El gigantesco proyecto de la «Nueva Ruta de la Seda», adoptado en marzo de 2013, viene a sellar la alianza entre Pekín y Moscú. El presidente Xi Jinping viajó a Berlín con la proposición de extenderlo hacia Europa Occidental, hasta Alemania. Si llegara a concretarse, este proyecto significaría el fin de la superioridad estadounidense y la dislocación de la Unión Europea.
A diferencia de Alemania y Rusia, la prensa china ha otorgado mucho vuelo a la «Nueva Ruta de la Seda», un proyecto geoeconómico chino de primer orden que conecta a Pekín geoeconómicamente con Berlín y Moscú, pero que, a mi juicio, tiene un transcendental trasfondo geopolítico.
Durante su visita al emblemático puerto alemán de Duisburgo –el mayor puerto interno del mundo en la región siderúrgica y comercial del Ruhr, además de ser la encrucijada de transporte y logística de Europa–, el mandarín chino Xi Jinping exhortó a construir el cinturón económico de la Ruta de la Seda.
Mientras Estados Unidos realiza cuentas alegres con los dos brazos de sus ominosas tenazas geopolíticas/geoeconómicas –tanto de la Asociación Transpacífico (ATP) como de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés), los cuales supuestamente captarían las dos terceras partes del comercio global–, las tres grandes geoeconomías de la proyectada «Nueva Ruta de la Seda» conectarían a la hoy segunda geoeconomía global, China –a punto de desbancar a Estados Unidos–, Alemania (la primera en Europa y la cuarta a escala global) y Rusia (octava economía global).
La osadía geoeconómica/geopolítica del mandarín chino puede acelerar los planes de guerra de Estados Unidos y Gran Bretaña, ya que ha sido un axioma inmutable de la geopolítica anglosajona desde sir Halford Mackinder (creador conceptual de la OTAN), en el intermezzo de las dos guerras mundiales a inicios del siglo XX, impedir a toda costa una alianza entre Alemania y Rusia en Europa. Hoy China y Alemania están conectadas por la red ferroviaria internacional Chongqing-Xinjiang-Europa.
Según la agencia de noticias china Xinhua, la red ferroviaria «Yu Nueva Europa», bautizada como la «Nueva Ruta de la Seda», se ha convertido en la «más importante ruta de comercio del mundo (¡supersic!) al conectar la relevante metrópoli suroccidental de Chongqing (China) con Duisburgo», que entró en operación en 2011 y recorta 5 semanas de transporte marítimo a sólo 2 semanas –lo cual fue seguido en 2013 por la conexión ferroviaria de cargo de Chengdu (capital de Sechuan y santuario de los legendarios Pandas)-Lodz (Polonia) que atraviesa Kazajstán, Rusia y Bielorrusia: mercados emergentes por donde pasa la ruta de carga, que toma 12 días de transportación [1].
Se vaticina que China se convertiría en el mayor socio comercial de Alemania en los próximos 5 años, mientras que los principales socios de Berlín, tanto Francia como Estados Unidos, «carecen de un poderoso potencial de crecimiento».
En medio de las sanciones de Occidente contra Rusia, la prensa iraní destaca el acercamiento de China con Alemania y publica una entrevista con el investigador germano-estadounidense William Engdahl, muy versado en geopolítica de los recursos energéticos, de las finanzas y los alimentos, además de ser catedrático de universidades en China y Alemania [2]. A juicio del entrevistador iraní, el presidente chino, Xi Jingping, dio un golpe maestro de «diplomacia económica» para contrarrestar el «esfuerzo de la facción neoconservadora de Washington por favorecer una nueva confrontación entre la OTAN y Rusia».
Para Engdahl, la proclama de Xi en Duisburgo comporta «implicaciones asombrosas de crecimiento económico en Eurasia». Resulta y resalta que Alemania y China representan «dos locomotoras económicas» a cada lado de la Ruta de la Seda y recuerda que el término mismo de «Ruta de la Seda» describe «la antigua ruta comercial y cultural entre China, Asia Central y el Sur de Asia, Europa y Medio Oriente, que fue creada durante la dinastía Han, 200 años AC».
