Desconocida para los franceses, la abogada Christine Lagarde se convierte en ministro de Comercio Exterior del gobierno de Dominique de Villepin. Hace sólo unos años, ella misma defendía los intereses de las multinacionales estadounidenses en detrimento de las empresas francesas. Sus posiciones políticas concuerdan perfectamente con su implicación como militante en el seno del CSIS, el think-tank del lobby petrolero en Estados Unidos.
La composición del nuevo gobierno francés, anunciada el 2 de junio de 2005, asombra por su incoherencia. El primer ministro, Dominique de Villepin, un gaullista que ha adquirido una envergadura internacional de primer plano gracias a su célebre discurso contra la guerra de Irak ante el Consejo de Seguridad, se ve junto a un ministro de Estado, Nicolas Sarkozy, que es un incondicional de Estados Unidos e Israel.
El ministerio de Finanzas, elemento estratégico de la penetración estadounidense, se convierte en un bastión atlantista. El ministro de Economía, Thierry Breton, es miembro de un poderoso think-tank [centro de investigación, de propaganda y divulgación de ideas, generalmente de carácter político. N del T] liberal, el Instituto Aspen [1], y miembro de la rama francesa de éste. Tres ministros delegados secundan a Breton.
Por razones de equilibro interno de la mayoría presidencial, François Loos se encarga de la Industria. Jean-François Copé se ocupa del Presupuesto y la Reforma del Estado. Se trata de un joven líder que aprendió los métodos norteamericanos de comunicación bajo la tutela de John Negroponte [2], actual jefe del conjunto de agencias de inteligencia estadounidenses. Finalmente, Christine Lagarde se encuentra a la cabeza del Comercio Exterior.
En el plano político, la señora Lagarde es una desconocida. Brillante abogada, especializada en derecho social, se incorporó en 1981 al bufete Baker & McKenzie, en Chicago, e hizo toda su carrera en Estados Unidos.
Sin renunciar a su vida como mujer, subrayan los encargados de su publicidad, ascendió en los niveles del bufete de derecho comercial más importante del mundo (4,400 colaboradores en 35 países) hasta convertirse en miembro de su Comité ejecutivo y más tarde, en el otoño de 2004, en presidenta de su Comité de Estrategia. Por otro lado, en abril de 2005, entraba al Consejo de Vigilancia de la multinacional holandesa ING Groep, una de las sociedades financieras más importantes del mundo.
Christine Lagarde ocupa el quinto lugar en la lista de mujeres de negocios europeas que publica el Wall Street Journal así como la posición 76 en la clasificación de las mujeres más poderosas del mundo de la revista Forbes.
Deslumbrada ante tan excepcional trayectoria, la prensa francesa se abstuvo de investigar sobre la nueva ministra.
Aunque se trata de un elemento que no aparece en su biografía oficial, la señora Lagarde militaba en el Center for Strategic & International Studies (CSIS) [3]. En el seno de dicho think tank, copresidía junto Zbigniew Brzezinski [4] la comisión Action USA/UE/Polonia y se ocupaba en particular del grupo de trabajo Industrias de Defensa USA-Polonia (1995-2002) y de las cuestiones concernientes a la liberalización de los intercambios polacos.
Sin embargo, representaba en dichas instancias los intereses estadounidenses contra los del comercio exterior de Francia, el sector del cual es actualmente ministra [5]. En su condición de abogada del bufete Baker & McKenzie, Christine Lagarde trabajaba a favor de los intereses de Boeing y Lockheed-Martin en detrimento de los de Airbus y Dassault.
En 2003, Christine Lagarde se convirtió además en miembro, también en el seno del CSIS, de la Comisión para la Ampliación de la Comunidad Euro-Atlántica junto a su amigo Brzezinski y diferentes personalidades, como el ex director de la OMC Renato Ruggiero y el ex embajador especial para la restitución de bienes religiosos en Europa Central, Stuart Eizenstat. Dicha comisión se ocupó de las posibilidades de inversiones en Polonia, Eslovaquia, Letonia, Rumania, República Checa y Hungría.
