Los ministros de Relaciones Exteriores de Francia, Bernard Kouchner, y de Israel, Tzipi Livni, dieron una conferencia de prensa común el martes 11 de septiembre de 2007, en Jerusalén.
Dirigiéndose al señor Kouchner, un periodista preguntó: «¿Tiene usted algún comentario sobre la acusación de Siria sobre un ataque israelí y piensa usted que la región se encuentra de nuevo en una situación delicada y peligrosa debido a una nueva tensión entre Israel y Siria?»
La señora Livni escribió un papelito y lo pasó a su homólogo francés. Después de leerlo, el señor Kouchner le contesto al periodista: «No tengo nada que decirle como no sea que Israel tiene que proteger a su población y que existe un compromiso entre el gobierno israelí y el ejército para proteger, de forma prioritaria, a esta población. No tengo conocimiento de reacción alguna o de alguna ausencia de reacción».
Al día siguiente, cuando ya había tenido tiempo de ponerse de acuerdo con la ministro israelí, el señor Kouchner declaró: «Sí, en efecto, como al parecer se sabe ahora, bombardearon un convoy de armas que se dirigía hacia el Líbano. Resulta comprensible por qué lo hacen».
En realidad, el objetivo de la operación israelí era poner a prueba las nuevas defensas sirias ya que, al parecer, la Federación Rusa instaló radares de largo alcance destinados a proteger el puerto de Latakieh, donde se realizan importantes trabajos para garantizar la protección de la flota rusa del Mediterráneo. Además, Moscú empezó la entrega a Siria de las baterías antiaéreas Pantsyr-S1E instaladas en camiones, que parecen ser el arma tierra-aire más eficaz que existe actualmente, pero que nunca han sido probadas en condiciones de combate.
Es por eso que, durante la noche del 5 al 6 de septiembre de 2007, seis F-16 israelíes trataron de penetrar en Siria desde el Mediterráneo y luego otros cuatro aparatos trataron de hacerlo desde Turquía. Descubiertos por los radares, los aviones israelíes tuvieron que afrontar el fuego de la defensa antiaérea siria y fueron perseguidos por seis MiG-29SMT de la base de Hamah. En definitiva, los aviones israelíes tuvieron que recurrir a sus dispositivos de enmascaramiento térmico antes de deshacerse de sus tanques de combustible para ganar velocidad y altura y poder retirarse.
Aunque las violaciones del espacio aéreo sirio han sido innumerables desde hace años, Damasco denunció la intrusión y presentó el caso al Consejo de Seguridad de la ONU. La prensa israelí expresó su turbación ante la fallida operación que, lejos de ilustrar la tradicional supremacía aérea de Israel, demostró públicamente la nueva capacidad de las defensas sirias. Tel Aviv trató de contrarrestar la conmoción con un intento de desinformación al publicar en Assennara un artículo en el que se afirmaba que los aviones israelíes penetraron en Siria para destruir victoriosamente un convoy de armas destinado al Líbano, aunque no existen testigos de tal cosa.
Para los observadores del Medio Oriente, el ministro francés de Relaciones Exteriores Bernard Kouchner permitió que su homóloga israelí, Tzipi Livni, le dictara la respuesta.
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