El consejero del presidente Trump para la Seguridad de la Patria, Tom Bossert, publicó el 9 de octubre de 2017 un artículo de opinión donde afirma, con la mayor seriedad del mundo:
«El Hezbollah sigue siendo una amenaza para Estados Unidos, para la seguridad de los Estados del Medio Oriente y más allá. Es hora de que otros países se unan a Estados Unidos presentando esa mortífera organización como lo que es, atacando sus redes y sus aliados y preparando una respuesta mundial a la amenaza que representa para el mundo civilizado. (…) El Hezbollah ha construido su poder político sobre sus víctimas, como el ex primer ministro libanés Rafic Hariri y decenas de responsables libaneses. El pueblo libanés no está nunca completamente libre para expresar su voluntad política, porque se halla siempre bajo la constante amenaza de la violencia y coerción del Hezbollah.» [1].
El 10 de octubre de 2017, el embajador estadounidense para la lucha contra el terrorismo, Nathan Sales, y el director del Centro Nacional contra el Terrorismo, Nicholas Rasmussen, dieron una conferencia de prensa conjunta en el Departamento de Estado en ocasión del vigésimo aniversario de la inscripción del Hezbollah en la lista estadounidense de organizaciones terroristas y afirmaron que el Hezbollah es una amenaza para Estados Unidos, además de denunciarlo como «una amenaza global» (sic).
Afirmar que Estados Unidos está bajo amenaza es un comportamiento habitual de Washington. Bajo la presidencia de Ronald Reagan, una delegación del Estado Mayor Conjunto viajó a todos los países miembros de la OTAN para presentar un plan de invasión contra Estados Unidos de… Nicaragua. Y bajo la presidencia de Bush hijo, la CIA afirmó que Irak tenía armas químicas y misiles intercontinentales y que estaba preparando un ataque masivo contra Estados Unidos.
En todo caso, el secretario de Estado Rex Tillerson ha decidido ofrecer una recompensa de 7 millones de dólares a quien proporcione información susceptible de propiciar el arresto «en cualquier lugar del mundo» del jefe del Departamento de Seguridad Exterior del Hezbollah, Talal Hamiyé, y otra recompensa de 5 millones de dólares por información similar sobre Fouad Chokr, otro cuadro de esa organización de la resistencia libanesa (Ver abajo el aviso estadounidense de recompensa).
Según Sales y Rasmussen, Fouad Chokr tuvo un papel central en la planificación y ejecución del ataque de 1983 contra el cuartel de los marines estadounidenses en Beirut, que costó la vida a 241 militares de Estados Unidos. El problema de ese ejemplo es que los marines estadounidenses eran una fuerza ocupante en Líbano, no una fuerza de liberación.
Hace años que Israel atribuye al Hezbollah diversos atentados cometidos a través del mundo, como en Argentina, Bulgaria, etc. Sin embargo, además de que esa organización siempre ha desmentido su implicación en esos hechos, los servicios de policía de los países en cuestión nunca han podido justificar esas alegaciones, que todas maneras se mencionan como ciertas en numerosas enciclopedias y publicaciones.
La realidad parece ser que la administración Trump, creyendo erróneamente que el Hezbollah sólo es un peón iraní, utiliza las acusaciones contra esa organización libanesa para presionar a Teherán.
[1] « Les États-Unis continueront à isoler l’Iran et son allié le Hezbollah » [En español, “Estados Unidos seguirá aislando a Irán y su aliado el Hezbollah”], Tom Bossert, Le Monde, Réseau Voltaire, 10 de octubre de 2017.
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