Fue muy extraña la manifestación realizada en París. Por un lado, millones de franceses que expresaban su apego a las libertades fundamentales de expresión y de culto; por el otro, la crema de la clase política europea y mundial, responsable de las guerras que desde hace más de 10 años vienen ensangrentando el mundo árabe, la misma clase política que utiliza el terrorismo.
Dos millones de personas [Según la policía. NdlR.] atravesaron París en cortejo, después de los atentados terroristas, convirtiendo esa ciudad –según el presidente Hollande– en la «capital de la libertad». En efecto, el sentimiento prevaleciente, que llevó tanta gente de diversas nacionalidades a movilizarse, era la necesidad de reclamar que nos liberemos del odio, de la violencia terrorista y de la guerra.
Pero a la cabeza del cortejo se hallaban precisamente varios de los principales responsables de las políticas que provocan todo eso.
- Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, la alianza militar lidereada por Estados Unidos que, durante la guerra contra Libia en 2011 y en la que actualmente se desarrolla contra Siria ha armado y entrenado grupos islamistas anteriormente clasificados como terroristas.
- El primer ministro de Turquía, el rey de Jordania y el ministro de Relaciones Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, países que en este mismo momento proporcionan al Emirato Islámico armas, entrenamiento, vías de tránsito y financiamiento para mantener la guerra en Siria y en Irak.
- El primer ministro británico David Cameron y el ex presidente francés Nicolas Sarkozy, quienes utilizaron fuerzas especiales y servicios secretos para la realización de operaciones terroristas en Libia, en Siria y en otros países.
- El primer ministro Matteo Renzi, representante de una Italia que, con su participación en la destrucción del Estado libio, ha contribuido a incendiar el norte de África y el Medio Oriente.
- El presidente Francois Hollande, promotor de la operación militar de Francia en Mali y en Níger –países representados en la manifestación de París por sus respectivos presidentes–, oficialmente para ayudarlos a combatir a los terroristas islamistas; en realidad, para explotar sus riquezas naturales como fuente de materias primas (oro, coltan y uranio, entre otras), riquezas cuyos ingresos acabarán en los bolsillos de las transnacionales y de las élites locales.
También estaba a la cabeza del cortejo el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu, quien, explotando el duelo por las 4 víctimas judías de uno de los atentados terroristas, trata de hacer olvidar los miles de víctimas palestinas –entre las que se cuentan cientos de niños– registradas en la operación «Plomo fundido» y en todas las demás que él mismo ha ordenado posteriormente contra la franja de Gaza. La presencia en primera fila de Abu Mazen [Mahmud Abbas], no en calidad de presidente palestino sino como representante del Fatah, no indica ningún cambio de política por parte de Israel. Con su presencia a la cabeza del cortejo, Netanyahu trata de hacernos olvidar también el apoyo que Israel aporta a las acciones terroristas de los «rebeldes» en Siria.
El secretario de Estado estadounidense John Kerry debería haber ocupado una posición privilegiada a la cabeza del cortejo. Pero prefirió quedarse en la India para concretar allí una serie de acuerdos contra China y contra Rusia. Estados Unidos estuvo representado en París por su secretario de Justicia, Eric Holder, quien participó en una reunión con los ministros del Interior de 11 países europeos. Kerry llega a la capital francesa el 14 de enero de 2015 para preparar una «cumbre sobre seguridad global», que se celebraría el 18 de febrero, en Washington.
Mientras tanto, el primer ministro francés Manuel Valls anuncia que «Francia está en guerra contra el terrorismo y está dispuesta a adoptar nuevas medidas». Occidente está así cerrando filas, bajo la dirección de Estados Unidos, con el pretexto oficial de que tiene que enfrentar la amenaza del terrorismo.
Terrorismo que el propio Occidente ayudó a crear y que ha venido alimentando mediante las trágicas situaciones provocadas por las guerras desatadas a lo largo de más de 20 años. Terrorismo cuyos militantes de base desempeñan, casi siempre sin tener conciencia de ello, un papel que favorece los intereses de las mismas potencias a las que creen estar combatiendo.
Y así ayudan a quien, a la cabeza del cortejo de Occidente, como el flautista del conocido cuento infantil, mantiene a Occidente bajo su influjo y lo lleva por el camino que conduce al abismo de la guerra.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio.
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