El referendo autonómico ilegal e inconstitucional de la provincia boliviana de Santa Cruz es el eslabón de una estrategia mortífera para América Latina, en la cual el imperio pasa a una etapa de contrarrevolución general, para prevenir que los movimientos populares continúen llegando al poder y nacionalizando recursos.
La intentona separatista de la oligarquía de Santa Cruz con el apoyo de sus similares de Beni, Pando y Tarija (la llamada media luna, rica en recursos naturales), que pretenden referendos similares en las próximas semanas, constituye parte de ese gran plan.
El llamado estatuto autonómico reserva para el departamento de Santa Cruz 44 facultades que solamente puede ejercer el gobierno central y llega a poner control al paso de otros bolivianos por su territorio. El manejo de carreteras, ferrocarriles, aviación, riquezas económicas, comunicaciones, aduanas e impuestos hablan claramente de que lo que buscan el prefecto, Ramón Costas, el presidente del llamado Comité Cívico, Branco Marinkovic, y Estados Unidos es la formación de un nuevo Estado, quizás en unión de los otros tres departamentos de la media luna.
Hay algunas curiosidades que refuerzan la convicción de que se trata de un plan del gobierno norteamericano.
Durante muchas semanas previas al referendo, el embajador de Estados Unidos, Philip Goldberg, casi se mudó para Santa Cruz, donde era evidente dirigía los trabajos separatistas. No sería extraño que muchas ideas suyas estuviesen presentes en el llamado estatuto autonómico.
Además, Washington no solo tiene en la mirilla el caso boliviano. Las pretensiones de EE.UU. van mucho más allá y en este momento los blancos de su estrategia se enfilan a derrocar a los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, y Rafael Correa, de Ecuador.
Dos días antes de la consulta, el propio mandatario ecuatoriano declaraba públicamente que la oligarquía boliviana y el famoso plebiscito exhibían lazos estrechos con aspiraciones similares de los grandes empresarios de la provincia de Guayaquil y del estado venezolano de Zulia.
Respecto a Caracas, la situación emerge con claridad por las transparentes posiciones antiimperialistas del presidente Hugo Chávez.
Contra Quito, el odio proviene de la poca vida que le queda a la base aérea estadounidense de Manta, un enclave fundamental para la estrategia del Comando Sur, junto a sus instalaciones en Colombia, que le permiten el control de los territorios andinos y el mantenimiento del conflicto colombiano como pretexto de su presencia en la región para atajar mareas populares en países vecinos.
Como para corroborar tal estrategia imperial, el compañero Fidel Castro, al analizar la resurrección de la IV flota norteamericana para nuestra región como eslabón de la defensa de su dominio, titula de forma definitoria su reflexión al respecto: Respuesta hemisférica yanqui: la IV Flota de intervención.
Este nuevo paso de presión bélica es, al mismo tiempo, una señal de la debilidad de las ideas retrógradas que surgen de los institutos pagados por el complejo militar industrial y el avance de una conciencia que atemoriza a los del Norte.
Como cita Fidel, el jefe del Comando Sur, almirante James Stavrides, fue claro cuando dijo que Estados Unidos necesita trabajar más fuerte en “el mercado de las ideas, para ganar los corazones y las mentes” de la población de la región.
Hasta las ideas las llevan al mercado, defendido por portaaviones, submarinos nucleares, cohetes y bombas atómicas.
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