Conociendo que la Fiscalía de la Nación está regentada por José Antonio Peláez Bardales, quien es más que apristón en la sombra, capaz de poner bajo siete llaves y doble candado a los documentos de ingresos que presente Alan García, en la Investigación Preliminar por delito de enriquecimiento ilícito abierta en su contra, es menester que tanto Alan como la fiscalía muestren al público esos papeles para el escrutinio general. ¡Además, requerimos sus documentos indubitables sobre egresos, para ver qué saldo queda!
Eso no es mucho pedir, pues los jueces y fiscales se dan maña continua para entregar a la prensa las declaraciones mismas de los investigados, las resoluciones que abren el caso y cualquier otro documento salido de la fiscalía o del juzgado. La reserva existe en la ley pero no en la realidad. ¿Acaso no somos mudos testigos de las reales actuaciones judiciales que muestra la televisión, la prensa escrita o los documentos escaneados en Internet?
Alan Gabriel, el obligado e investigado, ha ofrecido con cierta premura, por comunicado escrito, presentar los documentos necesarios que demuestren presuntamente la santidad en la compra de su residencia miraflorina por la friolera de US $ 830,000.00 dólares. Si se agrega a esta suma el impuesto de alcabala, que no es moco de pavo, los derechos notariales y registrales y la necesaria intervención de un experto abogado trapisondista que elabora los documentos, lo gastado supera los US$ 900,000 dólares.
¿Por qué motivos ofrece Alan, en primer lugar, demostrar cuánto le paga la Universidad San Martín de Porras, o sea, José Antonio Chang Escobedo? He aquí una sospechosa declaración alanista: “Pongo de inmediato a su disposición los certificados de ingreso por mi salario como Director de la Escuela de Gobierno de la Universidad San Martín de Porras”. Soy capaz de asegurar que en este rubro Chang y Alan juegan en pared, consignando un jugoso ingreso millonario, capaz de comprar una residencia en Miraflores y dos más por ahí.
También resulta de Ripley, no el negocio chileno, “felicitar” y “agradecer” al fiscal que lo investiga por presunto delito de enriquecimiento ilícito, pues los fiscales penales abren investigación preliminar cuando existen sospechas de un ilícito penal; nunca examinan a los santos que no levantan esas sospechas con sus actos. Con semejante postura, habrá que pedir que todos los procesados por delitos por obra de los jueces penales “feliciten” y estén “agradecidos” de sus jueces que los procesan y “felices” si es que ordenan su detención.
Otra arista sospechosa de los ingresos de Alan, la constituye la “venta de sus libros”, en cuyo caso se deben cotejar los ingresos y egresos de las editoriales Planeta y librería Crisol, y los documentos bancarios de éstas, pues por los libros de Alan no se forma cola para adquirirlos. ¡Jamás he visto una fila interminable para comprar un gaseoso libro del sinuoso Alan Gabriel García Pérez! ¿Recuerdan del “premonitorio” “Futuro diferente”?
¡Ah, también deben ser tema de investigación los fuertes egresos o gastos de Alan en materia de hijos y sus respectivas mamás, salvo que éstos y ellas vivan de los amigos!
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