El Buró Federal de Investigaciones (FBI), cuya prioridad consistió hasta ahora en garantizar el respeto de la ley –o sea, dedicarse a la lucha contra el crimen– ha cambiado oficialmente de misión para dedicarse a garantizar la seguridad nacional de Estados Unidos.
Creado inicialmente para investigar los litigios inherentes al comercio entre los diferentes Estados de la Unión, el FBI se convirtió –entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial– en una fuerza que simultaneaba el papel de policía judicial de alto nivel, dotada de un laboratorio de policía científica, con las misiones de un servicio de contraespionaje y las de una policía política encargada de investigar con carácter preventivo las opiniones de la ciudadanía.
A partir de la adopción del Acta Patriótica –en 2001 y a raíz de los atentados del 11 de septiembre– la actividad fundamental del FBI pasó a ser la de una policía política: recoger información sobre los ciudadanos y además ficharlos. Entre las prerrogativas del FBI figura actualmente la posibilidad de obligar a cualquier persona o entidad a proporcionarle información sobre terceros, a espaldas de las personas interesadas y sin control judicial.
De hecho, el FBI acaba de modificar su formulario de presentación, reconociendo así esa evolución.
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