Dicen que en la célebre reunión de Yalta –donde Inglaterra, Estados Unidos y Rusia se dividieron el mundo, sintiéndose ya victoriosos de la Segunda Guerra Mundial– Stalin, un exseminarista de la Iglesia Ortodoxa, antes de controlar el partido comunista de la Unión Soviética, le preguntó a sus interlocutores “cuántas divisiones [ejércitos] tiene El Vaticano”.
Autor: Opinión
Sección: Ensayo
3 JULIO 2011
Elio Masferrer Kan*
En México, 70 años después de Yalta, es importante tratar de saber, para guardar las dimensiones, cuántos batallones le quedan a la Iglesia Católica. En este caso es importante saber si la tropa en México responde a sus mandos y pueden ser usados para lo que desean sus obispos-generales: si, en el mejor estilo de la cultura política mexicana, se llaman católicos, pero de a de veras obedecen o, por lo contrario, “dicen que sí, pero no cuándo”.
El cruce de la información entre el Anuario estadístico de la Iglesia Católica, la información anual de nacimientos y matrimonios del Instituto Nacional de Estadística y Geografía y sus censos nacionales de población nos da algunas sorpresas.
Según estos datos, en 1970 nacieron en México más de 2 millones (2 millones 132 mil 630, para ser precisos) de niños; pero la Iglesia Católica nos informa de 1 millón 692 mil 885 bautizos, un 79.38 por ciento del total. Se celebraron 356 mil 658 matrimonios civiles, que contrastaron con los 228 mil 900 religiosos: 64.18 por ciento respecto de los primeros. Sin embargo, el Censo nacional de población de 1970 nos decía que el 96.17 por ciento de los mexicanos “eran” católicos. ¿Todos los de este porcentaje seguirían siéndolo? ¿O simplemente muchos ya no lo eran pero no se lo decían al censista? ¿O el capturista de la información ponía otra cosa, por consigna?
La diferencia entre el “porcentaje” de católicos según el censo y los bautizos registrados era nada menos que de 16.79 por ciento; en matrimonios había un diferencial del 32 por ciento. Qué implica esto: los jóvenes y adultos que tenían hijos habían disminuido el bautizo de sus hijos en la Iglesia Católica mexicana. ¿Qué estaban haciendo? O no bautizaban a sus hijos o simplemente lo estaban haciendo en otras iglesias.
Asimismo, sólo dos tercios de la población aparentemente católica se casaba por su iglesia. El resto de los matrimonios no pasaban por una ceremonia católica o simplemente se casaban en otra iglesia, pues ya no se consideraban católicos. Es interesante destacar que esta situación de crisis del catolicismo mexicano se remonta a 1970.
En enero de 1979, millones de católicos mexicanos fueron a recibir a su nuevo papa, Juan Pablo II. No sabemos cuántos mexicanos no fueron a recibirlo. Lo que sí sabemos es que en el censo de 1980, varios millones de mexicanos se atrevieron a expresar su disidencia religiosa: los católicos descendieron al 92.62 por ciento del total. Es más, en 1980, el 76.79 por ciento de los nuevos matrimonios pasaron por una ceremonia católica.
Estas cifras nos presentan una salida masiva de católicos desde 1970. Por qué tardó tanto en detectarse esta crisis. Porque hay una diferencia sustantiva entre opinión pública y opinión colectiva.
La opinión pública en México es controlada por un grupo de empresarios que tienen más de los dos tercios de todas las pautas publicitarias en el país y que están dispuestos a suspender la publicidad en aquellos medios que no se “disciplinan”. “No pago para que me peguen”, dijo un presidente mexicano, sintetizando cómo desde el Estado se controlaba (y aún se controla) a los medios.
Los empresarios emplean otro lenguaje: “No quiero que mi marca se identifique con algo que no es adecuado para la misma”. Arrojada la piedra también se esconde la mano. El empresario Lorenzo Servitje fue quien decidió cortar la publicidad y ahogar a Canal 40 porque este medio nos dio la primicia de los abusos de Marcial Maciel en 1997. Ahora, cuando a todas luces Maciel es indefendible, descalificado incluso por El Vaticano, trata de convencernos que no dio instrucciones para ahogar económicamente al medio, pues además a Maciel “no lo conocía personalmente”.
Recientemente, en el censo de 2010, los católicos descendieron al 82.72 por ciento del total de la población. En definitiva, un descenso del 13.55 por ciento respecto de 1970. Juan Pablo Segundo y sus obispos designados por él tuvieron la virtud de lograr que muchos de sus feligreses se alejaran o se pasaran a nuevas propuestas religiosas. El promedio de bautizos en México siguió bajo. Entre 2005 y 2008 muestra un descenso al 73.80 por ciento, con sus oscilaciones: en 2006 fue de 76.43, pero al año siguiente bajó al 70.24 por ciento.
