Recientemente se han registrado acercamientos entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno colombiano, con miras a iniciar un nuevo proceso de paz. Este artículo analiza los temas centrales de esta negociación, sus implicaciones y posibilidades en el contexto geopolítico actual.
El ELN históricamente no ha podido formalizar un proceso de conversaciones de paz con ningún gobierno; siempre ha hecho aproximaciones y acercamientos, pero a la hora de la verdad siempre ha surgido un entrabe que ha dificultado cualquier tipo de concreción.
En los últimos tiempos de nuevo estamos frente a un intento en esta dirección, que se inició con la vinculación de México como facilitador, a solicitud del gobierno colombiano y con la posterior aceptación del ELN.
El gobierno Uribe ha mantenido como política que cualquier conversación con organizaciones armadas ilegales debe estar precedida de un cese de hostilidades, tratando de hacer realidad de esta manera un slogan vigente desde la campaña presidencial: "urgencia para el cese de hostilidades y paciencia para la desmovilización y desarme". Y sin duda éste ha sido uno de los elementos a superar en esta fase de acercamientos, por cuanto el ELN ha planteado que ese es un condicionamiento difícil de aceptar, pero igualmente ha reiterado su disposición a buscar fórmulas.
Sin embargo, hay que reconocer que tanto Gobierno como ELN han hecho esfuerzos importantes para acercar sus posiciones y hacer viable un encuentro formal entre las dos partes: el gobierno aceptó una figura de reciprocidad y de temporalidad en el cese de hostilidades; el ELN, por su parte, suspender las acciones militares ofensivas contra la Fuerza Pública y contra la infraestructura, con lo cual la distancia ha disminuido. Pero queda el tema de los secuestros de carácter económico, sobre el cual no ha existido acuerdo: el Gobierno lo considera un aspecto fundamental porque alivia a la sociedad civil; para el ELN, en su lenguaje, son retenciones y las valora como estratégicas para su financiación. En cualquier caso, lo importante es que las partes siguen explorando alternativas que les permitan superar el impasse, sin que ninguno de los dos aparezca habiendo ’perdido’ en el pulso, es decir, intentando que las dos partes terminen en un acuerdo políticamente aceptable y dentro del cual sea la sociedad colombiana la ganadora.
Ahora: si se logra superar este impasse, como esperamos, quedan otros aspectos de procedimiento que se deben resolver de manera satisfactoria, como por ejemplo las garantías suficientes para que uno o varios miembros del COCE acepten viajar a México -sobretodo si hay elementos de desconfianza en el entorno-, lo cual no parece irrelevante en un escenario en el que mecanismos como la extradición han sido aplicados a miembros de organizaciones guerrilleras. Es posible que la participación del Grupo de Países Amigos (Cuba, Francia, España, Noruega y Suiza), de la Comisión de Seguimiento de la Iglesia y/o de la Comisión Facilitadora Civil, puedan ser mecanismos que den más confianza a los dirigentes guerrilleros.
Quedan los temas sustantivos, es decir, qué se va a discutir y cuáles son las posibilidades de avanzar en esta dimensión. Todo indica que en principio el ELN tiene como agenda para esta fase inicial tres puntos: el llamado ’acuerdo humanitario’ -regulación de minas antipersonales y otro tipo de explosivos-, la libertad de sus presos políticos y un cese bilateral del fuego. Ahora bien, estos tres temas pueden tener una interpretación restringida o ampliada; en el primer caso, se trataría de formalizar procesos de desminados y el uso de algunos explosivos por la Fuerza Pública, pero existe la posibilidad de incorporar otros aspectos como diálogos regionales, coordinados nacionalmente, que vayan comprometiendo a los distintos frentes guerrilleros en la lógica de la negociación y lleven a las diversas comunidades que han vivido y sufrido el conflicto a avizorar horizontes de una sociedad sin guerra, convirtiendo este tema en un instrumento que posibilite contar con un entorno positivo para pasar a fases más avanzadas de negociación. También cobra importancia lo relacionado con la libertad de presos políticos del ELN, empezando por el propio Francisco Galán, quien sin duda ha sido un abanderado de la búsqueda de la paz con su organización y lleva más de doce años en prisión.
Hemos dicho que en buena medida las posibilidades de consolidar un proceso de paz con el ELN dependen de la apuesta política que sea capaz de hacer un gobierno frente a esta organización guerrillera, dejando de lado la lógica de tipo realista que dice "según que tantos fusiles tenga usted, serán las eventuales concesiones que yo le haga". Por ello es fundamental entender la dimensión política que estaría presente en una negociación con esta organización guerrillera, dentro de la cual la propuesta de Convención Nacional juega un papel fundamental, como un espacio en el cual diversos sectores de la sociedad colombiana analicen y se pronuncien acerca de las reformas que serían deseables para consolidar un escenario de paz. Igualmente es importante reconocer el valor que el ELN le da a los acompañamientos de la sociedad civil y de la iglesia en el eventual desarrollo de las conversaciones.
Por ello querer aislar unas conversaciones con el ELN de este "hábitat natural" sería una manera segura de hacerlas abortar. Como lo señala Antonio García en su entrevista del primero de abril de este año, "la propuesta de paz del ELN es por esencia un proceso abierto a la sociedad, busca la participación de todos los sectores de la sociedad por cuanto pensamos que la paz es un deber y un derecho de todos los colombianos, de igual manera entendemos que la paz de Colombia hace parte de la construcción de la paz del mundo y se necesita la cooperación de la comunidad internacional". No hay que temerle a que el ELN pretenda hacer política en estos escenarios, porque un proceso de paz con una organización guerrillera como el ELN es justamente permitirle que se ’engolosine’ cada vez más con la política y en esa medida la lógica de la violencia sea dejada de lado.
