Hace más de treinta años comenzó la decadencia política, doctrinaria y moral del Partido Aprista que hoy languidece en Alfonso Ugarte.
A partir de entonces vivieron de prestado por la épica y mística del pasado que fueran construidos por el liderazgo de hombres probos y capaces que bajo la conducción de Haya de la Torre sufrieron el ideal y una lucha sacrosanta basada en principios que consideraron insobornables.
El devenir indetenible e impostergable se hizo realidad evidente en el Partido y habida cuenta de su desnaturalización y desconexión con sus propias bases y nulo contacto o representatividad de nuestra sociedad se redujo a su mínima expresión después de haber ostentado por más de medio siglo, el blasón del partido de masas mejor organizado del Perú e Indoamérica.
Su ideología, de vigente presencia, fue reemplazada por el oportunismo, clientelaje y corrupción amén pesaroso de una dirección desenterrada del pasado vergonzante (como reza la letra de la Marsellesa Aprista), es decir por un caudillaje trasnochado y desubicado en nuestro espacio-tiempo histórico.
La Gran Transformación fue suplantada por el sainete que hizo de individuos que nunca trabajaron, en ricos. La reacción les facilitó la vida al acogerlos en su seno con satisfacción y sin ningún esfuerzo. La derecha consiguió lo que nunca pudo mientras vivió Víctor Raúl, y los mutó en sus apéndices o cajas de resonancia. En suma se vendieron a los vendepatrias.
Las banderas fueron arriadas sin vergüenza alguna, los más caros y anhelados proyectos apristas de pan con libertad y justicia social se hundieron en el lodo de la traición y el entreguismo.
Sabotearon la integración indoamericana para satisfacer los dictados de la potencia hegemónica y, sobre todo, burlaron el anhelo y fe de un pueblo, cada vez más olvidado, que luchó siempre por la democracia genuina.
¡No existe aprismo! Hay alanismo que es un desecho delictivo de estafa y desverguenza sin límites.
Las noticias informan que el JNE desconoció a la actual y espúrea dirigencia alanista, por su origen cuestionadísimo.
No es novedad el estropicio, es el resultado de un proceso plagado de vicios (padrones fraguados y adulterados, inexistencia de democracia interna, vale decir no hubo jamás crítica ni autocrítica, sólo expulsión de los que discrepaban, amenazas y agresiones físicas, ardides y farsas electorales) que hicieron de los congresos, convenciones y plenarios meras comedias de ínfima calidad; dibujando así la personalidad autoritaria, ignorante y faltos de ética de quienes se alternaron en su dirección a lo largo de más de tres décadas.
No sorprende pues, ver lo que está pasando al interior del viejo partido que fundara Haya. Colofón previsto por quienes hace muchos años lo denunciamos. Sin asumir pose de profetas advertimos que lo que mal anda, mal acaba y así está sucediendo. La orfandad política en que se encuentran los ha llevado a una alianza contranatura, para no desaparecer del escenario y proteger al Anti-Haya, Alan García, junto a Keiko, que ya es una vieja alianza (1990) y que está que la opinión pública llama “fujiaprismo”. ¡Que vergüenza!
Hay quienes bobamente “quieren” ver dos facciones (los malos y los buenos). En los hechos son las dos caras de una misma moneda falsa. Ambas bandas son responsables de la debacle, trasluciendo un simple afán por ser la cúpula de una organización que los blinde de sus fechorías. No desean salvar el partido, es la lucha por el poder que les permitirá estar impunes y a salvo de acusaciones pasadas, presentes y futuras. El fantasma de Odebrecht no los deja dormir.
Hoy más que nunca puedo afirmar que Alan García no fue nunca discípulo de Víctor Raúl, un sapo que nos quisieron hacer tragar, y lo digo con conocimiento de causa porque acompañé al Jefe del Partido hasta su muerte, razón por la cual se me encomendó pronunciar el discurso a nombre de la juventud en el Parque Universitario en su funeral, honor que no tuvo jamás el sujeto de marras.
Alan García no fue consecuente con el pensamiento de Haya de la Torre ni con las más caras tradiciones del APRA. Gobernó desde la derecha y con la derecha, mirando con desdén al pueblo que creyó en él.
Desde 1983 reclutó advenedizos con militancia en otros partidos, traidores, serviles. Sedujo a expulsados personalmente por Haya (se pasaron a las filas de Sinamos en el gobierno militar), gente que no tuvo empacho ni reparos en insultarlo porque la dictadura se los ordenaba. Aún guardo en mis archivos, documentos oficiales donde públicamente renegaban del Partido y del jefe, para congraciarse con sus amos los militares que los endulzaban con sueldos jugosos. Muchos fueron sus ministros y dirigentes del partido que él mangoneó. Allí están los Gonzales Posadas, los Del Castillos (que tiene la desfachatez de decir que milita desde hace 50 años, yo nunca lo vi), los Benigno Chirinos y siguen nombres que por asepsia política y por espacio no sigo.
La solución no es cambiar mocos por babas como decía Ricardo Palma. La gran higiene pasa por expulsar a todos los que llevaron al partido a su estado actual próximo a su desaparición. Además borrar sus nombres de la historia del partido como lo hacían los incas.
Las propias bases deben autoconvocarse y formar comandos de acción.
En el colmo de la aberración y por si fuera poco, los cómplices de Odebrecht como la Confiep, están reclutando corruptos alanistas para lanzar la candidatura de Roque Benavides su actual presidente y conspicuo miembro de la plutocracia minera (Yanacocha y Conga).
Más de 30 años del predominio alanista con inmoralidad y mediocre conducta han resultado el establo de ambiciones y pasiones subalternas que es el Partido Aprista hoy. Estamos notificados.
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