¿Confiere el Nobel de Literatura que ganó Mario Vargas Llosa hace años, alguna licencia especial para expedirse en forma política? Eso implicaría que el escritor aprovechó el renombre mundial de semejante presea. Aunque, hay que decirlo, son muchos los años precedentes y a posteriori en que actúa como crítico, candidato presidencial, consejero y “garante”. El mal uso del premio es inexistente.
La fatídica coincidencia que viniera Vargas Llosa a celebrar su cumpleaños en Arequipa, donara 7 mil libros de su biblioteca, con los estragos que sufre el país en calamidades, pérdidas humanas y materiales, diluvios por doquier, allende y aquende, es absolutamente mala suerte.
A don Mario poco es lo que puede decírsele, sin pecar de profanos o advenedizos, en el terreno en el que brilla más, el único probablemente, la literatura. Allí discurre con agilidad juvenil y produce libros que no son del gusto de todos, pero esa es la ventaja que tienen las celebridades, unas de cal y otras de arena.
Cosa distinta es su opinión política. Su fobia antifujimorista es harto conocida. Y la prensa escrita, radial y televisada, se encargó de otorgarle visos de encíclica a esa postura. Razones no le faltan, Kenya Fujimori y el clan de que se rodeó a partir de 1990, son la tragedia de corrupción más notable de los últimos 50 años. El país fue literalmente saqueado. Y de poco sirven las excusas.
¿Qué es eso de que fue “garante” de ex presidentes, Toledo y Humala? Las garantías legítimas las otorga el pueblo en las urnas, a veces con yerros escandalosos y equivocaciones que hacen pensar que la democracia electoral, es un magnífico adefesio descartable. Verbi gracia: la cifra repartidora dio como resultado ¡72 legiferantes fujimoristas!
¿Y qué garantizaba Vargas Llosa? Ayer por la noche lo vi en televisión y dijo que el “caso” de Toledo era más claro (se refería a la comisión de presuntos delitos graves) y que lo de Ollanta Humala no lo era tanto. Hasta donde sé, será el Poder Judicial, con los derechos de equidad que asisten a los involucrados, el que declare si es delincuente tal o cual. ¿Creerá don Mario que su palabra reemplaza a los jueces? ¡Se equivoca muy mucho!
Nuestros personajes ilustres se comportan en el mundo, lejos de nuestras fronteras, como seres civilizados. Cuando llegan al Perú, recuperan todas las taras del controvertido y fallado ADN social y no se diferencian ¡en nada! de cualquier pillastre común y corriente. Como hay prensa sumisa, hay que dar municiones y opinar para que lo escuchen.
Pero implica una relevancia moral que ancla en el acierto, gran parte de su bondad. Si se equivoca siempre o sus análisis son monumentos a la nadería ¿de qué autoridad puede hablar quien se crea con tal derecho divino?
Verbi gracia: los dos ex jefes de Estado pasan por problemas más o menos difíciles. Uno está a punto de enfrentar una orden de captura internacional y el otro tiene que pedir permiso al juzgado para salir del país. Por transitividad, su esposa y el puesto de favor que le dieron en la FAO, tendrán duro escollo porque es casi seguro que necesitará de licencia escrita expedida por el juez si quiere viajar al exterior.
Su ex consorte, la señora Patricia Llosa, le dijo a don Mario: “lo único que tú sabes hacer es escribir” y continuó con el arreglo de la maleta en uno de sus viajes. Estoy tentado a suscribir la expresión de ella por certera y por encuadrar con sabiduría la mejor –y única- virtud de Vargas Llosa. Escribe y lo hace casi siempre con brillantez.
Un ejemplo de esa tradicional torpeza la constituye una fiesta de cumpleaños cuando el país se ahoga en el diluvio que es anticipación de una de las plagas bíblicas. ¿Por causa de qué no donó al Perú 300, 400 ó 500 mil dólares? ¡Eso hubiera sido mucho mejor que 7 mil libros que en Arequipa se leerán en los próximos 50 años! Estuve tres días en la ciudad sureña y vi centenas de ciudadanos balde en mano, juntando agua. Puedo afirmar que no tenían ganas de leer absolutamente nada.
¿Qué charló don Mario con el presidente Kuczynski?, ¿le dio consejos? Nadie lo sabe, de lo que sí hay certeza es que el jefe de Estado es muy renuente con lo que no cree y que tiene ocurrencias que descalabran cualquier imaginación. No le va muy a la zaga don Mario que como garante inspiró a dos ciudadanos de gobiernos muy mediocres.
No es intocable la habitual torpeza de don Mario.
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