19-8-2013
Turulato me quedé, casi atónito, cuando escuché, hoy, en televisión, a Lourdes Alcorta Suero, hablar de la figura jurídico penal del arresto domiciliario, cuando en el mundo de los que somos aficionados a este campo esta congresista no está registrada, ni como amateur. Dijo que no se pueden dictar leyes con “nombre propio”.
También se ha ocupado de lo mismo el averiado Omar Chehade Moya, quien, a diferencia de Lourdes, si goza de membresía, aunque la usa para cierto interés, por lo que halla factible esa modificación del ordenamiento jurídico que permita cumplir la pena en casa.
Debo confesar que en el país el más logrado especialista en materia procesal penal existe y es vocal supremo, responde al nombre de César San Martín Castro y, además es juez proyectista de normas y sentencias, aunque fuere a escondidas de sus pares.
Ya fue convocado, en su tiempo, año 2007, por Alan García, para proyectar una ley que hubiera autorizado a Fujimori a soportar sus enteros juicios orales arrellanado en su cama, viendo televisión, sin que se le hinchen los pies. El 7-11-2007 ingresó al Congreso un proyecto de ley sobre el “juicio oral en ausencia”. ¡Lo hizo Martín sin San!
Últimamente, San Martín, se reunió con Jiménez Mayor, Pedro Cateriano y la jueza Carmen Rojassi, para que ésta cuidara de los intereses del Estado en su próxima sentencia, que ella entendió que era absolver a Montesinos, Hermoza Ríos y Huamán Ezcurra, como en efecto lo hizo. Como carece de escrúpulos para orientar a los que ejercen el poder en Palacio de Gobierno, vive con fruición proponiendo cambios en la legislación y praxis judicial.
Por eso, le he aconsejado al nuevo abogado de Fujimori, William Paco Castillo Dávila, quien ha ido dos veces a mi oficina, y gustoso lo he recibido porque fue mi alumno, que proponga o solicite al mismísimo San Martín que estudie, analice, evalúe el tema y finalmente proyecte alguna fórmula mágica sobre el arresto domiciliario de Fujimori, pues él es experto o perito en saber cómo se modifican las leyes para sacar ventaja de ellas y que no colisionen con la monserga del “nombre propio”.
¿Qué dirá el reo Fujimori, quien me considera su “enemigo” y que afirma le doy “con palo”, de este consejo mío, visto como iniciativa humanitaria, a falta de indulto de la misma calidad?
Tampoco lo sé si el nuevo abogado se atreverá a decirle eso a su apesadumbrado cliente, si acaso no lo desbarrancan antes de tiempo, pues Nakazaki, Kenji y Keiko lo sienten incómodo y creo no cejarán en su larvado empeño.
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