Es interesante destacar que las secciones de sociales de los periódicos toman como noticia el bautizo católico de los hijos de la elite empresarial o política, pero es prácticamente imposible observar en estos medios el bautizo de los evangélicos o menciones a la circuncisión de los niños de la elite judía mexicana.
Esta suerte de “invisibilidad estructural” de las disidencias religiosas marca precisamente la distancia entre opinión pública y opinión colectiva. Es notable el trato dado al casamiento de Emilio Azcárraga Jean con una mujer judía ortodoxa, Sharon Fastlicht Kurian, con doble nacionalidad (mexicana y estadunidense). El casamiento fue un sábado al mediodía, para que estuviera claro que dicha alianza matrimonial no respetaba el shabbat judío y que definitivamente no era una boda judía.
Azcárraga enviaba el mensaje de que Televisa seguía siendo guadalupana y que sus hijos no serían judíos, faltaba más. Emilio necesitaba la ciudadanía estadunidense para comprar medios en ese país. También necesitaba capital para devolver el dinero de Slim, de lo contrario, éste se cobraría a lo chino con Televisa y no podía perder sus anunciantes católicos conservadores. La familia Fastlicht dio a conocer sus bienes o parte de ellos; quedó claro que tenían, al menos, 800 millones de dólares. Sharon no era una cazadora de herencias. Llegaba con muy buena dote. Alguien más agudo podría suponer que en realidad aportaba capitales “frescos” y no de “saliva”, como se dice en medios financieros.
Para los medios de información de masas no existen las disidencias religiosas, excepto para descalificarlas o incluso darles un trato humillante e insultante. Esas disidencias crecen notablemente y el impacto del catolicismo conservador se mantiene en los medios, pero disminuye constantemente su presencia en la sociedad mexicana.
Un ejemplo notable es la constante disminución de los mexicanos que asistieron a las visitas de Juan Pablo Segundo a México, pero que en los medios siempre se habla de millones. Algo similar lo tenemos con los supuestos 2 millones de personas que habrían ido al Foro Sol a verlo. Simplemente, el lugar no tiene un aforo con la capacidad para ese número de gente. Sin embargo, los medios reproducen estos juicios en forma acrítica, sin recato ni pudor. Eso se llama consigna.
La ficción y la realidad de Juan Pablo en México
Las visitas del papa Juan Pablo Segundo han tenido muchas lecturas. La mayoría de ellas, centrada en las multitudes que se aglomeraban a su paso o en las misas multitudinarias –que muchos de los obispos y cardenales que lo acompañaban hubieran querido repetir–. Esto es parte del impacto mediático del asunto y no necesariamente refleja la realidad nacional.
En este artículo damos a conocer los avances de un libro que estamos preparando, en el que se evalúa y mide científicamente el impacto de la presencia de Juan Pablo Segundo en México y en qué medida la Iglesia Católica se fortaleció o debilitó durante su extenso pontificado. Cabe señalar que Juan Pablo tuvo la oportunidad de designar a prácticamente todos los obispos que hay en nuestro país.
El análisis de la información censal y estadística nos coloca frente a cifras que desmienten el impacto “profundo” de Juan Pablo Segundo en la sociedad mexicana. Es interesante destacar que en 1970 el 96.17 por ciento de los mexicanos eran católicos; en el censo de 1980, los católicos tuvieron el mayor descenso en la historia nacional: bajaron al 92.62 por ciento de la población, una pérdida del 3.55 por ciento. Aparentemente no impactó la primera visita de Juan Pablo a México o podemos pensar que los resultados pudieran haber sido peores.
El papa regresó en 1990. Precisamente ese año volvió a aplicarse otro censo general de población. Y en esta oportunidad los católicos volvieron a descender, atravesando la frontera sicológica del 90 por ciento: bajaron al 89.69 por ciento de la población. Durante el siguiente decenio, hubo dos visitas pastorales a México: Mérida (1993) y Distrito Federal (1999). Esto no mejoró la posición de los católicos, cuyo descenso fue aparentemente menor pero significativo: los católicos eran el 87.99 por ciento del total de la población.
