por Jaime Araujo Frías
19-12-2012
Resumen: Nacemos rodeados de creencia, costumbres religiosas que han estructurado nuestra vida. Pocos nos hemos cuestionado sobre su veracidad e impacto que tiene en nuestras vidas y simplemente hemos aceptado indefectiblemente su devenir. Dios, Virgen María, Navidad, Salvación eterna, etc., son aceptadas como verdades casi incuestionables por nuestros conciudadanos. El objetivo de este escrito es hacer una invitación a pensar críticamente sus creencias a la luz de los aportes de la ciencia y la filosofía para conocer la circunstancia que les dio origen.
Palabras claves: Dios, Creencia, Conocimiento, Neurociencia.
Introducción
La mayoría de nosotros jamás reflexiona acerca de ¿por qué cree lo que cree o hace lo que hace? Vivimos en un mundo estructurado por la religión, en nuestro caso particular por la religión católica, lleno de creencias, costumbres y tradiciones, pero pocos buscamos alguna vez entender su origen. Generalmente las aceptamos sin cuestionar. La mayoría de las personas básicamente hacen lo que todos los demás hacen.
“Una creencia es una palanca que, una vez accionada, mueve casi todo lo que conforma la vida de una persona […] las creencias definen tu visión del mundo, dictan tu conducta, determinan tus respuestas emocionales ante otros seres humanos” . Por ejemplo, piensa en cómo cambiaría de pronto tu vida si llegaras a creer una sola de las siguientes proposiciones:
• Sólo te quedan 3 meses de vida.
• El 25 de diciembre habrá un terremoto que desaparecerá la mitad del país.
• Has ganado un premio de cien mil dólares.
• Dios tiene preparado la vida eterna a los que sufren y la pasan mal en la tierra.
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Todo eso es pura palabrería, pero si crees, entonces deja de serlo y se vuelve parte del mismo funcionamiento de tu propia vida, determinando tus deseos, miedos, expectativas y vives sujetado a ellos hasta que te das cuenta que eso es mentira. Naturalmente es más fácil creer que conocer lo que se cree. Creer o conocer he ahí la cuestión. Te invito a pensar algunas creencias que albergas en tu cerebro y que han modelado tu vida.
I. Creer o conocer, he ahí la cuestión
Hoy nadie se atrevería a defender que Prometeo robó el fuego a los dioses para dárselos a los hombres, que Manco Capac y Mama Ocllo salieron del algo Titi Caca para fundar el imperio Incaico. ¿Por qué entonces la gente acepta que Jesús nació de una virgen, resucitó y ascendió corporalmente a los cielos y que con unas cuantas palabras dichas por el cura alrededor de un poco de galletas y vino, estos se convierten en cuerpo y sangre del mismísimo Jesucristo?
Que exista dios y con ello, la salvación eterna, resurrección, el castigo divino, el nacimiento de Jesús, la virgen maría y todos los ángeles y arcángeles unidos en santa alianza para premiar o castigar a la humanidad, es cuestión de creencia mas no de conocimiento; ni la filosofía ni la ciencia han podido demostrar la existencia de dios. Desde el ámbito filosófico Kant sentenciaba que querer demostrar la existencia de dios con creencias como la de dios no es más que una acción fantasiosa. Algo no existe porque me imagine o crea en ello, sino porque existe en sí misma al margen del sujeto cognoscente.
De aquí que la existencia de dios desde el punto de vista científico y filosófico está fuera de discusión, pero lo que sí se puede estudiar, investigar y hasta contrastar científicamente es, “dios como idea, como producto cerebral”, abrigada por la fe a lo largo de miles de años; “toda actividad humana está dictada por leyes que gobiernan el funcionamiento del cerebro. Y que es solo a través del conocimiento de ese funcionamiento como podrá cambiar el mundo futuro” (Mora, 2004: 177).
Se han hecho muchos experimentos respecto a las experiencias místicas atribuidas por personas religiosas a fenómenos divinos, por ejemplo en la década de los 80 el psicólogo Michel Persinger de origen canadiense, mostró que muchas personas consideradas normales pueden tener experiencias parecidas a las descritas en la literatura como mística o de éxtasis cuando se estimulan artificialmente sus lóbulos temporales.
