4-7-2013

Anuncia la canciller Eda Rivas que el país debe esperar el veredicto que dará la Corte Internacional de Justicia de La Haya sobre el contencioso marítimo a que Perú llevó a Chile y que tal actitud comporta prudencia paciente y serenidad. Dudosamente alguien podría disentir de tal expresión a menos que ya esté enterado o posea barruntos serios e informados del resultado.

Me atrevo a sostener que la circunstancia histórica va más allá de los oficialismos aquí o acullá, supera con creces las puras e inevitables fórmulas jurídicas de una Corte que emitirá un fallo inapelable para las partes en contienda. No descartemos precedentes de dar largas por décadas como ocurriera entre 1883 y 1929 cuando el Tratado de Lima del 3 de junio de ese año definió que Tacna volvía al Perú y Arica se perdía en favor de Chile. Si para algo sirve la historia es para ilustrarnos sobre el comportamiento de las naciones.

Perú tiene la ocasión de conjurar el fantasma omnipresente y pesaroso de 1879. Y esta respuesta no tiene que darla a ningún otro país sino es la actitud que el gobierno actual y los que vengan en nombre del Estado requieren construir con todos los peruanos, convictos del homenaje a los que lucharon por la Patria y deseosos de acometer el reto de la complementariedad, con dignidad y altura de horizonte, disculpas y autocríticas, con Chile.

¿Desperdiciará Perú una ocasión de tan magna importancia? Si los habitantes del norte chileno visitan con frecuencia diaria Tacna hasta Arequipa e invierten sus dólares en la compra de servicios médicos de muy buena calidad, ingesta de alimentos sensiblemente superiores y en turismo lo que nutre los comercios de esas zonas, entonces ¿no es un filón que debiera representar una excelente zona de paz, la paz desde las bases, pero también un gozne dinámico de movilización popular e integración? Que se sepa, hasta hoy no se ha podido demostrar lo contrario, la influencia secular andina y social persiste con apego, aunque hablen diferente y mal, hacia el ayer que dejaron los incas del Tahuantinsuyo.

Alguna vez propuse la edificación de un megahospital en Tacna y la información in extenso está en el artículo: ¡Megahospital en Tacna! http://www.voltairenet.org/article158170.html.

Si los oficialismos no hablan desde las bases sino desde la epidermis de los sistemas de gobierno, ¿tienen los pueblos que someterse acríticamente a lo que otros deciden, bien o mal, no pocas veces con claudicación vergonzosa, en su nombre? Me temo que no es así.

¿Qué harán los empresarios con capital y cientos de trabajadores en sus núcleos de producción cuando se vean "reemplazados" en nombre de un TLC que jamás estudió el Congreso y que se oculta en un acuerdo de complementación económica con Chile? ¿pueden permanecer en silencio, de brazos cruzados, contemplando como se pasa la vida, cómo se viene la muerte? ¿no sería más interesante y atrevido plantear ideas, ejecutar acciones y defender a la persona humana representada por peruanos y peruanas? Tengo la firme impresión que el espíritu santo no les va a dar la mano a quienes declinan el deber ineludible de combatir por la propia supervivencia.

La circunstancia que provee la CIJ representa la obligación de mirarnos los peruanos con honradez rigurosa y aceptar nuestras insuficiencias, fortalezas y debilidades y con el sagrado deber de superar cualquiera de estos matices. Eso significa cerrar 1879 y la procura de equidad, respeto y paz con Chile, en suma, la complementariedad que en modo alguno es -como afirman irresponsables- abrir las puertas de par en par.

¿Qué dicen los jóvenes? No ha mucho afirmamos que el desconocimiento sobre el contencioso marítimo se rompe de cuando en vez al trinar del oficialismo que habla con secretismo tradicional. El periodismo pseudo histórico da cabida a no pocos vanidosos a quienes la incontinencia verbal seduce todo el tiempo. Pero una nación no se construye con bufones o traidores que se van a Berlín con sus pares australes a dar sus típicas exégesis dentro del sistema y en pro de puestos bien rentados, aquí o acullá.

Perú entero tiene la hermosa y creadora ocasión de enhebrar su propia respuesta, firme, elegante y capaz de reencontrar un rumbo común para los 30 millones de connacionales que como los argentinos del Buenos Aires de 1810 quieren saber "de qué se trata".

Nos nos arredra la turbamulta de voces que puedan llamarnos con toda clase de términos. Pero para opinar hay que tener raza y antecedentes, conocimiento y pasado y, sobre todo, peruanidad militante y amorosa por esta tierra de héroes y constructores de imperios.

Ratificamos desde esta tribuna:

Cerrar 1879 y Perú su propia respuesta

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