Regresó en 2002. Luego de la quinta y última visita, el descenso de los católicos fue más espectacular, llegando al 82.72 por ciento de la población (censo de 2010). En síntesis, durante el pontificado de Juan Pablo Segundo el número de católicos en México, según datos del Inegi, descendió 13.55 puntos porcentuales. Prácticamente un octavo de los mexicanos dejó de ser católico. Ahora bien, esos cálculos están sobredimensionados. De acuerdo con nuestros propios cálculos, los católicos en México representan alrededor del 73 por ciento de la población y continúa este descenso.
Otro dato interesante está relacionado con la dinámica de los ritos de paso: bautizos y matrimonios religiosos. El objetivo es saber cuántos católicos reproducen en su cotidianidad su adscripción al catolicismo. Las cifras sirven para explicar los resultados de los censos o para considerar que el Inegi está sobredimensionando las cifras de católicos.
Para ello hemos confrontado los bautizos publicados en el Anuario estadístico de la Iglesia Católica, una publicación anual y oficial de El Vaticano, con los datos del Inegi para el año respectivo. En pocas palabras, en 1970, el 79.38 por ciento de los nacidos pasó por la pila bautismal del catolicismo; en 1980, el 83.50; en 1990, el 71.98; en 2007 estaba en el 70.24, aunque en 2008 subió al 73.69 por ciento. El promedio es de 73.80 por ciento.
Falta saber cuántos de esos bautizados “siguen” en el catolicismo. Para ello son ilustrativos los datos de primeras comuniones, una actividad muy importante, pues implica la incorporación activa al principal sacramento de la Iglesia Católica, en la segunda infancia. En 2005, éstas bajaron a 1 millón 224 mil 353, prácticamente la mitad de los registros de nacimientos del Inegi para ese mismo año. Estas cifras concuerdan con la Encuesta nacional de la juventud: sólo el 40.9 por ciento de los jóvenes de entre 25 y 29 años manifiesta ser católico practicante.
Algo similar sucede con los datos de matrimonios, otra situación muy relevante en la vida social de los mexicanos. ¿Nos seguimos casando por “las tres leyes”, como se dice en términos populares? Para ello comparamos la información de los anuarios estadísticos del Inegi con el Anuario de la Iglesia Católica. Los resultados son analógicos, aunque más duros. En 1980, al inicio del pontificado de Juan Pablo Segundo, el 76.79 por ciento de los matrimonios civiles pasaron por una ceremonia católica. En 1990, el 60.90 por ciento; y en 2005, año en que fallece el papa, estaba en el rango del 53.03 por ciento. En 2008 no mejoró la situación: 52.68 por ciento de los mexicanos combinó un matrimonio civil con el católico.
En términos numéricos, en 1980 se celebraron 378 mil 704 matrimonios católicos; en 2008 descendieron a 310 mil 486. En 1980 hubo 2 millones 29 mil 449 bautizos; de ellos, 2 millones 2 mil 600 eran de menores de siete años y 26 mil 849 eran de mayores de siete años. Por el contrario, en 2008, de los 1 millón 942 mil 579 bautizos, 1 millón 835 mil 96 eran de menores de siete años y nada menos que 107 mil 483 eran de mayores de siete años. Los bautizos de adultos, que se cuadruplicaron en este periodo siempre son vistos con suspicacia en el mundo católico.
Lo anterior nos lleva a considerar que la situación de crisis en el catolicismo mexicano no es algo que empezó recientemente; viene de larga data. Resulta muy difícil aceptar que los católicos en México son más del 73 por ciento de la población total, considerando que la población adulta y de la tercera edad es la que mantiene más fidelidad al catolicismo. En muchos casos, los hijos de estas personas no bautizan a los nietos en el catolicismo o, simplemente, no practican la misma religión las tres generaciones.
En relación con los casamientos, es evidente que el concepto de familia ha cambiado. No sólo se abandona la sacralización del matrimonio (que pasaba por un rito católico), sino que entre 1990 y 2010 el número de hogares dirigido por una mujer se incrementó: pasó de 20.6 a 24.6 por ciento. Para decirlo en pocas palabras, antes uno de cada cinco hogares tenía de jefa a una mujer, y ahora es uno de cada cuatro hogares. Por otra parte, la cantidad de familias en unión libre aumentó de 7.4 por ciento, en 1990, a 14.4 por ciento, en 2010. Antes, una de cada 14 familias era de unión libre, y ahora una de cada siete familias vive libremente unida. Esto se conjuga con la disminución de matrimonios religiosos en México.