Tanto la «ruta de la seda económica» como la «ruta de la separada seda marítima» (sic) fueron mencionadas por Xi durante la 3ª sesión plenaria del Partido Comunista de China. Para Xi la ruta euroasiática representa una «prioridad estratégica», ya que «China necesita encontrar nuevos mercados de exportación y preservar los existentes, así como disminuir las brechas de desarrollo entre las áreas costeras bien desarrolladas como Shanghai y la parte menos desarrollada al interior del país», lo cual servirá para «preservar la estabilidad al interior de China y en su vecindad».
La provincia efervescente de Xinjiang (China) se encuentra a lo largo de la Ruta de la Seda, donde prevalecen los islámicos uigures: centroasiáticos de origen mongol.
Engdahl destaca que «el camino del corredor de la nueva infraestructura pasa por Rusia», por lo que «no existe alternativa económica» y se hace inevitable la profundización de la cooperación entre Alemania y Rusia y, por ende, de China con los dos. Engdahl no deja de resaltar que una semana antes de su periplo por varios países de Europa, Xi recibió en Pekín al príncipe heredero de Arabia Saudita, Ben Abdulaziz Al Saud, a quien invitó a unirse a la construcción del cinturón económico tanto de la ruta eurosiática de la seda y como de la «ruta marítima de la seda» del siglo XXI que promueven la «conectividad del transporte y la cultura».
Llama la atención que Xi siempre resalta la cuestión cultural en sus intercambios comerciales, como dejó entrever en su histórica visita a Yucatán: el «espíritu de Chichen Itzá». El mandarín chino no deja nada al azar y, al unísono de su primer ministro, ha realizado visitas a varios países centroasiáticos a lo largo de la Ruta de la Seda: Turkmenistán, Kazajstán, Uzbekistán y Kirguistán.
La elusiva estabilidad en Asia Central será fundamental para el éxito de la nueva ruta de la seda que comporta una propuesta visionaria y muy ambiciosa de 5 puntos del presidente Xi:
– 1. la cooperación económica conjunta;
– 2. el fortalecimiento de las conexiones de ruta para construir un gran corredor de transporte del Pacífico al mar Báltico y de Asia central al Océano Índico;
– 3. la facilitación comercial mediante la eliminación de barreras comerciales;
– 4. el fortalecimiento de la cooperación monetaria, lo cual, a mi juicio, desplazaría gradualmente al dólar e impulsaría el renminbi chino, la rupia de la India y el euro «alemán», y
– 5. el fortalecimiento de las relaciones de sus poblaciones: 30 000 personas provenientes de los Estados miembros de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) estudiarán en las universidades chinas en los próximos 10 años.
Detrás de la decisión de China de enfocarse en dirección de su «occidente», se encuentra un componente mayúsculo de seguridad, a juicio de Engdahl, ya que China es «muy vulnerable a la interrupción del Estrecho de Malaca, por donde pasa el 85% de sus importaciones, incluyendo el 80% de sus necesidades energéticas».
Con la mirífica «Nueva Ruta de la Seda», en sus componentes terrestre y marítimo, China intenta evadir el eventual bloqueo del Estrecho de Malaca.
¿Dejará la dupla anglosajona, muy versada en balcanizaciones y desestabilizaciones, prosperar un eje euroasiático tripartito Berlín-Moscú-Pekín, que puede definir el nuevo orden multipolar?
[1] « Le président chinois appelle la Chine et l’Allemagne à construire la ceinture économique de la Route de la Soie » [En español, “El presidente chino exhorta a China y Alemania a construir el cinturón económico de la Ruta de la Seda”], Xinhua, 30 de marzo de 2014.
[2] “China uses economy to avert cold war”, por F. William Engdahl, PressTV, 17 de mayo de 2014.
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