Angelo Del Boca, historiador del colonialismo italiano y especialista de Libia.

Tommaso Di Francesco: ¿Cómo interpreta usted el arresto y secuestro, así como la posterior liberación, del primer ministro libio Ali Zeidan por las milicias armadas?

Angelo Del Boca: Es un enfrentamiento entre poderes. Eso es parte del caos en el que ha caído Libia después de la guerra de la OTAN que derrocó a Kadhafi mediante un baño de sangre. Ese secuestro no me sorprende en lo más mínimo.

El año pasado, cuando Anwar Fekini, importante figura de la oposición en el exilio y nieto de Mohamed Fekini –protagonista de la rebelión contra la ocupación italiana a comienzos del siglo 20–, iba a convertirse en primer ministro yo traté de convencerlo de que no lo hiciera. Él se mostró reticente a mis argumentos pero hace poco me dio las gracias y me dijo: «Tú me salvaste la vida».

TDF: ¿Qué ha pasado en Libia desde el asesinato de Kadhafi, en octubre de 2011?

Angelo Del Boca: Ha habido una proliferación de las milicias armadas. Según estimados de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, ya son más de 500 y son espantosas. Hasta la propia Casa Blanca, que había puesto su aviación a la disposición de aquellos insurgentes, pasó por la dolorosa experiencia del 11 de septiembre de 2012, cuando los yihadistas atacaron el consulado de Estados Unidos en Bengazi y asesinaron al embajador Chris Stevens junto a otros 3 funcionarios estadounidenses. El peso de los yihadistas dentro de las milicias es muy grande. Por eso estalló la «respuesta» de las milicias más islamistas, después de que las fuerzas especiales estadounidenses capturaron en estos días al presunto dirigente de al-Qaeda Abu Anas al-Libi, quien había estado muy a la vista durante la revuelta libia. Es una forma de decirle a Washington: Ustedes hicieron un arresto arbitrario, en contra de nuestra soberanía.

El día anterior, Ali Zeidan había desmentido que Trípoli hubiese concedido ningún tipo de aval para esa operación. Pero el secretario de Estado John Kerry lo desmintió ruidosamente unas horas después al revelar que varios elementos del gobierno libio habían dado su consentimiento.

Quiero recordar algo que puede facilitar la comprensión de la complicidad entre las milicias y el gobierno en Libia. Ali Zeidan es –lo cual resulta muy extraño– un hombre muy rico y hace solamente un mes ofreció 1 000 millones de dólares a las milicias de Misurata, consideradas como las más fuertes y más radicales.

TDF: ¿Puede decirse que la crisis que actualmente tiene lugar en Libia es también, de alguna manera, una crisis italiana en la medida en que pone de relieve la responsabilidad política de Italia?

Angelo Del Boca: Por supuesto y voy a explicar por qué.

En estos días traté repetidamente de ponerme en contacto con [primer ministro italiano] Letta para aconsejarlo. Porque Letta ha cometido un error muy grave, al garantizar la disponibilidad de Italia al presidente estadounidense Barack Obama, cuando este último se lo pidió debido a nuestra proximidad [geográfica] y nuestra historia, para implicarse aún más en la crisis libia. ¿De qué manera? Reinstaurando el ejército y la policía en Libia, reconstruyendo las instituciones y, sobre todo, «desarmando a las milicias».

Aceptar ese «desarmante» y desconcertante pedido querría decir que hay que prepararse de hecho para una tercera invasión italiana en Libia ya que, según los servicios secretos estadounidenses, las más de 500 milicias representan unos 30 000 hombres armados hasta los dientes, incluso con cañones y blindados. O sea, un verdadero ejército. Y con un tráfico de armas incesante y masivo hacia la desestabilización de áreas decisivas, como Siria, el Sinaí egipcio, el norte de Mali, Túnez y Argelia.

Como si eso no fuese suficiente, existen otros dos factores, más graves aún, que también ponen a Italia en tela de juicio. En primer lugar, está el hecho que, ante la situación libia, Estados Unidos ha decidido enviar fuerzas especiales –más de 200 marines en este momento– a la base estadounidense de Sigonella [en la isla italiana de Sicilia]. ¿Por qué el gobierno de Letta no habla de eso? Tendría que hacer todo lo contrario, o sea tomar posición, porque la intención estadounidense equivale de hecho a la apertura de un frente de guerra «encubierta» en Libia.

Todo eso se lo debemos a los países de la OTAN y a Estados Unidos, que con la guerra de 2011 convirtieron Libia en una nueva Somalia, como la de 1993-1994, cuando las tropas estadounidenses e italianas abandonaron aquel país después de la aventura guerrerista que nos habían vendido como «humanitaria».

En conclusión, la Libia que antes conocimos ya no existe. La «somalizaron». Y con un agravante para nosotros [en Italia] porque es una «Somalia» que se halla frente a nuestra costa mediterránea. Y ahora el primer ministro Letta quiere regresar allí «para desarmar»…

TDF: También está la tragedia de Lampedusa…

Angelo Del Boca: Sí, porque también tenemos el otro episodio dramático de los migrantes que huyen del interior de África, que huyen de la miseria, del hambre, de las guerras provocadas por los intereses occidentales por las gigantescas riquezas mineras y las fuentes de energía.

Hace dos días, precisamente en plena sintonía criminal con la tragedia de Lampedusa y con la aprobación del gobierno italiano, el estado mayor de la Guardia di Finanza [la aduana italiana] y de los guardacostas nacionales firmó «un acuerdo con las autoridades libias» –¿con cuáles?– para patrullar conjuntamente los puertos libios.

Ante eso estamos en nuestro derecho de preguntarnos ¿con qué milicias, con cuáles líderes yihadistas hemos firmado ese pacto increíble? ¿A quién le hemos prometido dinero italiano por arrestar militarmente a los desesperados que huyen en embarcaciones a través del Mediterráneo?

Fuente
Il Manifesto (Italia)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión en francés de Marie-Ange Patrizio