Después haber excluido al gigante chino Huawei de las licitaciones para el despliegue de la tecnología 5G, Estados Unidos prohíbe a los países europeos incrementar sus compras de gas natural ruso. Si bien la exclusión de Huawei podría explicarse como un esfuerzo por mantener la coherencia de la OTAN, prohibir a Europa aprovisionarse con gas ruso no es una muestra de rusofobia sino la simple aplicación de la «doctrina Wolfowitz», iniciada en 1992: no permitir que la Unión Europea pueda convertirse en un competidor para el Imperio estadounidense. En ambos casos, Estados Unidos impone sus propias decisiones a la Unión Europea y la mantiene en una situación de dependencia.
Aunque están enfrascados en un encarnizado enfrentamiento alrededor de la eventual destitución del presidente Donald Trump, republicanos y demócratas votaron casi unánimemente en el Senado la adopción de duras sanciones contra las empresas que participen en el proyecto Nord Stream 2, destinado a multiplicar por dos los volúmenes de gas ruso que llegan a Alemania a través del Mar Báltico. Se verán afectadas las empresas europeas que participan en ese proyecto –una inversión de 11 000 millones de dólares– ya terminado en un 80%, con el gigante ruso Gazprom: la empresa austriaca Omy, la anglo-holandesa Royal Dutch Shell, la francesa Engie, las alemanas Uniper y Wintershall, la italiana Saipem y la suiza Allseas que tienen participación en la instalación de las tuberías.
Estados Unidos estima que al multiplicarse por dos la capacidad de Nord Stream también aumenta la dependencia europea del gas ruso. Pero lo que más preocupa a los estadounidenses es que, al atravesar el Báltico pasando por aguas territoriales rusas, finlandesas, suecas y alemanas, ese gasoducto evita los países del Grupo de Visegrado (la República Checa, Eslovaquia, Polonia y Hungría), los países bálticos y Ucrania, o sea los países europeos más atados a Washington a través de la OTAN –a los que se agrega Italia.
Para Estados Unidos, el asunto es más estratégico que económico. Así lo confirma el hecho que las sanciones contra el Nord Stream 2 están incluidas en la National Defense Authorization Act, la misma ley que asigna al Pentágono la colosal suma de 738 000 millones de dólares, que serán utilizados durante el año fiscal 2020 en nuevas guerras y nuevas armas –incluyendo armamento espacial. A esos 738 000 millones de dólares se agregan otras asignaciones que elevarán el gasto militar estadounidense a unos 1 000 millardos [1] de dólares. Las sanciones económicas contra el Nord Stream 2 son parte de la escalada político-militar contra Rusia.
Otra confirmación de eso es el hecho que el Congreso de Estados Unidos adoptó sanciones no sólo contra el Nord Stream 2 sino también contra el gasoducto TurkStream. También en fase de terminación, el TurkStream atravesará el Mar Negro para llevar el gas ruso hasta Tracia oriental, en la pequeña porción de territorio europeo de Turquía. A partir de allí, a través de otro gasoducto, el gas ruso llegará a Bulgaria, Serbia y otros países europeos.
Esa es la respuesta rusa al golpe que Estados Unidos logró asestarle a la Federación en 2014, cuando logró bloquear el gasoducto South Stream, que debía conectar Rusia con Italia pasando por el Mar Negro y por tierra hasta Tarvisio, en la provincia italiana de Udine. Italia se habría convertido así en centro de redireccionamiento del gas ruso hacia los demás países de la Unión Europea, lo cual habría reportado a los italianos notables ventajas económicas. Pero la administración Obama logró hacer fracasar aquel proyecto, con la complicidad de la propia Unión Europea.
La empresa Saipem –del grupo italiano ENI–, afectada ahora por las sanciones de Estados Unidos contra el Nord Stream 2, ya había sufrido graves pérdidas en 2014, cuando el bloqueo del South Stream le hizo perder contratos por valor de 2 400 millones de dólares, sin contar la obtención de otros contratos que debían derivarse de la continuación del proyecto. Pero en aquel momento, nadie –ni en Italia, ni en la Unión Europea– absolutamente nadie protestó cuando Estados Unidos bloqueó el South Stream. Sin embargo, ahora que están en juego los intereses de Alemania, se oyen en ese país y en la Unión Europea voces que critican las sanciones estadounidenses contra el Nord Stream 2.
Pero no se dice nada sobre el hecho que la Unión Europea se ha comprometido a importar desde Estados Unidos el gas licuado (GNL) obtenido mediante la destructiva técnica de fracturación hidráulica, conocida como fracking. En su empeño por perjudicar a Rusia, Washington trata de reducir en algo la exportación de gas ruso hacia la Unión Europea… pero son los consumidores europeos quienes pagan la factura.
Desde que el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, firmaron en Washington –en julio de 2018– la Declaración Conjunta sobre la Cooperación Estratégica USA-UE, la Unión Europea multiplicó por dos sus importaciones de gas estadounidense, llegando incluso a cofinanciar la infraestructura necesaria para esas importaciones con un gasto especial inicial de 656 millones de euros. Pero eso no salvó a las empresas europeas de las sanciones estadounidenses.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] 1 millardo = 1 000 millones
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