M. Persinger diseñó un casco al que se incorporaron electroimanes que pudieran activar diferentes áreas del cerebro, el resultado fue sorprendente, más del 75% experimentaron sensaciones de salir de sus propios cuerpos o de luces blancas que les hablaban. Muchas de estas personas cuando luego se les preguntó sobre lo que habían experimentado señalaban que habían tenido una experiencia divina, espiritual, mística, etc. todos de carácter sobrenatural. De todos estos experimentos, Persinger concluye que la experiencia de dios es un producto del cerebro humano, modulada por la historia personal de cada individuo.
Muchos años atrás Wilder Penfield (1891-1976) ya había llegado a las mismas conclusiones al estimular a más de 1100 pacientes distintas partes de la corteza cerebral durante operaciones neuro-quirúrgicas, descubriendo así que sólo la estimulación del lóbulo temporal producía alteraciones de la percepción de la experiencia en curso o inducía experiencias que no eran reales. Demostró por ejemplo que estímulos eléctricos del lóbulo temporal en el cerebro de una paciente consciente en el quirófano previo a una intervención quirúrgica de extracción de un tumor en el cerebro, producía en la paciente sensaciones como la de estar flotando en el aire o la de oír a una madre hablando a su hijo. “Esto nos sugiere que si no hay cerebro, no hay emoción, no hay color, no hay bien ni mal, no hay ideas, no hay dios” .
Hoy gracias a los avances de la ciencia, en particular de la ciencia que se ocupa del estudio del cerebro como la “neurociencia” , sabemos que “todo pensamiento y conducta humana reside en el funcionamiento del cerebro y que este funcionamiento se debe a códigos que el cerebro ha ido adquiriendo a lo largo de su historia evolutiva y genética” (Mora, 2007: 16).
Desde esta perspectiva dios es una idea, como es la idea de árbol, elefante o mesa; la diferencia está que siendo un abstracto la idea de árbol, elefante o mesa, pero también la idea de dios; la idea de árbol se construye porque hay algo concreto afuera de donde partió y constantemente hacemos un diálogo con nuestro cerebro y con lo cual consensuamos todos en decir eso es un árbol y a eso le llamamos real, la idea de dios no se contrasta con la realidad queda ahí, es una idea abrigada con emoción y sentimiento, fe y mucha economía de pensamiento.
“La religión, es un producto de la fluidez cognitiva. Depende y descansa en procesos psicológicos que originariamente evolucionaron en áreas cognitivas especializadas y emergieron solamente cuando aquellos procesos pudieron trabajar conjuntamente” (Mithen, 1998: 229).
En esta línea de razonamiento, dios es sólo una idea sin correlación con la realidad sensorial. El hombre tal como se ha demostrado desde Darwin, es un producto de la evolución logrado en millones de años. No es necesario acudir a nada sobrenatural para explicar el fenómeno humano. Esto lo comparten la mayoría de los científicos y, particularmente, los biólogos, antropólogos y neuro-científicos, como afirma Francisco Mora “toda nuestra interacción con el mundo es a través del cerebro. No hay nada que no haya sido producido por nuestro cerebro y sus códigos. Dios es una idea, como todas, construida por los códigos cognitivos. Incluso la realidad que vemos es producida, en parte, por nuestro cerebro” (Mora, 2011: 27). Desde esta perspectiva dios es una idea, una construcción cerebral, producto de la interacción de células y moléculas al cual hemos atribuido vida, le hemos personificado a imagen y semejanza nuestra y luego nos hemos sometido.
Dios no existe en el mundo sensorial, a dios nadie lo ha visto; por eso la idea de dios no es real, porque no se puede contrastar con la realidad, la idea de dios es un constructo cerebral, que ha ido adquiriendo matices diferentes por los factores externos de aprendizaje social en el transcurso de la historia hasta nuestros días.
