Todos los periodistas investigadores siguen de cerca el comportamiento y los movimientos del señor Morsi para descifrar lo que realmente tiene en la cabeza el nuevo presidente de Egipto, tanto en lo que se refiere a los intereses estratégicos del país, tanto en lo que respeta al mantenimiento de una política soberana. Durante varias décadas el país de los faraones se ha comportado como un simple y humilde sirviente de los propósitos geopolíticos de Washington. Egipto es el país más poblado del Medio Oriente y las masas populares quieren cambio, una zona geográfica en plena ebullición por los apetitos de ciertas potencias extranjeras que conspiran en la región.
Ver también: «Mohammed Morsi reposiciona a Egipto» por Alfredo Jalife-Rahme.
Más vale no meterse en líos con el Hermano Musulmán Morsi.
Directamente después de China «comunista» –donde recibió una acogida de alfombra roja del presidente Hu Jintao y del vicepresidente Xi Jinping– el presidente egipcio aterriza en el “maligno” Irán como un verdadero dirigente mundial árabe. [1]
Imaginad un sondeo en Tampa, Florida, entre delegados a la convención republicana que unge al artero dúo Mitt Romney-Paul Ryan como su candidatura presidencial. Es probable que Morsi sería juzgado peor que Hitler (¡oh, no! ese era Sadam. O tal vez Osama. O tal vez Ahmadineyad...)
Tampa-Teherán. La suprema instantánea de la actual división geopolítica. Por una parte, los del 1% clamando sangre, de Barack Obama o de diversos musulmanes. Por la otra, la masa de la verdadera «comunidad internacional» prácticamente todo el Sur global (incluidos observadores como China, Brasil, Argentina y México) que se niega a ceder a los dictados imperiales militares y financieros. Reafirmando sus impecables credenciales periodísticas, los medios corporativos de EE.UU. lo descartan todo como solo una «francachela del Tercer Mundo».
En todo caso, la gran noticia es que Egipto ha vuelto. En otras palabras, el eje Washington-Tel Aviv está apopléjico.
Es posible que Morsi esté caminando de lado a lado como el proverbial egipcio en la imaginación popular. En realidad está avanzando permanentemente. A esta altura es obvio que la nueva política exterior de Egipto se concentra en la restauración de El Cairo, históricamente centro intelectual del mundo árabe, a su posición de liderazgo usurpada por los bárbaros ricos petroleros de la Casa de Saud durante todas las décadas en las que Egipto fue un simple humilde sirviente de los propósitos geopolíticos de Washington.
Esos fueron los días (pasados hace tiempo) –hace más de tres décadas– cuando Teherán rompió relaciones con El Cairo porque Egipto firmó los acuerdos de Camp David. La presencia de Morsi en la Cumbre del Movimiento de No Alineados (MNA) en Teherán podrá no significar todavía el retorno de relaciones diplomáticas plenas, como ha estado divulgando el portavoz de Morsi, Yasser Ali. Pero es un golpe diplomático sensacional.
Comienza el nuevo gran juego
Conviene hacer una rápida recapitulación. El primer viaje crucial de Morsi al extranjero fue a Arabia Saudí, a la reunión de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) en La Meca. La Casa de Saud considera con extrema sospecha a la Hermandad Musulmana, para decir lo menos. Inmediatamente después, Morsi recibió una visita personal del emir de Catar y un cheque por 2 millones de dólares sin condiciones; luego despidió de inmediato a los antiguos dirigentes del orwelliano Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF).
Mientras tanto, Morsi ya había lanzado el plan de Egipto para resolver la interminable tragedia siria: un grupo de contacto que uniera a Egipto, Irán, Turquía y Arabia Saudí. Ninguna solución siria se logrará sin esos protagonistas extranjeros esenciales, y Egipto tendrá cuidado de posicionarse como mediador entre los intereses de Irán y de Turquía y Arabia Saudí (que viene a ser lo mismo; en 2008 Turquía firmó un acuerdo estratégico, político, económico y de seguridad con el CCG).
De un solo golpe, Morsi cortó la cabeza de una falsa serpiente vendida a Washington durante años por el rey jordano Playstation y la Casa de Saud: que una «maligna» media luna chií de Irán a Líbano a través de Irak y Siria debilitaba la «estabilidad» de Medio Oriente.
Lo que en realidad temen el rey Abdullah de Arabia Saudí y el más joven Abdullah II de Jordania es la agitación y la ira de sus propias poblaciones, para no hablar de la simple idea de democracia; es fácil culpar al chiismo incontrolado de todo porque Washington es suficientemente crédulo, o expedito, para aceptarlo todo.