Un hombre desempeñaba un papel central en el seno de cada una de esas comisiones: Bruce P. Jackson, fundador del Comité Estadounidense para la Expansión de la OTAN (US Committee for Expand NATO), quien representaba los intereses del fabricante de aviones Lockheed-Martin, del cual fue vicepresidente.
Gracias a relaciones establecidas dentro de las comisiones que presidía Christine Lagarde, Jackson montó el contrato del siglo: la venta, en abril de 2003, de 48 cazas F-16 Lockheed-Martin a Polonia por 3,500 millones de dólares. La transacción provocó consternación en Europa ya que el gobierno polaco pagaba la compra con los fondos de la Unión Europea destinados a la preservación de su sector agrícola.
Aquel contrato no tenía nada que ver con las necesidades reales de Polonia. Por otro lado, lo lógico hubiera sido que, al incorporarse a la Unión Europea, Varsovia comprara más bien el Mirage 2000-5 MK2 de Dassault o el Jaas-39 de Saab.
El contrato estaba, sin embargo, indisolublemente ligado a la incorporación de Polonia a la colonización de Irak junto a Estados Unidos, el Reino Unido y Australia. Jackson era, además, el principal proveedor de fondos del Comité para la Liberación de Irak (Committee for the Liberation of Iraq)[«[Una guerra jugosa para la Lockheed Martin]», Voltaire, 7 de febrero de 2003.]].
Después de aquella transacción, la Comisión euro-atlántica de Christine Lagarde se encargó «de ayudar las empresas polacas a mejorar sus capacidades para convertirse en subcontratistas de empresas (en su mayoría estadounidenses) que obtuvieron mercados en Irak y Afganistán, así como para la modernización del sistema polaco de defensa» [6].
Sólo suponiendo que Christine Lagarde haya abandonado sus anteriores funciones y que no tenga intenciones de volver a ellas, sería posible admitir que no estemos ante un caso de conflicto de intereses. Sin embargo, cuando se analizan las posiciones políticas que defienden los grupos de trabajo que ella presidió, es imposible dejar de notar que está en oposición total con la posición francesa que Dominique de Villepin defendió en la ONU.
Para terminar, hay que decir que las declaraciones que hizo la ministra dos días después de su nombramiento parecieron chocantes a los sindicatos franceses. Christine Lagarde se comprometió a hacer una reforma del derecho laboral ya que, según ella, este «constituye a menudo un freno para el empleo y para cierto número de decisiones empresariales». Sin embargo, para comprender bien su punto de vista, es importante no interpretar sus declaraciones asimilándolas al discurso del MEDEF sino a la luz de las posiciones que ella misma ha desarrollado hasta ahora.
Christine Lagarde desplegó grandes esfuerzos por imponer el modelo anglosajón de derecho laboral en Europa Central y Oriental. Su objetivo era promover los intereses de las firmas estadounidenses, no los de la gran empresa de la vieja Europa.
[1] «El Instituto Aspen educa a los tiburones del business», Voltaire, 2 de septiembre de 2004.
[2] «John Negroponte, bientôt à Bagdad», por Arthur Lepic, Voltaire, 20 de abril de 2004.
[3] «CSIS, los cruzados del petróleo», Voltaire, 6 de julio de 2004.
[4] «La monstruosa estrategia para destruir Rusia», por Arthur Lepic, Voltaire, 22 de octubre de 2004.
[5] Otro copresidente, el ex ministro austríaco Ferdinan Lacina, representaba los intereses europeos.
[6] «Assist Polish companies to better self-market capabilities as a subcontractor or
supplier for contracts won by prime contractors (particulary U.S.) in Iraq, Afghanistan,and as part of Poland’s defense modernization», Draft Work Plan, 25 de febrero de 2004.
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