Los seres humanos tenemos muchas formas de creencias señala el físico Paul Davies, “la forma en las que arriban a ellas varía desde argumentos razonados a la fe ciega. Algunas creencias están basadas en experiencias personales, otras en la educación, y otras en el adoctrinamiento. Muchas creencias son sin duda innatas: nacemos con ellas como resultado de factores evolutivos. Sentimos que podemos justificar algunas creencias, otras las mantenemos por cuestión de tripas” (Davies, 2006:9) y por qué no decir también, interés de poder económico, político, ideológicos, etc.
Recordemos que el símbolo de la fe católica, el Credo de la Iglesia fue elaborado en cuatro concilios, Nicea, Constantinopla I, Éfeso y Calcedonia. Llama la atención que estos cuatro concilios fueran convocados, presididos y promulgados por emperadores, “así tenemos que el concilio de Nicea en el cual se definió lo que debían de creer todos los católicos, con el Credo de la Iglesia, fue convocado, costeado y presidido por el Emperador Constantino en su propio palacio imperial , y al final fue aprobado y promulgado por el mismo emperador como verdades eternas que se han de creer para la salvación del mundo. A nadie que esté cuerdo se le ocurriría hoy hacer de las ideas de dictadores como Hitler, Franco o Pinochet, un manual de fe y moralidad para el bien de la humanidad.
Veamos algunos ejemplos de creencias de la iglesia católica:
El día 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX proclamó el decreto siguiente: “Nos, por la autoridad de Jesucristo, nuestro Señor, de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y por la nuestra propia, declaramos promulgamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santa Virgen María, en el primer instante de su concepción, debido a un privilegio y una gracia singulares de Dios Omnipotente, en consideración a los méritos de Jesucristo, el Salvador de la humanidad, fue preservada libre de toda mancha del pecado original, ha sido revelada por Dios, y por lo tanto ha de ser firme y constantemente creída por todos los fieles” Diecinueve siglos después de su parto prodigioso según el relato bíblico, la honra de María era definitivamente puesta a salvo de dudas y murmuraciones afirmando oficialmente que el hecho de su virginidad no era ninguna suposición teológica sino una revelación de Dios.
Debe haber tenido algún propósito el silencio de dios para tardar casi XIX siglos en comunicarle a su representante en la tierra sobre la virginidad de la madre de su hijo. Se cumple el aforismo cristiano “dios tarda pero nunca olvida”. Después de todo era una mujer y la mujer recién fue reconocida como sujeto de derechos después de 1789 con la Revolución francesa.
Otra creencia digna de ser mencionada es la siguiente:
El papa Juan pablo II afirmó después del atentado que sufrió en la década de los 80 que, “una mano materna esquivó la bala” que iba con dirección al corazón y, que esa mano era la de la “Virgen de Fátima”.
Los católicos creen firmemente en tal afirmación, ya que de no hacerlo cometerían un pecado gravísimo, puesto que atentarían con uno de los dogmas de fe más importantes la “infalibilidad del sumo pontífice” . Esto es ahorrarse la hermosa tarea de pensar por cuenta propia y dejar que el Papa ordene lo que se ha de creer.
Sin embargo uno que piensa por su cuenta no puede dejar de preguntarse, y ¿por qué no lo esquivó todo? Lo cómico es que no fue la mano de cualquier Virgen, sino específicamente la mano de la Virgen de Fátima, advocación europea (también las vírgenes son racistas), seguramente que la virgen de Guadalupe, de las Mercedes, Copacabana, de Chapi, etc., estaban ocupadas en otros asuntos.
Lo cierto es que había un tremendo interés por popularizar la devoción a la virgen de Fátima y claro si ella salvó la vida del representante de dios, los hijos de la iglesia no podía más que doblar las rodillas frente a semejante heroísmo de la madre de dios.
Por último un dato sobre la fiesta católica de la navidad:
La elección del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo no obedeció, ni mucho menos, a que ése hubiese sido el día en que nació el Jesús de Nazaret según el relato evangélico; este día señala Pepe Rodríguez “no fue adoptado por la Iglesia como tal hasta el siglo IV (entre los años 354 y 360), de la mano del papa Liberio (352-366), y su finalidad fue la de cristianizar —ya que no habían podido vencerle o proscribirle hasta entonces— el muy popular y extendido culto al Sol Invictus” (Rodríguez, 1967: 65).
