Manlio Dinucci estima que la izquierda europea ha perdido sus valores: denuncia –sin entenderlas– las restricciones estadounidenses a la inmigración pero se compromete a elevar los gastos militares en interés del Imperio.
Voces influyentes de la izquierda europea se unieron a la protesta anti-Trump «No Ban, No Wall» –promovida desde Estados Unidos– olvidando el muro franco-británico de Calais contra los inmigrantes y sin mencionar el hecho que la causa del éxodo de refugiados son las guerras en las que han participado los países europeos de la OTAN .
Se ignora el hecho que en Estados Unidos la medida de prohibición bloquea la entrada de personas provenientes de los países –Irak, Libia, Siria, Somalia, Sudán, Yemen e Irán– contra los que Estados Unidos ha librado desde hace más de 25 años guerras abiertas y/o secretas, de personas a las que hasta ahora se concedían visas fundamentalmente por razones que no son humanitarias sino sobre todo para crear en Estados Unidos comunidades de inmigrantes –seguiendo el esquema de los exiliados anti-castristas– al servicio de las estrategias estadounidenses de desestabilización contra sus países natales.
Por cierto, los primeros en ser bloqueados y en emprender una class action –o sea una acción legal colectiva– contra la nueva medida fueron un contractor, que no es otra cosa que un mercenario, y un intérprete iraquíes que colaboraron por largo tiempo con las tropas estadounidenses que ocupaban su país.
Y mientras que la atención político-mediática se focaliza en lo que sucede del otro lado del Atlántico, se pierde de vista lo que pasa en Europa, donde el panorama es desolador.
El presidente francés Francois Hollande, al ver que Francia se va quedando detrás de Gran Bretaña, que a su vez recupera el papel de más estrecho aliado de Estados Unidos, se escandaliza por el apoyo de Trump al Brexit y demanda que la Unión Europea –institución que esa misma Francia ignora al trazar su política exterior– haga oír su voz. Voz de hecho inexistente ya que de los 28 países miembros de la Unión Europea 22 son miembros de la OTAN, bloque militar que la Unión reconoce como «base de la defensa colectiva», bajo el mando del Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en Europa nombrado por el presidente de Estados Unidos, o sea, en lo adelante, por Donald Trump.
La canciller alemana Angela Merkel dice «deplorar» la política de la Casa Blanca hacia los refugiados, pero se entrevista por teléfono con Trump y lo invita al G20, a celebrarse en julio en Hamburgo. «El presidente y la canciller están de acuerdo en la importancia fundamental de la OTAN para garantizar la paz y la estabilidad», nos informa la Casa Blanca.
Conclusión: la OTAN no está «obsoleta», como dijo Trump. Él y Merkel «reconocen que nuestra defensa exige inversiones militares apropiadas».
Más explícita fue la primera ministro británica Theresa May cuando, al ser recibida por Trump, se comprometió a «estimular a mis colegas, los líderes europeos, a concretar el compromiso de dedicar un 2% del PIB a la defensa, para repartir la carga más igualmente».
Según los datos oficiales de 2016, sólo 5 países de la OTAN alcanzan un nivel de gastos de «defensa» igual o superior al 2% del PIB: Estados Unidos (3,6%), Grecia, Gran Bretaña, Estonia y Polonia.
Según la OTAN, Italia dedica a la «defensa» un 1,1% del PIB, pero está “mejorando”: en 2016, aumentó ese gasto en más de 10% en relación con 2015. Según los datos oficiales de la OTAN para el año 2016, el gasto de Italia para la «defensa» se eleva a 55 millones de euros diarios. En realidad, el gasto militar efectivo es mucho más elevado ya que el presupuesto de «defensa» no incluye el costo de las misiones militares en el exterior, ni el de armamentos importantes, como los navíos de guerra financiados con miles de millones de euros a través de la Ley de Estabilidad y del ministerio de Desarrollo Económico. En todo caso, Italia se ha comprometido a llevar el gasto de «defensa» al 2% del PIB, o sea 100 millones de euros al día [1].
Pero la izquierda institucional [italiana] prefiere no hablar de eso, mientras espera que Trump tenga un momento libre para llamar por teléfono a Paolo Gentiloni [2].
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] En el caso de Francia, al presupuesto anunciado en 2016 fue de 32 000 millones de euros, o sea un 1,77% del PIB y 87,7 millones de euros diarios. Nota de la Red Voltaire.
[2] Paolo Gentiloni, del Partido Democrático italiano, es el nuevo primer ministro designado en Italia después de la renuncia de Matteo Renzi, en diciembre de 2016.
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