Cabe destacar que las tasas demográficas están bajando y que el concepto de mujer y fecundidad no se resuelve según la enseñanza de la Iglesia Católica. Las católicas bajaron su tasa de hijos nacidos vivos de 2.6, en 2000, al 2.3, en 2010. Esta disminución neta implica el uso intensivo de métodos anticonceptivos vetados por la jerarquía católica. Por el contrario, los niveles más altos de hijos nacidos vivos los tienen las minorías religiosas. Los evangélicos pasaron de 3 a 2.6 hijos nacidos vivos. En definitiva la conclusión que podemos tomar de esta información es la escasa incidencia de las iglesias en el comportamiento sexual y reproductivo de sus feligreses.
Estamos frente a una verdadera ruptura generacional en torno a las decisiones adoptadas en materia de ritos de paso, otrora fundamentales de la sociedad mexicana, como el bautizo-nacimiento; el matrimonio civil-matrimonio religioso (católico), y la realización de primeras comuniones, que ratificarían el ingreso consciente de la persona a la Iglesia Católica.
El paso de Juan Pablo Segundo fue importante en la sociedad mexicana, nadie lo niega; pero ello no quiere decir que sus enseñanzas y planteamientos entorno a lo religioso, la familia, el matrimonio y la mujer son aplicados por los mexicanos. Luego de corroborar la intensa disminución de católicos en México durante su pontificado, habría que preguntarse quiénes salieron beneficiados con sus visitas pastorales.
A la Iglesia Católica le quedan pocos batallones, pues muchos responden a otros generales, que son laicos católicos y rechazan a los generales-obispos designados por Juan Pablo Segundo. Las marchas encabezadas por Javier Sicilia y Emilio Álvarez Icaza son un testimonio de cómo la opinión colectiva prevalece sobre la opinión pública (ésta controlada por los grandes empresarios católicos conservadores, que intentan que sigamos creyendo o viviendo en sus burbujas de ilusiones).
A modo de conclusión
Hemos analizado la relación entre las políticas “conspirativas” aplicadas por las cúpulas políticas y las cúpulas eclesiásticas para construir un diálogo entre las elites que pretenden de alguna manera “sustituir” y “orientar” la dinámica de la sociedad. Podemos observar que la política aplicada por los sectores conservadores de la Iglesia Católica llevó, y lleva, a la misma a un fracaso rotundo y a la pérdida cada vez mayor de feligreses y al fortalecimiento de las corrientes protestantes y pentecostales.
Pero también podemos evaluar el fracaso de la política vaticana desarrollada por Juan Pablo Segundo. En el caso mexicano, es posible observar que logró que descendiera el porcentaje de católicos, quienes se fueron a otras propuestas religiosas o simplemente se incorporaron a las filas de los no creyentes. Recientemente se invitó a Benedicto XVI a visitar México. En otra colaboración trataremos de dilucidar, quiénes serán los favorecidos.
Año Nacidos Bautizados Porcentaje de bautizados Porcentaje de católicos en la sociedad mexicana Diferencia porcentual entre la población total de México y los católicos
1970 2,132,630 1,692,885 79.38 96.17 16.79
1980 2,430,348 2,029,449 83.50 92.62 9.12
1990 2,735,312 1,968,962 71.98 89.69 17.71
2000 2,798,339 2,002,515 71.56 87.99 16.43
2005 2,567,906 1,921,496 74.83
2006 2,505,939 1,915,338 76.43
2007 2,655,083 1,864,985 70.24
2008 2,636,110 1,942,579 73.69 82.72 9.03
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Bibliografía
Anuario estadístico de la Iglesia Católica (Annuarium Statisticum Ecclesiae), Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano. Se emplean diversas ediciones correspondientes a sucesivos años.
Ceballos Ramírez, Manuel, La democracia cristiana en el México liberal: un proyecto alternativo (1867-1929), IMDOSOC, México, 1991.
Collin Harguindeguy, Laura, El poder sacralizado. Un análisis simbólico del sistema político mexicano. El Colegio de Tlaxcala, San Pablo Apetatitlán, 2008.
Franco, Iván, El PRI y sus obispos. El caso Berlie. Libros de la Araucaria, México, 2009.
Masferrer Kan, Elio, Religión, poder y cultura. Ensayos sobre la política y la diversidad de creencias. Libros de la Araucaria, Buenos Aires-México, 2009.
Masferrer Kan, Elio, ¿Es del César o es de dios? Un modelo antropológico del campo religioso. CIICH-UNAM-Plaza y Valdés, México, segunda edición 2007.
Sota García, Eduardo, y Luengo González, Enrique, Entre la obediencia y la conciencia: la opinión del clero sobre la política en México. UIA, México, 1994.
*Antropólogo; especialista en estudios sobre religión; investigador y catedrático en la Escuela Nacional de Antropología e Historia
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