Como se podrá deducir de los ejemplos expuestos, todos tienen fecha de nacimiento diferente pero un mismo lugar de gestación: el cerebro humano. Y un mismo objetivo, ahorrarte la peligrosa tarea de pensar con conocimiento de causa para mantenerte sujetado a los fantasmas que dios les dicta a sus representantes desde el “Sinaí” de su “estupidez” .
Sea cual sea su origen, las doctrinas de las religiones modernas dice Harris “siguen siendo tan insostenibles como las que acabaron hace miles de años en el vertedero de la mitología por falta de seguidores; hay tantas pruebas que justifiquen la creencia en la existencia literal de Yahvé y Satanás como las había de que Zeus se sentaba en el trono de su montaña mientras Poseidón agitaba las aguas” (Harris, 2004: 17).
En este sentido parafraseando a un graffitis anónimo, podemos decir con un poco de humor que, en la infancia de la racionalidad, el miedo y la impotencia humana concibió mundos imaginarios gobernados por dioses de los cuales dependía la vida de la gente; hoy muchas personas habitan esos mundos y los defienden con su vida, mientras unos cuantos que se hacen llamar representantes de esos dioses (pastores, sacerdote, obispos, etc.) cobran el alquiler y, vaya que cobran bien caro.
II. Conclusión
A la luz de los aportes de la ciencia y la filosofía cada vez tenemos mejores argumentos para deslindar con las creencias religiosas de que nuestra vida y el universo entero están dirigidos por un ente divino y aceptar acríticamente toda la parafernalia religiosa. Mi posición es sencilla y humilde, sostengo de la mano de la ciencia, “que dios es una idea, una construcción cerebral, producto de la impotencia racional del ser humano, que ha dado lugar a instituciones como el Islam, el Hinduismo, el Judaísmo y en nuestro caso el Catolicismo que ha servido para justificar guerras, genocidios, depredaciones y sobre todo para colonizar lo más preciado del ser humano: la conciencia”.
Parafraseando a Thomas Jefferson puedo decir que llegará el día en que el engendramiento de Jesús por dios como su padre, en el vientre de una virgen, nacido en un pesebre el 25 de diciembre, será clasificado junto a la fábula de la procreación de Minerva en el cerebro de Júpiter.
• Advertencia
Cuando nos demos cuenta de todo esto, surge algo muy importante, porque a partir de ese momento estamos tomando una actitud pensada críticamente, pero cuidado que a partir de ese momento puede que nos quedemos solos, porque ya no perteneceremos a la manada sino que ahora nos perteneceremos a nosotros mismos y eso ya no tiene justificaciones basadas en creencias y, el precio que tenemos que pagar es el de la libertad de pensar nuestra vida por nosotros mismos.
III. Bibliografía
o ARAUJO, Jaime (2012). Crítica de la razón estúpida: filosofía. Manuscrito no publicado
o CASTILLO, José M (2010). La humanización de Dios. (2da. Ed.) Madrid: Trotta.
o DAVIES, Paul (2006). La Mente de Dios: la base científica para un mundo racional. Madrid: Mcgraw-Hill
o HARRIS, Sam (2004). El fin de la fe: religión, terror, y el futuro de la razón. Madrid: Paradigma.
o MORA, Francisco (2011). El dios de cada uno: por qué la neurociencia niega la existencia de un dios universal. Madrid: Alianza Editorial.
o -------------------- (2007). Neuro-cultura. Madrid: Alianza Editorial
o ------------------- (2004). ¿Enferman las mariposas del alma? cerebro locura y diversidad humana. Madrid: Alianza Editorial.
o MITHEN, Steven (1998).Arqueología de la mente: orígenes del arte, de la religión y de la ciencia. Barcelona: Crítica.
o RODRIGUEZ, Pepe (1997). Mentiras fundamentales de la iglesia católica. Barcelona: Ediciones B.S.A.
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– jaimearaujofrias@hotmail.com
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