Sin ni siquiera sonrojarse, el presidente estadounidense que prometía eliminar las armas atómicas y que sobornó el jurado de Estocolmo para comprar el Premio Nobel de la Paz ha decidido reactivar y modernizar su arsenal nuclear. Los únicos decepcionados serán los ingenuos que creyeron sus promesas.
Hace 5 años, en octubre de 2009, el presidente estadounidense Barack Obama recibía el Premio Nobel de la Paz por «su visión de un mundo libre de armas nucleares y el trabajo que realiza en ese sentido, que ha estimulado poderosamente el desarme» [1].
La justificación para la entrega de aquel premio hoy resulta particularmente grotesca a la luz de lo que acaba de revelar un amplio dosier del New York Times:
«La administración Obama está invirtiendo decenas de miles de millones de dólares en la modernización y reconstrucción del arsenal nuclear y de las instalaciones estadounidenses» [2].
En el marco de esa modernización, [la administración Obama] acaba de construir en Kansas City una enorme instalación –más grande que el Pentágono– donde miles de especialistas, dotados de tecnología futurista, «modernizan» las armas nucleares, poniéndolas a prueba con sistemas avanzados que no exigen la realización de explosiones subterráneas. La instalación de Kansas City es parte de un «complejo nacional en expansión para la fabricación de ojivas nucleares», que incluye 8 nuevas grandes instalaciones y laboratorios cuyo personal cuenta 40 000 especialistas.
En Los Alamos (Nuevo México) se inició la construcción de una nueva instalación de grandes dimensiones para la producción de plutonio para las ojivas nucleares. Y en Oak Ridge (Tennessee) se construye otra para la producción de uranio enriquecido para uso militar. Sin embargo, ha habido que frenar los trabajos porque el costo del proyecto de Los Alamos aumentó, en 10 años, de los 660 millones de dólares iniciales a 5 800 millones de dólares mientras que el de Oak Ridge aumentó de 6 500 millones a 19 000 millones de dólares.
La administración Obama ha presentado en total 57 proyectos de modernización de instalaciones nucleares de carácter militar. El Buró de Contabilidad gubernamental aprobó 21 de esos proyectos y 36 están en espera de aprobación. El costo estimado se eleva actualmente a 335 000 millones de dólares en 10 años. Pero esas cifras no son más que la parte visible del iceberg ya que al costo de las instalaciones nucleares hay que agregar el de los nuevos vectores nucleares.
El plan que la administración Obama presentó al Pentágono prevé la construcción de 12 nuevos submarinos de ataque nuclear (cada uno de ellos sería capaz de disparar, con 24 misiles balísticos, hasta 200 ojivas nucleares contra la misma cantidad de objetivos), otros 100 bombarderos estratégicos (capaces de transportar cada uno unos 20 misiles o bombas atómicas) y 400 misiles balísticos intercontinentales destinados a ser lanzados desde silos terrestres (cada uno de esos misiles estaría dotado de una ojiva nuclear de gran potencia, aunque también podrían llevar ojivas múltiples independientes).
Así ha iniciado la administración Obama un nuevo programa de armas nucleares. Según un reciente estudio del Monterrey Institute, eso costará (en dólares actuales) unos 1 000 millardos [3], gasto que se completaría en 2024-2029. Eso se inserta en el gasto militar general de Estados Unidos, que incluye el presupuesto del Pentágono (640 000 millones de dólares en 2013) además de otras asignaciones de carácter militar (por ejemplo, los gastos vinculados al armamento nuclear aparecen en el presupuesto del Departamento de Energía), cuyo total anual es de casi 1 000 millardos de dólares, lo cual quiere decir que de cada 4 dólares del presupuesto federal Estados Unidos gasta al menos 1 con fines militares.
La aceleración de la carrera armamentista bajo la administración Obama de hecho hace inútiles los limitados avances en materia de desarme previstos en el nuevo tratado START, documento que Estados Unidos y Rusia firmaron en Praga en 2010 [4].
Por su parte, Rusia y China tendrán que acelerar el trabajo tendiente a potenciar sus propias fuerzas nucleares adoptando contramedidas tendientes a neutralizar el «escudo antimisiles» que Estados Unidos está instalando para poder lanzar un primer golpe nuclear sin temor a ser objeto de la lógica represalia.
Italia está directamente implicada en el proceso de «modernización» de las fuerzas nucleares estadounidenses. Las 70 o 90 bombas atómicas estadounidenses B-61 de caída libre almacenadas en [la base aérea de] Aviano (en la provincia italiana de Pordenone) y en Ghedi-Torre (en la provincia italiana de Brescia) están siendo transformadas en bombas «inteligentes» con sistemas de guía de precisión, cada una con una potencia de 50 kilotones (casi 4 veces la potencia de la bomba de Hiroshima), particularmente adaptadas a los nuevos aviones de combate F-35 que Italia se ha comprometido a comprar.
Pero de nada de eso se habla en los medios de prensa.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] «El Premio Nobel de la Paz de 2009, entre bastidores », por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 14 de octubre de 2009.
[2] “U.S. Ramping Up Major Renewal in Nuclear Arms”, William J. Broad y David E. Sanger, The New York Times, 22 de septiembre de 2014.
[3] Un millardo = 1 000 millones. NdT.
[4] «Nuevo tratado START y vieja política de gran potencia», por Manlio Dinucci, Tommaso di Francesco, Il Manifesto (Italia), Red Voltaire, 5 de abril de 2010.
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