Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Egipto y Francia se han aliado con Rusia en contra del Gobierno de Unión Nacional constituido por la ONU en Libia.
Es la primera vez que Washington y Moscú se concertan para hacer fracasar una solución que antes apoyaron en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Al parecer Alemania, Italia y el Reino Unido creyeron que Estados Unidos y Rusia respetarían el compromiso que antes adoptaron ante la comunidad internacional.
Pero el grupo de países que respalda al mariscal libio Khalifa Haftar no está tan unido como parece. Estados Unidos apoya al mariscal únicamente para prolongar el caos en Libia, al menos hasta que comiencen a agotarse las fuentes estadounidenses de hidrocarburos de esquistos –lo cual debería suceder en 2023 o 2024, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Por su parte, Rusia apoya al mariscal Haftar para favorecer la estabilización de toda la región.
En tiempos de la Yamahiriya Árabe Libia, Haftar dirigió el cuerpo expedicionario libio en Chad, se rebeló contra Muammar el-Kadhafi y se puso al servicio de la CIA, para acabar exilándose en Estados Unidos. Incluso se instaló en Virginia, muy cerca de la sede de la CIA. Después del derrocamiento y posterior linchamiento de Muammar el-Kadhafi, Haftar volvió a Libia, donde siempre ha gozado de respaldo estadounidense, a pesar de las apariencias.
En Washington se sabe perfectamente que sólo Saif al-Islam Kadhafi, hijo de Muammar el-Kadhafi, tiene posibilidades reales de unir nuevamente las tribus libias, pero los estadounidenses no tienen intenciones de apoyarlo ya que prefieren mantener abiertas todas las posibilidades de conflicto en Libia para poder exacerbarlas constantemente.
Por otra parte, Saif al-Islam no ha aparecido en público desde que fue liberado –después de haber sido torturado por sus captores–, así que se ignora si está o no en condiciones de desempeñar un papel en el escenario político libio.
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