¿Qué es la «libertad de prensa»? Para los revolucionarios franceses de 1789, la «libertad de prensa» era una condición indispensable para la democracia. Por consiguiente, todo lo que pudiese favorecer el debate público tenía que estar autorizado –lo cual no incluía la injuria ni la difamación. Para la OTAN, la respuesta es muy diferente: la «libertad de prensa» sólo es válida para quienes respalden la alianza atlántica e incluso les da derecho a injuriar y difamar las religiones.
Firmó el libro de condolencias por las víctimas del atentado terrorista contra la redacción de[l semanario satírico] Charlie Hebdo y, definiéndolo como «un escandaloso ataque contra la libertad de prensa», declaró que «el terrorismo, en todas sus formas, nunca puede ser tolerado ni justificado».
Palabras muy acertadas si no viniesen de Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, la organización militar que utiliza metódicamente como instrumento de guerra el ataque terrorista contra las redacciones de las estaciones de televisión [1]. El ataque terrorista contra la sede de la radiotelevisión serbia en Belgrado, alcanzada por un misil de la OTAN el 23 de abril de 1999, provocó la muerte de 16 periodistas y técnicos.
La OTAN recurrió nuevamente a esa forma de terrorismo durante su guerra contra Libia, bombardeando en 2011 la sede de la radiotelevisión de Trípoli. Lo mismo sucedió en la guerra contra Siria, en el verano de 2012, cuando individuos entrenados y armados por la CIA –en los mismos campamentos de donde al parecer provenían los ejecutores del atentado perpetrado en París– atacaron las estaciones de Alepo y de Damasco matando una decena de periodistas y técnicos.
Occidente observó un silencio mediático casi total sobre estos ataques terroristas y prácticamente nadie salió a las calles con las fotos ni los nombres de las víctimas. Pero al atentado contra Charlie Hebdo sí se le dio resonancia mediática mundial. Utilizando el natural sentimiento de condena contra el atentado y la solidaridad del duelo por las víctimas, se convirtió a Charlie Hebdo en símbolo de lucha por la libertad mediante una gran manifestación política. Y además ignorando el polémico papel de este semanario que, por sus caricaturas «irreverentes», supuestamente se sitúa «a la izquierda de la izquierda».
En 1999, el director de Charlie Hebdo, Philippe Val, apoyó con una serie de editoriales y caricaturas la guerra de la OTAN contra Yugoslavia comparando a Milosevic con Hitler y acusando a los serbios de haber perpetrado en Kosovo «pogromos» similares a los de los nazis contra los judíos.
En 2011, se impuso la misma línea editorial cuando Charlie Hebdo –a pesar de que Philippe Val ya no estaba en la dirección– contribuyó a justificar la guerra de la OTAN contra Libia dibujando a Kadhafi como un feroz dictador que aplasta a su pueblo bajo su bota y que se baña en una tina llena de sangre. Misma línea editorial, en 2012, sobre Siria cuando, representando al presidente Assad como un cínico dictador que aplasta mujeres y niños bajo las esteras de sus tanques, Charlie Hebdo justifica la operación militar de Estados Unidos y la OTAN contra la República Árabe Siria.
En esa línea se inserta la serie de caricaturas en las que Charlie Hebdo ridiculiza a Mahoma. Aunque también ejerce la sátira de otras religiones [2], las caricaturas sobre Mahoma son como bidones de gasolina lanzados al terreno, ya en llamas, del mundo árabe y musulmán. Esas caricaturas resultan para las grandes masas musulmanas aún más insultantes en la medida en que quienes ridiculizan su religión y su cultura son intelectuales parisinos que no tienen en cuenta el hecho que Francia impuso su yugo colonial a pueblos enteros, no sólo explotándolos y masacrándolos (sólo en Argelia, la colonización francesa dejó un millón de muertos) sino imponiéndoles además la lengua y la cultura francesas.
París continúa hoy esa política bajo nuevas modalidades neocoloniales. No es por lo tanto sorprendente la propagación de las protestas contra Charlie Hebdo en el mundo árabe y musulmán, que en su mayoría condenó los ataques terroristas perpetrados en París.
A quienes, en Occidente, usan a Charlie Hebdo como bandera de la «libertad de prensa» habría que hacerles la siguiente pregunta: ¿Qué harían ustedes si se encontraran en las calles ante las paredes cubiertas de dibujos pornográficos representando a su padre y su madre? ¿No se enfurecerían ustedes? ¿No los verían como una provocación? ¿No pensarían ustedes que detrás de eso está la mano de alguien que está tratando de provocar una guerra contra ustedes?
[1] Sobre el uso constante del terrorismo que ha hecho la OTAN en contra de sus propios aliados, el lector puede remitirse al libro Les Armées Secrètes de l’OTAN [Los ejércitos secretos de la OTAN] del profesor Daniele Ganser (éditions Demi-lune), disponible en español en el sitio web de la Red Voltaire.
[2] Pero sin obtener ingresos tan fenomenales como los que le proporcionan las sátiras sobre el islam: «En 2006, Éditions Rotative, editora de Charlie Hebdo, registró ganancias ascendientes a 968 501 euros.
Cerca del 85% de esa suma (o sea 825 000 euros) fueron redistribuidos en dividendos entre los 4 socios del grupo: Philippe Val, director de la publicación y propietario de 600 de las 1 500 acciones de la empresa, y Cabu, dibujante y director artístico, también poseedor de 600 acciones, recibieron 330 000 euros cada uno. Los otros 2 accionistas, el economista Bernard Maris, director adjunto de la redacción, y el responsable financiero Eric Portheault (con 200 y 100 acciones cada uno) recibieron 110 000 y 55 000 euros respectivamente. Además de la buena marcha de las ventas [en 2006] y de las suscripciones (una venta semanal promedio de 85 000 ejemplares, según la dirección), la ganancia proviene, fundamentalmente, de la extraordinaria venta (500 000 ejemplares) del número especial dedicado a las caricaturas de Mahoma, el 8 de febrero de 2006.
El pago de dividendos a Philippe Val y a Cabu no tiene el carácter de gratificación por ningún tipo de inversión que hubiesen podido hacer anteriormente en la publicación ya que ellos no disponían de capital propio en el momento de la creación de Charlie Hebdo, totalmente financiada por el entonces presidente francés Francois Mitterrand con sumas provenientes de los fondos secretos de la presidencia de la República.
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