En el mismo sentido hay que considerar el rol que el ELN le da a la comunidad internacional y desde hace un tiempo también a la comunidad latinoamericana de naciones, consideración en buena medida asociada con los triunfos electorales de candidatos y partidos de izquierda en la región. Eso explica, entre otras razones, el porqué los negociadores del ELN aceptaron rápidamente la facilitación mexicana, así como la importancia que le dieron a la reciente reunión de Presidentes de Brasil, Colombia, España y Venezuela en Guayana (Venezuela) que tuvo significados e implicaciones más allá de los acuerdos formales o comunicados, que no siempre reflejan todo lo que se conversó ni las implicaciones a futuro de lo tratado.
El encuentro se desarrolló entre dos presidentes que han tenido tensiones con los Estados Unidos, el gran ausente pero presente: España, por la retirada de tropas de Irak precipitada por el triunfo socialista y el abandono de la incondicionalidad frente a los Estados Unidos que mostraba el anterior gobierno. Venezuela, por la antipatía no disimulada que le produce al gobierno norteamericano la estrecha relación con Cuba y las políticas de confrontación venezolanas frente a estrategias como el ALCA, los TLC y la política antidrogas. Pero los otros dos presidentes representan posiciones diferentes: Uribe, el más incondicional de la política norteamericana en Sudamérica -entre otras razones porque depende cada vez más de su ayuda- y por ello mismo el que siempre recibe elogios de los altos responsables de ese país; Lula, presidente de una potencia de nivel medio con un espacio geopolítico propio y con quién los Estados Unidos no quiere tener una relación tensa, pese a provenir de un partido de izquierda y presidir un gobierno de ese signo.
La reunión se hizo dentro de un contexto en el cual Estados Unidos intenta aparentemente distensionar la relación con la región, en especial con Venezuela y Brasil. La Secretaria de Estado, Condolezza Rice, en recientes declaraciones a un periódico norteamericano que analistas ven como conciliadoras, señaló que si bien con Venezuela "hemos tenido diferencias", "nadie quiere ser enemigo de Venezuela o de su liderazgo". En relación con Brasil y el presidente Lula, dijo que "algunas de nuestras mejores relaciones son con gobiernos que vienen de la izquierda. Tenemos una relación muy buena con el presidente Lula, por ejemplo". Estas son declaraciones comprensibles en una región como la suramericana, que cuenta con cinco gobiernos que se pueden ubicar como de izquierda y un país como Brasil que muy seguramente será uno de los nuevos miembros del Consejo Permanente de la ONU.
La tensión en la región se sitúa en el caso boliviano, con un movimiento indígena que representa más del sesenta por ciento del total de la población y que ha convertido al Movimiento al Socialismo (MAS) y a su líder Evo Morales en el más seguro próximo presidente de Bolivia. Allí radica por el momento la principal preocupación del gobierno estadounidense. Condolezza Rice anota que el riesgo del populismo se basa en "una demagogia sobre diferencias de clases", y lo considera " más peligroso en esta región, porque aquí tiene algo de historia", con lo cual tiene algo de razón, porque en Latinoamérica hay una historia de populismo que en su momento jugó un importante papel en la construcción del Estado-Nación.
La reunión de Presidentes, tres de gobiernos de centro-izquierda (España, Brasil, Venezuela) y uno considerado como de centro-derecha (Colombia), puede ser beneficiosa para cada uno de ellos, por ejemplo en cuanto a tener nuevos apoyos a la solución de la confrontación con la guerrilla en Colombia, o el espaldarazo que recibió Venezuela de España y Brasil. También puede traer beneficios para la región en su conjunto si se logran impulsar iniciativas que distensionen las relaciones entre vecinos, mejoren las posibilidades con la Unión Europea y hagan que el gobierno norteamericano respete los procesos de autonomía política que se están viviendo en la región.
A esa reunión de Presidentes, el ELN envió una carta pública en la cual el Comando Central de esta organización plantea que rechazan el terrorismo y el narcotráfico y le solicitan su acompañamiento para darle certidumbre a los acercamientos de paz con el gobierno colombiano: "Por las grandes implicaciones que tiene el conflicto interno colombiano en la desestabilización del área, la ausencia de una solución política para él, no puede escapar al análisis y consideración en la reunión de presidentes de Ciudad Guayana.
El ELN de Colombia rechaza el terrorismo y el narcotráfico y reafirma ante ustedes su compromiso inmodificable con la paz, pues sabemos que si avanzamos por este camino estamos contribuyendo en la construcción de una esperanzadora democracia que haga viable la justicia social como componente esencial de la nueva estabilidad que puede terminar de nacer para quedarse definitivamente en América del Sur.
Hoy, cuando el ELN viene trabajando la posibilidad de un proceso de diálogo con el actual Gobierno, vemos importante que los gobiernos de Brasil, Venezuela y España nos pudiesen acompañar para crear una mayor certidumbre frente a la paz, que a lo largo de estos 40 años nos ha sido tan esquiva..."
Ojalá que en esta ocasión los negociadores del gobierno Uribe y del ELN sean capaces de comprender la importancia de lo político y de lo internacional en una negociación como ésta y no se repita la historia del pasado en que siempre a última hora las cosas se frustran, consolidando en ciertos sectores de la sociedad colombiana la idea que se trata de esfuerzos inútiles y aumentando la desesperanza.
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