El intento estadounidense de aislar económicamente a Rusia para impedirle prestar ayuda a la población de Ucrania ha tenido un efecto contrario al esperado: está empujando Moscú a los brazos de Pekín. El resultado a largo plazo es que el bloque que se está consolidando entre Asia y Europa oriental acabará siendo más poderoso que el bloque occidental.
Mientras la OTAN convoca en Bruselas a sus 28 ministros de Defensa para potencializar sus fuerzas en una función anti-rusa, intensificando también el entrenamiento de militares y paramilitares de Kiev (lo cual incluye las bandas armadas que trataron de asesinar al secretario del Partido Comunista Ucraniano) y la Unión Europea adopta nuevas sanciones contra Rusia, la respuesta a todo eso no se ha hecho esperar, pero no viene de Moscú sino del lejano Pekín.
El presidente Putin comienza hoy su visita oficial en China, que incluye la firma de unos 30 acuerdos bilaterales, acuerdos cuyo primer resultado será convertir en un vano esfuerzo el plan de Washington tendiente a «aislar la Rusia de Putin cortando sus vínculos económicos y políticos con el mundo exterior».
Los mencionados acuerdos son de alcance estratégico. Un contrato ascendente a 270 000 millones de dólares, entre la compañía rusa Rossneft y la China’s National Petroleum Company, estipula que durante los próximos 25 años Rusia garantizará a China más de 700 millones de toneladas de petróleo. Otro contrato prevé que, de aquí a 2018, la compañía estatal rusa Gazprom garantice anualmente a China 38 000 millones de metros cúbicos de gas –o sea, cerca de la cuarta parte del volumen de gas que Rusia exporta actualmente a Europa. Moscú proyecta incluso potenciar el oleoducto entre la Siberia oriental y el Pacífico agregándole otro gasoducto –de 4 000 kilómetros– para garantizar la exportación hacia China. Pekín está interesado también en las posibilidades de inversión en Crimea, en particular por la producción y exportación de gas natural licuado, así como por la modernización de la agricultura y la construcción de una terminal para el embarque de cereales.
Al mismo tiempo, Moscú y Pekín están pensando en abandonar la utilización del dólar en el intercambio en la región asiática. Y Rusia está proyectando su propio sistema de pago, según el modelo del sistema chino Union Pay, cuyas tarjetas de crédito ya son utilizables en más de 140 países, lo cual sitúa a Union Pay en segundo lugar mundial, justo detrás de las tarjetas Visa.
La cooperación entre Rusia y China no se limita al sector económico. Los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin, según fuentes diplomáticas, emitirán una «declaración sustancial» sobre la situación internacional. La convergencia de intereses entre los dos países hallará también un importante ejemplo en la maniobra conjunta que las marinas de guerra rusa y china realizarán en el Mar de China Meridional, justo después de la gran maniobra aeronaval estadounidense realizada en Filipinas.
También hay un acuerdo militar ya prácticamente concluido. En el marco de ese acuerdo Moscú proporcionará a Pekín el avión de combate polivalente Sukhoi Su-35, submarinos de la clase Lada y el sistema de defensa antiaérea y antimisiles S-400, considerado el más avanzado del mundo.
Subrayando más aún la convergencia de intereses entre Moscú y Pekín, el presidente Putin participa en la Conferencia sobre las Medidas de Interacción y Fortalecimiento de la Confianza en Asia (CICA) que, presidida por Xi Jinping, se desarrolla en Shanghai los días 21 y de 22 de mayo de 2014 con la participación, entre otros, del primer ministro iraquí Nuri al-Maliki, del presidente afgano Hamid Karzai y del presidente iraní Hassan Rohani. Una verdadera bofetada para Estados Unidos que, después de haber invertido 6 000 millones de dólares en las guerras de Irak y Afganistán, ahora está viendo a China cada vez más presente en la economía de esos países. En Irak, China está comprando casi la mitad del crudo que se produce y está haciendo grandes inversiones en la industria petrolífera. Y en Afganistán –donde los geólogos del Pentágono descubrieron ricos yacimientos de litio, cobalto, oro y otros metales–, China está invirtiendo sobre todo en el sector minero.
Por otro lado, al abrir a Irán nuevas posibilidades comerciales hacia el este, Rusia y China neutralizan los efectos del embargo impuesto por Estados Unidos y la Unión Europea.
Y las cosas no marchan mejor para Washington en el frente occidental. La posibilidad, planteada por la administración Obama, de reducir en más de un 25% en 10 años las compras europeas de gas ruso reemplazándolas con gas natural licuado comprado a Estados Unidos está resultando ser nada más que una promesa imposible de cumplir.
Esto último se confirma con el hecho que, a pesar de las sanciones económicas anunciadas por Berlín, las empresas alemanas no han detenido sus inversiones en la industria energética rusa. Por ejemplo, la Rma Pipeline Equipment, productora de válvulas para oleoductos y gasoductos, está abriendo en este momento su mayor instalación en la región del Volga.
Y Gazprom ha firmado ya todos los contratos, entre ellos uno ascendente a 2 000 millones de euros con la firma italiana Saipem (vinculada al ENI [1]), para la realización del gasoducto South Stream que bordeará Ucrania, transportando el gas ruso a través del Mar Negro hasta Bulgaria y de ahí hasta los países de la Unión Europea. Incluso en caso de que Estados Unidos lograse bloquear el South Stream, Rusia siempre tendrá la posibilidad de enviar su gas a China.
Lo cual abre las puertas al East Stream.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] El ENI (Ente Nazionale Idrocarburi) es la principal empresa italiana de producción y comercialización de hidrocarburos. Nota de Red Voltaire.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter