Los países de la Unión Europea y Canadá se escandalizan ante los gravámenes que el presidente estadounidense Donald Trump impone a sus exportaciones a Estados Unidos y hacen oír tímidamente sus voces. Pero se someten sin chistar a las sanciones que Washington ha decidido unilateralmente imponer a la República Islámica de Irán… y a todo el que comercie con ese Estado, incluyendo a sus socios occidentales. Estos adoradores del libre comercio, lo exigen entre aliados occidentales pero renuncian a él en el caso de Irán, sin tener en cuenta que, al prohibirles comerciar con Teherán, el amo estadounidense pisotea la soberanía de sus “socios” occidentales. El ensayista francés Roland Hureaux lo explica en el semanario suizo Horizons et Débats.
Por Roland Hureaux
Europa se indigna ante las medidas proteccionistas que acaba de adoptar el presidente Donald Trump y con las amenazas que profiere hacia ella desde que él decidió retirar a Estados Unidos del acuerdo con Irán, y tiene razón en indignarse.
Pero es posible que no esté escogiendo el terreno correcto para el enfrentamiento.
Es evidente que las medidas proteccionistas de Washington, en particular las vinculadas al acero y el aluminio, provocan un concierto de protestas mucho más importante que el dictado que impone a las empresas europeas al obligarlas a cesar todo tipo de comercio con Irán, amenazándolas de tomar contra ellas graves represalias.
Pero nos parece que esto último es más escandaloso y que es precisamente lo que más debería indignar a la opinión europea.
No hay nada de ilegítimo en que Estados Unidos quiera aplicar cierto grado de proteccionismo. Aunque los acuerdos del GATT –posteriormente convertido en la Organización Mundial del Comercio (OMC)– tendieron a hacerlo retroceder desde 1945, el proteccionismo sigue siendo uno de los instrumentos legítimos de soberanía que todo Estado tiene a su alcance para proteger su economía.
Las motivaciones de Trump son, en este caso, dignas de respeto: dar nuevamente trabajo a los obreros estadounidenses, rectificar la balanza comercial, proteger sectores estratégicos –que nosotros, en cambio, descuidamos. El impacto del libre comercio es discutible, son cada vez menos los expertos que lo ven como la panacea del crecimiento.
Mucho menos legítimas son las secuelas de la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, una decisión unilateralmente impuesta a sus socios y que atenta gravemente contra el derecho internacional. La aplicación extraterritorial de la justicia estadounidense constituye un grave peligro para la soberanía de los demás Estados y para los intereses económicos de estos, como se vio en el caso de Alstom, empresa [francesa] estratégica que cayó bajo control estadounidense debido a la fuerte multa que un tribunal estadounidense impuso en un litigio que ni siquiera había tenido lugar en suelo de Estados Unidos.
Responder de manera clara y fuerte contra esas prácticas nos parece más urgente que lloriquear sobre el acero y el aluminio.
Desgraciadamente, los países europeos, prisioneros de la ideología globalista, han caído en una verdadera inversión de valores. Las medidas proteccionistas de Trump chocan con el ideal del libre comercio universal, núcleo del pensamiento dominante desde hace lustros. Los europeos ven esas medidas como una falta grave, como un cuestionamiento del orden mundial.
Por el contrario, las medidas contra Irán –medidas que Estados Unidos les obliga a seguir en contra de sus voluntades– atentan sólo contra la soberanía de los europeos. Esas medidas se inscriben, por cierto, en el marco de un conflicto vinculado al Medio Oriente, que muchos, incluso del lado europeo del Atlántico, ven como una lucha del bien contra el mal, como una especie de universalismo contra el particularismo iraní. Anestesiados porque se trata de algo que va más allá del marco nacional, europeo o globalista, ven como grave algo que no lo es y les parece normal lo que más debería indignarlos.
Los intereses afectados por las sanciones contra Irán son extremadamente serios: las amenazas estadounidenses provocan la suspensión de los proyectos de [las empresas francesas del sector automotriz] Peugeot y Renault, la anulación de pedidos a Airbus [consorcio europeo] y la retirada [de la escena iraní] de Total y de Engie [dos empresas francesas del sector de la energía], o sea perjudican considerablemente la economía de Francia.
La economía de Alemania también se ve afectada a través de Siemens y de sus bancos, pero quizás menos que la economía francesa. Pero el proteccionismo estadounidense acabará afectando más la economía alemana. Esta disimetría no basta para explicar la reacción europea.
En todo caso el interés de Francia sería invertir las perspectivas para poner la cuestión de Irán en el centro del debate, incluso mostrándose más flexible sobre las medidas proteccionistas de Trump.
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