El responsable del Área de Protección del Ambiente y Salud Ocupacional de la Gerencia Regional de Salud, Zacarías Madariaga, ha manifestado en diversos medios que Arequipa requiere de manera “indispensable” de solmáforos a efecto que la población arequipeña tome conciencia del nivel de la radiación ultravioleta (RUV) y se implementen las medidas previsoras del caso. En breve Madariaga presentaría tanto a las autoridades regionales como provinciales un proyecto en el cual se propone la adquisición de solmáforos a un precio promedio de diez mil dólares. Según el mismo funcionario la RUV en la actualidad se encuentra en el nivel 15 cuando el máximo “permisible” es de 16.
El solmáforo es un instrumento similar al semáforo que mide los niveles de RUV alertando a la población por medio de un código basado en colores. Los sensores ópticos ultravioleta del solmáforo miden el nivel de radiación y suministran información de su intensidad según una carta de colores establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los colores son: verde (bajo), amarillo (medio), naranja (alto), rojo (peligroso) y violeta (extremo).
El solmáforo fue inventado y confeccionado por chilenos con el apoyo de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO). Los socios del Consorcio Teccia y Optoelectrónica Icalma, Tomás Santibáñez y Ernesto Gramsch, idearon la fabricación de un indicador de radiación UV-B que arrojara datos que la gente entendiera. “En ese minuto existían indicadores, pero medían en micro Watts por centímetro cuadrado (mW/cm2), una medida ininteligible para el público en general”, dice Santibáñez.
El gran aporte del solmáforo es que además de proporcionar una información que es fácil de comprender, entrega el nivel de radiación de cada minuto, a diferencia de los informes de la prensa, que dan el máximo que alcanzará la radiación en algún momento del día. Los solmáforos se comenzaron a instalar en Chile en el año 2004, simultáneamente en las ciudades de Antofagasta, Santiago, y Coyhaique y posteriormente en Arica, Concepción y Reñaca. Los lugares escogidos para instalar los solmáforos fueron playas, piscinas y lugares altamente concurridos, como el centro de las ciudades. Su precio aproximado en Chile está alrededor de los 3,500 dólares.
El 21-12-2005 el diario Crónica denunció que el solmáforo instalado en Arica ya no funcionaba sin conocerse la causa de ello. El mismo diario informó el 22-1-2007 que en algunas ciudades los solmáforos no funcionan correctamente al mismo tiempo que deploraba un mayoritario desinterés de la población de Iquique por el funcionamiento de esos equipos. Con fecha 19-12-2008 la periodista Claudia López denunció que los 3 solmáforos que se habían instalado en Antofagasta no estaban funcionando justo cuando empezaba la temporada de verano en esa ciudad. El 19-12-2010 se anunció que por un costo de 20 millones de pesos se iba a asegurar la mantención de 15 solmáforos por dos años en Antofagasta. El 14-4-2011 concejales de Antofagasta calificaron como una situación “lamentable e inaudita” el deficiente funcionamiento de varios solmáforos por fallas en su diseño e instalación. El 23 y 28-5-2011 en la misma ciudad se denuncia que un solmáforo se encendía y apagaba intermitentemente de noche generando confusión en los automovilistas.
Con fecha 28-9-2011 una publicación dio cuenta que la Municipalidad de Antofagasta había presentado un ultimátum a la empresa encargada de los solmáforos por incumplir el mantenimiento adecuado de los instrumentos de medición de RUV en esa ciudad arriesgando diversas multas e incluso la eliminación del registro municipal. Según explicó Víctor Hugo Véliz, Secretario Comunal de Planificación al medio Soyantofagasta, la empresa Teccia ya había sido sancionada con el no pago de las mantenciones desde enero pasado, con montos que bordeaban los 15 millones de pesos. El 28-9-2009 se da cuenta que la campaña de información sobre función de los solmáforos a la comunidad nunca se ejecutó de manera correcta y que para ese día no funcionaba ningunos de los 15 instrumentos en Antofagasta.
En Chile el problema se relaciona con el incremento de la RUV en las regiones sureñas por el deterioro de la capa de ozono en la Antártida en la primavera austral. En Perú el problema no es estacional sino que tiene que ver con la permanente exposición anual a niveles altos de RUV por su ubicación geográfica ecuatorial y por el hecho que dos tercios de su población viven en la zona andina por encima de los 2,500 metros de altura. Chile jamás ha alcanzado los niveles de RUV que siempre ha sufrido el Perú y por tanto ha adoptado sin inconvenientes la escala de riesgos de la OMS.
En 1992, la oficina de Medio Ambiente de Canadá desarrolló el índice UV, convirtiéndose en el primer país del mundo que transmitió las previsiones para el día siguiente de los niveles de RUV. Hoy en día, la escala de riesgos del índice UV se encuentra estandarizada por la OMS en todo el mundo.
Lamentablemente esta escala de riesgos de la RUV solamente va del 1 al 11 y, según argumentan científicos del Laboratorio de Física de la Atmósfera de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, Bolivia, investigadores con amplia experiencia en este tema, fue elaborada en base a estudios en pieles nórdicas, blancas, e implementada sin la participación de científicos sudamericanos y sin tomar en cuenta los niveles extremos de RUV que sufre la zona ecuatorial del planeta.
En noviembre del 2006 en el marco del III Congreso Latinoamericano de Fotobiología y Fotomedicina realizado en Santiago de Chile, el Centro de Investigación de las Radiaciones, CIRAD Arequipa, conjuntamente con otros organismos dedicados al tema de la RUV presentaron a la comunidad científica internacional y a los Organismos Internacionales, especialmente la OMS, WMO, UNEP y la Comisión Internacional de Energía no Ionizante la necesidad de reanalizar la asignación de categoría “extrema” empleada en la actualidad en la escala de riesgos del Índice Ultravioleta (IUV) Internacional, haciéndoles presente que el hemisferio sur y particularmente Sudamérica, por diferentes razones, recibe niveles de RUV considerados entre los más altos del mundo en gran parte de su extensión, incluso mayores a 20 en zonas de altura densamente pobladas, duplicando valores considerados extremos en el hemisferio norte.
Aún no recibimos respuesta a estos reclamos y la escala de riesgos internacional de la RUV hasta 11 sigue vigente oficialmente. Esta situación particular que vivimos en el Perú como país ecuatorial hace que iniciativas que de “motu proprio” han tomado SENAMHI de considerar 14 como “valor extremo” o la de Madariaga que asume que 16 es el “máximo permisible” -como si fuese nuestra potestad controlar la actividad solar o tuviéramos una suprema autoridad para que el Sol nos pida permiso para emitir RUV- no hacen más que generar confusión en la comunidad científica peruana y en la población general e incertidumbre en las autoridades educativas y de salud que no saben con qué escala trabajar los programas de fotoeducación nacionales.
El solmáforo, instrumento que aún no ha superado sus deficiencias técnicas de software ni su deplorable servicio de mantenimiento en Chile, trabaja con la escala con el máximo de 11 de la OMS, y de aprobarse su funcionamiento en Arequipa mostraría un atemorizante color violeta “extremo” la mayor cantidad de horas diurnas advirtiendo erróneamente a la población de un supuesto peligro al cual nuestro genofototipo ya nos ha adaptado y con el cual convivimos desde hace miles de años y, finalmente, solo conseguiría paralizar insulsamente las actividades normales de toda la ciudad de Arequipa.
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