Seguramente, por causa de este artículo, me haré de varios enemigos entre mis colegas, pero no me importa. Hacen muchos años que me siento absolutamente desvinculada de un gremio médico que lejos de pensar en la medicina como una profesión de alto contenido social, ha convertido el arte de curar el dolor ajeno en una actividad meramente lucrativa, donde los pacientes son nada mas que cifras en una chequera.
Cuando empecé a estudiar medicina, lo hice llevada por la convicción profunda que mi misión en la vida era paliar el dolor ajeno; dedicar todos los años que me quedaban a liberar a las personas de sus enfermedades, porque siempre me conmovió desde muy pequeña, el dolor humano. Me parecía que ser médico era un verdadero privilegio para cualquier ser humano, porque significaba tener la llave para curar las dolencias de las personas, ya que no existe, sin duda alguna, un miedo más poderoso que el miedo a la muerte, así que ser capaz de dar o prolongar la vida, paliar el dolor y dar una esperanza, era simplemente, una maravilla para cualquiera. Sin embargo, los años han pasado, casi veinte desde que dejara la Facultad de Medicina y los pasillos del Hospital de Clínicas de La Paz, y en todo este tiempo me he dado cuenta, desencanto e impotencia de por medio, que la medicina, lejos de ser un apostolado de servicio al prójimo, es una de las profesiones en la que los que la ejercen, obviamente con honrosas excepciones, no son más que vulgares mercaderes que han perdido la capacidad de asombro ante la perfección del cuerpo y el misterio que rodea la vida y la muerte, por lo tanto, han perdido, que terrible, el respeto por el ser humano y cuando se pierde el respeto por la vida, prácticamente, ya no queda nada. Los seres humanos dolientes, asustados y desesperados por una respuesta, no son más que el número de historia clínica. La persona que habita el cuerpo enfermo ha dejado ya de preocupar.
Por lo tanto, toda esta parafernalia que han protagonizado los galenos desde el Colegio Médico de Bolivia, rasgándose las vestiduras por la presencia de médicos cubanos que sí hacen lo que ellos jamás han hecho, desnuda una verdad tremenda, que hay que tener la valentía de decirla. Desgraciadamente, desde hacen unos años atrás, la ética en la profesión médica se ha perdido por completo; los Colegios Médicos son solamente clubes de amigos que nunca se han inquietado por apoyar verdaderamente a la gestión gubernamental en la solución de los problemas de la salud de las y los bolivianos; lo único que han hecho es intervenir para conseguir, de una u otra forma, ventajas comparativas frente a los otros trabajadores sanitarios, por esa creencia funesta y tan errónea, de que el médico es algo así como el secretario privado de dios, dueño de la vida y de la muerte. Nunca han discutido de manera veraz y valiente, la problemática del sector; solamente sirven para otorgar privilegios a una casta de la sociedad que se creen tan, pero tan privilegiada, que mira desde tan arriba, que por la altura de su soberbia no es capaz de mirar la miseria y el dolor de los millones de bolivianos que se debaten entre la vida y la muerte, entre la desesperanza y el dolor y que buscan en esos individuos de bata blanca una respuesta, sin embargo, reciben tan solo desprecio, ya sea porque están sucios, porque son indios o son analfabetos; porque es fastidioso levantarse a la madrugada para ayudar a parir a una mujer que ha recorrido un centenar de kilómetros para llegar hasta la posta. La solidaridad, simplemente ha desaparecido; la convicción, los principios y lo que un día de fiesta, todos almidonados juraron en el Paraninfo de la Alma Mater, eso ha quedado guardado en el cajón más empolvado de los recuerdos. Definitivamente, humildad y servicio, son dos palabras que no existen en el diccionario de la mayoría de los médicos y médicas actuales.
Sin embargo los colegas cubanos son diferentes y es por eso que sacan roncha; es por eso que producen malestar entre la casta de galenos, porque se dan cuenta perfectamente que son individuos formados en la doctrina de la medicina social a quienes les queda clarísimo que están en Bolivia, no para hacerles competencia a los colegas que tienen elegantes (y vacíos!!!) consultorios en la zona sur de La Paz, sino para hacer medicina social, para llevar a la práctica la teoría socialista de la solidaridad; porque han comprendido claramente que ser médico es ser un soldado de la revolución, porque una revolución no llega a ninguna parte si la gente está enferma y es ignorante. Esta es la razón por la que Fidel lo primero que hizo fue crear el que es seguramente, el mejor sistema de Salud Pública de Latinoamérica y erradicar el analfabetismo de la Isla.
Estos médicos cubanos, sacan roncha porque han tenido el atrevimiento, con sus actitudes claras y comprometidas, de echar en cara a la colectividad médica de Bolivia su ineptitud, su mediocridad y su miopía cerebral y espiritual. Les han demostrado que de lo único que se han ocupado es de cubrirse los unos a los otros y que en ningún momento se han decidido seriamente a paliar el dolor de los bolivianos que en algún momento de su vida, juraron servir. En resumen, se han olvidado que los médicos son servidores, no amos.
Sin embargo, no es culpa de los galenos, exclusivamente; también lo es de este sistema deshumanizador y cruel que se instaló en Bolivia por más de 25 años y que nos hizo creer que lo único que importaba era el capital y no las personas. Que produjo profesionales absolutamente descontextualizados de su realidad y lo que es peor, que jamás les dio la oportunidad que se merecían por el esfuerzo realizado. Es realmente cruel formar médicos con mentalidad anglosajona en uno de los países más pobres de Latinoamérica.
Solo espero que mis colegas recapaciten y en lugar de colocarse en posición de lucha contra el Ministerio de Salud o contra los colegas cubanos, se den cuanta que este es un proyecto Latinoamericano; que lo que el Presidente Evo Morales está haciendo, no es solamente poner parches, sino que está estructurando, sin prisa pero sin pausa, una revolución cultural, en la que verdaderamente, se refundará un nuevo país. Por lo tanto, es importante darse cuenta que lo que hay que hacer es unirse y saber tener la humildad suficiente para reconocer que uno se ha equivocado y que se acabó el tiempo del lucro, para dar lugar al tiempo de la construcción, la solidaridad y la libertad.
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