El capítulo latinoamericano del Foro Social Mundial recién concluido en Caracas, no ha sido una simple cita de entusiastas deseosos de intercambio y de entendimiento.
Es, por encima de todo, un fiel reflejo de los nuevos tiempos que vive el área y del
rumbo que adopta, consciente y sin miedos, el movimiento popular internacional en una época de hegemonismos imperiales desbordados.
Cierta prensa ha querido estigmatizar el encuentro, al promover la idea de que Venezuela y Cuba han asumido su monopolio ideológico y político, y por tanto la pluralidad es un mito. Nada más alejado de la realidad. En todo caso habría que hablar de una convergencia universal en la que Caracas y La Habana son en todo caso fuertes referentes, a partir de sus ejemplos y experiencias revolucionarias.
Deberían preguntarse estos “teóricos” qué verdaderamente motiva a cien mil personas de todas las latitudes a viajar miles de kilómetros para reunirse durante varios días. Confrontar sus respectivas apreciaciones de esta hora universal y proponerse la unidad que demanda el cambio urgente y necesario. ¿Puede acaso ser el móvil la convocatoria de uno o dos países del Tercer Mundo, o existen razones más poderosas? Harían bien esos “objetivos observadores” en advertir qué ocurre en la vida de los pueblos, como resultado del actual orden imperial, para encontrar una explicación realmente coherente.
Acuden los movimientos indígenas, porque del capitalismo en ciernes hasta el de nuestros días, no recibieron más que discriminación y pobreza. Van las madres norteamericanas, porque sus hijos son enviados a morir en tierras extranjeras en defensa de los intereses de las transnacionales energéticas. Se suman los estudiantes, los obreros y las mujeres, porque les pisotean sus derechos y se confisca su futuro. Y están Cuba y Venezuela, porque a una resistencia vertical añaden una experiencia de confraternidad e internacionalismo que habla de una alternativa posible y bien prometedora.
Luego entonces, el principal “ideologizador” es precisamente un sistema que no ofrece salidas, y arremete a diestra y siniestra a partir de sus visiones netamente excluyentes y violentas. La causa, esa tan buscada por ciertos analistas al otro lado del mar, está en sus propios patios, y lo peor es que lo niegan o lo esconden.
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