave» que depone al Ministro de Defensa (mariscal Tantawi) y al segundo hombre fuerte de la junta, Sami Anan, aprovechando los graves incidentes en la transfrontera del Sinaí con Israel que cobró la vida de varios guardianes egipcios.
Morsi se subió a la locomotora de la cólera nacional –que volvió a colmar la plaza Tahrir– y asestó su «contragolpe suave». Quedan en el aire el destino del recientemente elegido Congreso (con mayoría de los HM) despedido por la Junta Militar, la redacción de la nueva Constitución, y el control del Poder Judicial que aún maneja la junta y que puede causar severas cefaleas legales al presidente.
Conforme se afiance en el poder, Morsi obtendrá margen de maniobra para controlar los servicios de inteligencia y la operatividad en la otrora desmilitarizada península del Sinaí, donde deambulan en forma muy laxa las huestes trasnacionales de Al Qaeda.
La depuración cupular de los omnipotentes servicios de inteligencia por Morsi significó el preludio de su «contragolpe suave» contra los multigolpistas de la Junta Militar.
Bajo su nuevo esquema del control militar –en el que concurrieron las nuevas generaciones castrenses, que se rebelaron a la junta gerontocrática del mariscal Tantawi–, el mandatario egipcio retomó el mando de la estratégica península del Sinaí con fuerzas destinadas a la vigilancia doméstica frente a las metástasis de Al Qaeda, pero carentes de musculatura para perturbar la tranquilidad israelí. Cabe señalar el acercamiento dual entre los HM de Egipto y sus aliados palestinos de Hamas en Gaza (frontera con el Sinaí).
Más se afianzan los HM y Morsi en el poder y más se nota(rá) el retorno de Egipto al primer plano de la política medio oriental, que histórica y emblemáticamente le ha correspondido, lo cual se refleja espectacularmente en su primera visita global a China y en su reposicionamiento en tres vectores subregionales:
– 1) acercamiento con las potencias petroleras sunnitas de Arabia Saudita (AS) y Qatar;
– 2) reconciliación con Irán (que habíamos previsto); y
– 3) su reciente incrustación en el contencioso sirio con una propuesta viable de «solución islámica» de las cuatro potencias regionales (Egipto, Irán, Turquía y Arabia Saudita.
La revolución de las pirámides, con su corolario de multigolpes de la junta militar y su «contragolpe suave» de los HM y Morsi, ha causado una severa crisis económica que ha mermado las reservas del Banco Central cuando las dos potencias petroleras sunnitas, AS y Qatar, han prometido un generoso apoyo económico a Egipto. Pese a todos sus avatares, Egipto es la primera potencia militar del mundo árabe y recibe ayuda de 3 mil millones de dólares al año de EU en compensación por los acuerdos de Campo David (caducos y que abomina la aplastante mayoría egipcia).
La reconciliación que se vislumbraba desde el año pasado con Irán empieza a tomar forma con la próxima «visita histórica» (Al Jazeera dixit) del presidente egipcio a la Cumbre del Movimiento de los No-Alineados (MNA) de 120 países (¡de 193 de la ONU!), a fines de agosto en Teherán, en escala de retorno de su relevante cuan discreta visita a China (la cual hay que seguir muy de cerca).
Uno de los óptimos analistas del contencioso iraní, Trita Parsi, presidente del Consejo Nacional Estadunidense-Iraní, afirmó que la participación del sudcoreano Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, a la cumbre del MNA, «es un triunfo para Irán». Sin duda.
Hasta el israelocéntrico The New York Times (22/8/12) reconoce que los «esfuerzos (sic) encabezados por EEUU e Israel para aislar a Irán sufrieron un revés cuando Ban participará con otros 120 países en la cumbre de Teherán», lo cual se suma a la presencia del presidente egipcio,«una decisión que ha perturbado a Israel». Falta agregar la invitación a la cumbre de Ismail Haniyeh, líder de Hamas en Gaza, lo cual ha indispuesto más a Israel que a EEUU (The Times of Israel, 24/8/12).
¿Es Hamas la bisagra indispensable entre Egipto e Irán?
El canciller iraní, Ali Akbar Salehi, en entrevista con el rotativo egipcio Al-Ahram (21/8/12), recordó que su país había nombrado después de 30 años a un embajador en Egipto ulterior a la revolución de las pirámides.
En su calidad de canciller de una potencia regional, Salehi reconoció que «Egipto es un pilar (sic) en la región y tiene una estatura especial entre los países árabes e islámicos». Rechazó la noción de que existen «brechas fundamentales en las creencias entre los chiítas de Irán y los sunnitas de Egipto en su interpretación del Islam» y fustigó que «tales divisiones son promovidas por EEUU y los sionistas»: Egipto e Irán «comparten una civilización y religión comunes, y el colonialismo ha creado discriminación racial, étnica, religiosa y sectaria en los lugares que pierde», lo cual se encuentra detrás de la tensión entre «árabes-iraníes y sunnitas-chiítas» en la región. En referencia al volcán sectario de Siria, Egipto está de acuerdo en la intervención de Irán para su resolución creativa (lo cual desecha perentoriamente «Occidente»).
A mi juicio, EEUU opera un «segundo Afganistán» en Siria, con lo cual se propone desestabilizar a Irán y la región islámica del Cáucaso: frontera incandescente de Rusia que exhibe en su interior 20 por ciento de islámicos en su población que comienza a ser alebrestada desde el exterior.
Sobre el caos sirio, en un reciente artículo para The Washington Post (8/8/12), Salehi alertó que sus consecuencias podrían llevar a «otro Afganistán» en las «puertas de Europa». A juicio del NYT, «en forma conjunta, estos movimientos refuerzan la aseveración de Irán de que se gesta un reordenamiento (sic) de poderes en Medio Oriente, donde la influencia occidental se desvanece y cuando la campaña estadunidense-israelí, para envilecer a Irán como Estado canalla que exporta terrorismo y en forma secreta anhela armas nucleares, no está resonando en la mayor parte del mundo». ¡Para nada: es «propaganda negra»! A mi juicio, Israel, uno de los países más aislados del planeta –«Estado paria» (ex canciller israelí Tzipi Livni dixit) y «Estado apartheid» (sobrino del premier Netanyahu dixit)– está llevando peligrosamente a EEUU, superpotencia a carta cabal, a su perdición global. A grado tal que el NYT (24/8/12) abrió un extraño debate (sic): «¿Daña la credibilidad de EEUU su apoyo a Israel?» ¡Ni preguntarlo!
La política de envilecimiento de Irán por EEUU –instigado por el «sionista mesiánico» (ex director del Mossad, Meir Dagan dixit), el premier Netanyahu– ha fracasado estrepitosamente y es tiempo que sus lúcidos geoestrategas asimilen la inescapable realidad iraní, en imitación de su aliado egipcio.
Fuente: La Jornada, 26 de agosto de 2012.
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