La política antiinmigrante del gobierno del presidente George W. Bush y su Congreso, que eligieron a los ilegales como el chivo expiatorio de los problemas económicos que vive el país, ha hecho despertar finalmente la furia de estos 12 millones de personas cuyos elementales derechos han sido negados por el estado y la sociedad norteamericana.
Las primeras protestas y en especial la marcha de Los Angeles, que sobrepasó el millón de acuerdo a los más fríos cálculos, ya hicieron titubear a Bush quien declaró que tiene ’compasión hacia los inmigrantes’ pero que no puede hacer nada para promulgar una amnistía para los ilegales porque ’tengo que obedecer al Congreso y sus leyes’, dijo e hizo sonreír al mundo.
Un presidente, que violó casi todas las leyes internacionales, ignoró al Congreso para iniciar dos guerras llevando a la bancarrota el presupuesto del estado, pisoteó la privacidad y los derechos constitucionales de su pueblo, ordenó escuchas telefónicas, creó una red de soplones, incluyendo inclusive a los choferes de ómnibuses escolares y aterrorizó al país entero, ahora se presenta como un paladín de las leyes levantando la espada de Damocles contra los inmigrantes que son el motor de la economía norteamericana y quizás su último recurso de evitar el desmoronamiento del imperio, realmente llega a lo cínico.
La gran mayoría que viene a Norteamérica no ignora que la penosa decisión de emigrar fue para librarse del hambre y la desocupación, situación a la que fueron arrojados nuestros países para hacer marchar la economía norteamericana bajo el falso pretexto de globalización, engañoso símbolo de progreso y prosperidad. Las corporaciones multinacionales se enriquecen desorbitadamente, mientras que nosotros perdimos todo. Hasta nuestros recursos naturales, fueron entregados a las empresas extranjeras y en especial a las estadounidenses.
Todas las promesas han sido falsas, inclusive la última condonación de una parte de la deuda a Bolivia, Nicaragua y Honduras anunciada con bombos y platillos por el Banco Mundial como un gesto ’histórico de buena voluntad’. Ahora resulta que es otra mentira. A cambio de la ’bondad’ de los banqueros todos estos países tuvieron que hacer más pobres a sus ciudadanos y endeudarse más. Lo mismo sucede en el resto de América Latina, a excepción de Cuba y posiblemente de Venezuela.
No hay trabajo, ni el pan de cada día.
¿Frente a esta situación, qué alternativa le queda a la mayoría de la población latinoamericana y en especial a los jóvenes? Por supuesto, emigrar especialmente, al país que hizo destruir esas economías y se apoderó de nuestros recursos naturales. Esta es la razón por la cual tuvimos que arrancarnos de nuestros terruños, parientes, hijos y amigos para poder sobrevivir y ayudar a los que dejamos.
Anualmente los hispanos que vivimos aquí mandamos más de 56 mil millones de dólares a nuestros países, nuestro poder de compra ha crecido a 700 mil millones de dólares, contribuimos al Seguro Social 25 mil millones de dólares y producimos una riqueza para la economía norteamericana de unos 2 millones de millones de dólares.
Sin el dinero que genera el gigante compuesto por 12 millones de trabajadores tildados de ilegales y de otros 36 millones de hispanos legales, reventarían tres sectores importantes de su economía: los servicios, la construcción y la manufactura.
Bush, su Congreso y sus grandes medios de comunicación ya están asustados por las marchas en todos los rincones del país, pero todavía resisten a pesar de los consejos de sus propios estrategas republicanos de dar amnistía a los indocumentados.
Hace poco uno de los influyentes asesores del Partido Republicano, Ed Gillespie declaró que ’el Partido Republicano no puede arriesgar de convertirse en un partido anti-inmigrante. Corre el peligro de perder en las próximas elecciones ya que depende principalmente del voto de los blancos sin tomar en cuenta los rápidos cambios demográficos que se están produciendo en el país’.
’Con la resistencia no alcanza, sin contraataque no hay victoria’. John William Cooke, 1920-1968
La presión de inmigrantes y su decisión de luchar por sus derechos sin miedo de dejar al descubierto la ’ilegalidad’ de muchos, ya está produciendo reacciones a nivel local. En un pequeño suburbio de los Angeles, Maywood, el municipio presidido por el alcalde Felipe Aguirre declaró oficialmente a la ciudad como un ’paraíso seguro’ para inmigrantes ilegales. A la vez, el Consejo Municipal de la ciudad de Chicago tomó la decisión de seguir su política de apoyo a inmigrantes e ignorar las leyes federales anti-inmigrantes, igual como lo hicieron en 1850 desobedeciendo las leyes ’draconianas’ del gobierno federal de capturar a los esclavos fugitivos. Habría que ver si aquí en Nueva York, el alcalde Michael Bloomberg y su consejo municipal, que tanto hablan de su liberalismo, se atreverían a seguir el ejemplo de sus colegas de Chicago.
Mientras tanto hay que decirles a las autoridades que ningún humano es ilegal, y menos aquel que le da el pan y seguridad al país. Por eso de oído a oído, de estudiante a estudiante, de jornalero a jornalero, de obrero a obrero, de organización a organización, todos debemos estar conscientes y hacernos escuchar, en calles y avenidas y en todos los rincones: ’LEGALIDAD O HUELGA’.
Las movilizaciones masivas de los emigrantes contra la política de Bush es solamente un aviso de que el gigante dormido se despertó.
El 10 de Abril es la Marcha Nacional, y la huelga general que estn convocando las organizaciones de inmigrantes para el próximo primero de mayo será el otro paso.
¡Presidente Bush está usted avisado!
Artículo publicado en EL DIARIO/LA PRENSA de New York, el 6 de abril de 2006
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