El más enjuiciado periodista, Herbert Mujica Rojas, acaba de hacer una talentosa semblanza de la estupidez que se vive a los 100 días de gobierno. Aunque menciona al Caso Chehade, hay que colegir que lo involucra como su ínsita esencia.
Por mi parte, tentado estoy de motejarla. La estupidez se llama e integra Omar Chehade, ahora merecidamente descuartizado por todo órgano, a diferencia del curaca de Surimana, José Gabriel Condorcanqui Noguera (Túpac Amaru II), que no murió descuartizado por cuatro caballos Areche que tiraban de cada una de sus extremidades sino decapitado en defensa de los pobladores indígenas cusqueños y no del Grupo Wong.
Por sus conductas confesas, es decir, aceptadas de haberlas cometido, aunque no crea que constituyen falta ética y delitos de tantos jaez, Chehade Moya se encuentra literalmente siendo descuartizado por todo órgano:
1. La Comisión de Fiscalización del Congreso de la República que preside un congresista Belaunde, que terminará como siempre en nada, por ser su norte impreciso;
2. La Comisión de Ética presidida por Humberto Lay que puede recomendar la máxima suspensión del cuestionado por 120 días de legislatura;
3. La Subcomisión de Acusaciones Constitucionales que lidera el conocido congresista “Vitocho”, Víctor Andrés García Belaúnde que debe concluir la acusación constitucional del denunciado, por otra subcomisión, ante el Pleno del Congreso por diversos delitos;
4. La Fiscalía de la Nación con José Antonio Peláez Bardales al frente, cuya Investigación Preliminar en curso puede coincidir con el trabajo congresal anotado; y
5. La Presidencia de la República que personifica Ollanta Humala Tasso que ya sugirió que Chehade únicamente dé un "paso al costado".
La conducta Chehade, óntico-ontológicamente vista, merece una medida cautelar inmediata, como es la detención preliminar. Que la pida el Fiscal de la Nación y el Congreso la acuerde ipso facto. Todo se acabaría de un plumazo, con respeto del debido proceso.
No concibo un país donde 5 órganos constitucionales cuestionen al denunciado; la prensa día tras día se regodee y cebe con él; y ninguno de ellos haga ejercicio de un verdadero y ejemplar rol sancionador. ¿Resistirá como Túpac Amaru tan paradigmático descuartizamiento anticorrupción?
Digresión. ¡Lejísimos esta Omar Chehade Moya, a una miríada sideral de kilómetros de distancia, de un José Gabriel Condorcanqui, que murió descuartizado por su lucha contra el español opresor del indígena peruano y no por la magra pitanza de un grupo de poder!
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