El mito de la «media luna chií» puede desenmascararse de muchas maneras. La que sigue es solo una que yo he visto en persona, en el lugar, durante bastante tiempo a mediados de los años 2000. Teherán sabe que la mayoría del poderoso clero de Irak es totalmente adverso al concepto jomeinista de la República Islámica. No es sorprendente que Teherán esté muy preocupado por el renacimiento de Najaf en Irak como principal ciudad sagrada del Islam chií, en detrimento de Qom en Irán.
Washington acepta esa propaganda porque es central para el Nuevo Gran Juego. Sea cual sea el gobierno, de Bush a Obama y más allá, una obsesión clave de Washington es neutralizar lo que se considera el eje chií de Líbano, a través de Siria e Irak, pasando por Irán hasta llegar a Afganistán.
Una simple mirada al mapa nos dice que este eje está en el centro del enorme despliegue militar de EE.UU. en Asia, frentando a China y Rusia. Obviamente la mejor inteligencia de Pekín Moscú lo ha identificado durante años.
Rusos y chinos ven cómo el Pentágono «administra» –indirectamente– una gran parte de las reservas de petróleo de la región, incluido el noreste chií de Arabia Saudí. Y ven cómo Irán –como centro de gravedad de toda la región– no puede dejar de ser la suprema obsesión de Washington. El lío nuclear es solo un pretexto, en realidad el único. En última instancia, no se trata de destruir Irán, sino de subyugarlo a la condición de aliado dócil.
En este duro tejemaneje entra en juego el Hermano Morsi, volviendo a mezclar las cartas con la rapidez de un croupier en Macao empleado por Sheldon Adelson. Lo que podría haber tardado meses y tal vez años, la marginación de los antiguos dirigentes del SCAF, que Catar sea privilegiado en detrimento de Arabia Saudí, una visita presidencial a Teherán, que Egipto llegue a ser un líder del mundo árabe, lo ha logrado solo en dos meses.
Desde luego, todo dependerá de cómo se desarrolle la relación entre Egipto e Irán y de si Catar –e incluso Irán– logran ayudar a que la Hermandad Musulmana salve a Egipto del colapso (no hay dinero para nada; un déficit anual de 36.000 millones de dólares; casi la mitad de la población es analfabeta y el país importa la mitad de sus alimentos).
De vuelta a Camp David
El problema inmediato con el grupo de contacto de Egipto para Siria es que Turquía –en otra expresión de su espectacularmente contraproducente política exterior– decidió boicotear la reunión del MNA. Pero Egipto se mantiene impertérrito y propone agregar a Irak y Argelia al grupo de contacto. [2]
Y llega Teherán con otra «arrolladora» propuesta diplomática, según el Ministerio de Exteriores; una troika del MNA de Egipto, Irán y Venezuela, más los vecinos de Siria, Irak y Líbano. De modo que todos quieren hablar, además de Turquía, como muestra la evidencia. La propuesta de Teherán está totalmente apoyada por Rusia.
Y justo mientras la cobertura mediática corporativa estadounidense disfrutaba de los discursos de odio en la convención de millonarios de Tampa, el «aislado» supremo líder de Irán, Ayatolá Jamenei, se reúne con el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon y pide un Medio Oriente libre de armas nucleares. [3]
No es exactamente la posición de un «nuevo Hitler» que quiere una bomba nuclear… lo antes posible, como discursea incesantemente el belicista dúo Bibi-Barak. Y ciertamente una denuncia muy popular del Sur global de la cósmica hipocresía de Washington al ignorar deliberadamente el arsenal nuclear de Israel mientras presiona a Irán por su programa nuclear.
Sobra decir que los medios corporativos de EE.UU. no informan nada al respecto.
Mientras tanto, todos los ojos del Sur global se centran en Morsi. Tal como van las cosas, no es exagerado imaginar que la Hermandad Musulmana juegue más temprano que tarde la carta de Camp David. En ese caso, hay que esperar que Washington se enfurezca, e incluso que viaje por el tiempo hasta la Latinoamérica de los años setenta, promoviendo (otro) golpe militar.
El resultado final, es que si la Hermandad Musulmana articula realmente una política exterior independiente durante los próximos meses, incluso un indicio de que Camp David debería volver a negociarse (más de un 90% de los egipcios lo apoyaría), más vale que el belicista dúo Bibi-Barak sea realista.
Fuente: Asia Times Online, 31 de agosto de 2012.
Traducido del inglés por Germán Leyens.
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