En la 64 sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas, el 28 de octubre, México se pronunció a favor del proyecto Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba, que por decimoctava vez se sometió a votación.
Aunque México apoyó la eliminación de las restricciones comerciales y financieras impuestas desde 1959 por 10 administraciones estadunidenses contra esa isla del Caribe, su voto es parco como lo ha sido en los últimos sexenios el sentido global de la diplomacia de este país. Pródiga en el boato y mezquina en el discurso, la política exterior mexicana sigue sin rechazar esa política excluyente que priva a 11 millones de cubanos de los bienes básicos que les permitan vivir dignamente, con respeto a su derecho a la alimentación y a la salud.
Resulta absurdo que el fin de semana previo a esa votación, la cancillería mexicana invitara –a cuenta del erario– al cuerpo diplomático acreditado en el país para “conmemorar” los 50 años de existencia de Naciones Unidas en el puerto guerrerense de Acapulco, y que días después en Nueva York, durante la votación contra el bloqueo, escatimara a los mexicanos y a la comunidad internacional un argumento contundente contra el perjuicio que la medida extraterritorial causa a las propias empresas mexicanas y a las trasnacionales ubicadas en México que desean comerciar con Cuba.
Esa política exterior se alinea con la ofensiva mediática desplegada por Estados Unidos, en la que se afirma que el bloqueo se ha “flexibilizado”. En la práctica, Barack Obama –Premio Nobel de la Paz 2009– sólo eliminó las medidas más estridentes que aplicó su antecesor en la Casa Blanca y que se traducen en la reanudación de los permisos para que los estadunidenses de origen cubano viajen a Cuba, así como la autorización para que envíen remesas a sus familiares en la isla. No obstante, continúa vigente el marco legal dirigido a destruir la economía cubana que también va en perjuicio de ciudadanos y empresarios estadunidenses que, víctimas de la crisis financiera y económica de su país, anhelan vincularse comercialmente con Cuba.
Así lo mostró una encuesta reciente en la que el 76 por ciento de los ciudadanos de Estados Unidos manifestó su rechazo al bloqueo; pero la administración de Obama, pese a esa voluntad, mantiene las restricciones comerciales, multa, confisca y entorpece las transacciones cubanas con terceros países.
En ese mismo sentido fue la previsión de los legisladores del Partido de la Revolución Democrática, del Partido del Trabajo y de Convergencia en el Senado de la República, que el 20 de octubre propusieron un punto de acuerdo para exhortar a las secretarías de Relaciones Exteriores y de Economía a votar contra el bloqueo y actualizar el Acuerdo de Complementación Económica (ACE 51), destinado a aumentar el flujo comercial entre Cuba y México y, finalmente, que el Banco Nacional de Comercio Exterior otorgue una línea de crédito de “al menos” 25 millones de dólares para las empresas mexicanas que venden productos a Cuba.
La víspera de la votación en Naciones Unidas, una cubana residente en México vaticinaba: “Contamos con un voto más en la Asamblea General”. Se refería al sufragio de El Salvador, ahora gobernado por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional y que apenas el 1 de junio pasado restableció relaciones con Cuba. Sus expectativas fueron superadas, pues este año se sumó al reclamo de eliminar el bloqueo contra Cuba, además de El Salvador, otra nación: Irak.
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