La semana pasada, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) se libró del estallamiento de una huelga y el inicio de un conflicto interno largamente acariciado y cuyo desenlace sería incierto.
La diferencia que evitó el embrollo fue de 46 votos en la asamblea del Sindicato Único de Trabajadores de la UACM (SUTUACM), celebrada el pasado miércoles 29.
Los trabajadores (entre los que, por supuesto, se incluyen los académicos) finalmente decidieron aceptar, por 340 contra 294 sufragios, la propuesta de la administración que, dicho sea de paso, rebasaba ya los ofrecimientos que las administraciones de las demás universidades públicas del país ofrecieron este año a sus sindicatos.
El ejercicio–más allá de la intensidad de las discusiones y las disputas casadas entre algunos personajes– resulta una lección ya no digamos para la mayoría de las anquilosadas y viejas organizaciones obreras mexicanas, sino especialmente para las universitarias: público, abierto, democrático.
Las demandas de aumento salarial de los trabajadores son legítimas ante el deterioro del poder adquisitivo y el incremento de la inflación. La incertidumbre de las familias trabajadoras de todo el país se ha agudizado luego de un inicio de año con gasolinazos y aumento de precios de los productos de la canasta básica.
Algunos actores comprometidos con la anterior administración de Esther Orozco en la UACM vieron la oportunidad de regresar, pelear posiciones y, creyeron, someter a la rectoría actual y al Consejo Universitario. Vieron la oportunidad de montarse en las legítimas demandas de los trabajadores. No les importó sus antecedentes de haber apoyado a una rectora antisindical que puso a la universidad al borde de su desaparición. Se recuerda su calificativo de “fraude académico” para, desde dentro, socavar el proyecto de educación superior más joven del país.
Y es que al final, lo que se juega en la UACM es un modelo educativo. La sola existencia de una universidad pública y gratuita de reciente creación causa mareos a funcionarios y mercaderes de la educación como los aglutinados en Mexicanos Primero, la organización patronal que busca poner la educación pública al servicio de los intereses de las cámaras empresariales.
Actualmente, la UACM cuenta con una matrícula de 17 mil alumnos y para el año siguiente se incrementará a 18 mil. Desde su fundación, año con año, se abren 1 mil nuevos lugares. No existe examen de admisión, pues en esta Universidad se considera que tal filtro sólo beneficia a los aspirantes de mayores recursos (y generalmente de sexo masculino). Se ingresa por sorteo y quienes no encuentran cupo en ese año pueden inscribirse de manera automática al año siguiente. En el proceso próximo ingresarán 4 mil estudiantes. No hay cuotas ni cobros de ningún tipo. Por el contrario, se promueven becas para los alumnos de menores recursos. Y la responsabilidad frente a su sector laboral también es muy claro: los aumentos salariales de cada año son superiores a los de la inflación y los hijos de los trabajadores ingresan automáticamente, por ejemplo.
Y con todo, resulta de las universidades que menos gastan. El gasto promedio por alumno en la UACM es de 73 mil pesos al año. La cifra está muy por debajo de otras universidades públicas, que erogan por cada estudiante entre 120 y 140 mil pesos. El secreto es que en muchas de las otras instituciones, los grandes gastos no se destinan precisamente a los estudiantes.
Entrevisté al rector Hugo Aboites en su oficina de García Diego, en la Colonia de los Doctores: instalaciones austeras, sobrias, dignas. Nada de camionetas, guaruras, ni acompañantes. Él y dos secretarias laboraban luego de conocerse los resultados de la asamblea. Se transporta en un sedán y con frecuencia utiliza el Sistema de Transporte Colectivo Metro.
Señala que la UACM sí vive bajo acoso permanente. El presupuesto de la institución se compone de los fondos fiscales de la Ciudad de México y de los fondos federales. El año pasado recibió del primer rubro 1 mil 209 millones de pesos; del segundo, 150 millones. Para este año, la Asamblea Legislativa –contraviniendo la ley, que señala que el presupuesto asignado no puede ser inferior al del año pasado– sólo le destinó1 mil 146 millones de pesos. Por su parte, el gobierno federal apenas le asignó 40 millones.
Luego de una movilización y solicitud de diálogo con el gobierno federal, la administración de Aboites recibió el compromiso gubernamental de que le serán entregados de manera íntegra los 150 millones. Lo que hasta el momento de escribir estas líneas no se había resuelto era la reintegración de recursos por 63 millones de pesos por parte de la Asamblea Legislativa.
Los ataques a la Universidad –algunos virulentos provenientes de legisladores locales de los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional y de periodistas adoradores de la reforma educativa del gobierno federal– tienen, a decir de Higo Aboites, dos orígenes. Uno de ellos es que esta institución fue fundada por un personaje que hoy es candidato a la Presidencia de la República y sus adversarios buscan “desprestigiar al candidato desprestigiando algo que él fundó”.
Aboites no da nombres, pero resulta claro que se trata de Andrés Manuel López Obrador, el candidato del Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Asegura que ni su administración ni la universidad tienen relación alguna con el político. Tachar a la universidad de “obradorista” sería como tachar de porfirista a la Universidad que Porfirio Díaz abrió; de echeverrista a la que fundó Luis Echeverría o de cardenista a la inaugurada por Lázaro Cárdenas. Siguiendo su decisión de no dar nombres, fácilmente se puede advertir que se refiere a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y al Instituto Politécnico Nacional (IPN).
La otra vertiente de la crítica contra la UACM es que contradice todo el discurso educativo del gobierno federal y los gobiernos estatales.
Y es que la sólo existencia de una institución de educación superior como la UACM –más allá de sus contradicciones, limitantes, carencias y personajes–, muestra que otra universidad y otra educación son posibles.
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