La misión de ayuda judicial ante la Justicia libanesa que el Consejo de Seguridad de la ONU había confiado a Detlev Mehlis se transformó en comisión investigadora internacional y más tarde en instancia acusadora internacional. Convertida en instrumento de los neoconservadores, atribuyó a Siria el asesinato del primer ministre Rafic Hariri. Sin embargo, como relata Talaat Ramih, las maniobras de Mehlis han sido puestas al descubierto obligándolo a presentar su renuncia. Aunque se comprobó que las acusaciones contra Siria carecen de todo fundamento, la actitud de Washington es similar a la mantenida ante los informes de Hans Blix que demostraban no había armas de destrucción masiva en Irak.
Ciertos libaneses han inflado la imagen de Detlev Mehlis, han hablado durante horas de su actuación transparente y de la credibilidad de la comisión investigadora que presidió, comisión que han seguido defendiendo a pesar de las agudas críticas de las que ha sido objeto. Esa gente ha ligado su suerte a la del informe Mehlis y a sus apresuradas conclusiones, a las que atribuyeron por demás inmerecida importancia, mientras que multiplican sus propios ataques contra Siria y contra diferentes fuerzas políticas libanesas. Ahora se ven sin embargo en un callejón sin salida, específicamente luego de los sucesos ligados a las investigaciones que hizo dicha comisión. Los más recientes incluso llevaron al propio Mehlis a presentar su renuncia como jefe de la comisión, cuya credibilidad se ha vista gravemente cuestionada y que no parece hoy haber tenido más objetivo que el de orquestar una secuencia de situaciones que debían permitir justificar una intervención en Siria.
Mehlis viajó de Beirut a París luego de haber organizado dos extensas reuniones con el primer ministro libanés, Fouad Siniora, y su ministro de Justicia, Charles Rizk, reuniones que le permitieron despedirse de aquellos que le ayudaron en el cumplimiento de su objetivo. En el propio contexto, y luego de ambas reuniones, artículos de la prensa alemana confirmaron que Mehlis no tenía intenciones de proseguir su misión y que no viajaría a Viena, donde debe tener lugar el interrogatorio de los testigos sirios. Según el diario alemán Jung Welt, funcionarios alemanes obligaron a Mehlis a salir de la comisión investigadora para evitar así que perjudique los intereses alemanes en el Medio Oriente. El diario precisó que, efectivamente, Mehlis presentó su renuncia al secretario general de la ONU. Poco después de darse a conocer dichas informaciones, el embajador de Estados Unidos ante la ONU, John Bolton, las confirmó de forma implícita al pedirle a Mehlis que se quedara o, en caso contrario, que se le buscara un substituto.
Al verse confirmada la salida de Mehlis, las partes libanesas que empezaban a organizarse en función de las investigaciones y de sus supuestos resultados, y que lanzaron un desafío a otras fuerzas políticas y a Siria, se ven en un grave atolladero que las ha llevado a tratar, por todos los medios, de organizar un ataque adelantado contra Siria y ciertos partidos libaneses a nivel local.
Si Mehlis hubiese anunciado su decisión de dimitir antes del escándalo, todo se hubiera podido hacer sin dificultad ya que hubiese sido substituido sin tener que cambiar su plan. Eso habría evitado que sus acólitos, Estados y partidos políticos, se encontraran en la situación en la que hoy se ven. La salida de Mehlis, sin embargo, tiene lugar luego de una decisión de la ONU de prolongar su misión y de la conclusión de un acuerdo con Siria para interrogar a sus responsables, todo lo cual hace aún más sorprendente su partida sin aviso previo. Lo peor es que la renuncia tiene lugar en medio de una situación de escándalo que parece ser el último acto de su obra de teatro.
Drama en cuatro actos
El primer golpe asestado a Mehlis se registró durante la entrega de su informe a la ONU, cuando se reveló la verdadera biografía del sirio Zuhir Sedik, en cuyo testimonio se basó él para acusar a responsables libaneses y sirios. Sedik reconoció, luego de su arresto en Francia, estar acusado de estafa y haber cobrado sumas gigantescas como pago por su falso testimonio. Ello obligó a Mehlis a modificar, e incluso a suprimir, ciertas partes de su informe que ya había entregado a la prensa, hecho éste que calificó de error «técnico», imputable a la ausencia de revisión del informe antes de su distribución.
La segunda bofetada vino de un prisionero sirio en Turquía que reveló el chantaje de que fue objeto, como promesas de liberación, y las cuantiosas sumas de dinero que le propusieron a cambio de un falso testimonio contra responsables sirios, lo cual probó la implicación de Mehlis en una manipulación de los servicios de inteligencia.
El tercer golpe fue la revelación de que el propio Mehlis trabajaba para centros de investigaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses, acusación que hizo el autor de estas líneas durante su participación en el programa de Al-Jazeera «La opinión opuesta». En dicho programa recordé que el propio fiscal Mehlis había dado por sentada la responsabilidad de Libia en el atentado contra el dancing La Belle. En aquel entonces, Mehlis se apresuró, 15 minutos después del discurso de Ronald Reagan en ese sentido, a retomar la acusación del presidente estadounidense a nombre de la justicia alemana. Revelé además que dos centros de investigación subvencionados par la inteligencia estadounidense pagaron a Mehlis honorarios totalmente desproporcionados en relación con su trabajo, por ejemplo: 80,000 dólares en 2003. Es interesante saber que esos centros tienen que ver con el AIPAC (American Israel Public Affairs Committee), que se autodefine como «el lobby estadounidense favorable a Israel» (America’s pro-Israel lobby). También se sospecha que el juez alemán tiene relaciones con varias redes de la OTAN.
El cuarto golpe es el fracaso del propio Mehlis en cuanto a lograr que los responsables sirios se plegaran a sus condiciones. Ello lo obligó a aceptar garantías turcas, sauditas y rusas para poder interrogar a los responsables sirios en un tercer país, cosa que no fue del agrado de la administración Bush, cuyos planes e intereses tienen, por supuesto, carácter prioritario.
En fin, Mehlis cayó por knock out pocas horas antes de salir del Líbano. El protagonista del último acto se llama Hussam Taher Hussam. También conocido como «el testigo enmascarado», este hombre era la carta de triunfo de Mehlis. Hussam declaró que responsables libaneses, entre ellos el hijo de Rafic Hariri, lo obligaron a dar un falso testimonio contra Siria durante la investigación de las Naciones Unidas. Agregó que había trabajado en los servicios de inteligencia libaneses y sirios antes de la retirada del ejército sirio del Líbano y que había sido objeto de torturas y amenazas que explicaban su falso testimonio.
Hussam calificó todo el asunto de «juego» tendiente a debilitar la posición de Siria. El hijo de Rafic Hariri le aseguró que estaba convencido de la implicación de Siria en la explosión del camión que provocó la muerte de su padre pero que necesitaba el testimonio de Hussam para confirmar dicha convicción. Hussam también acusó al líder socialista Wallid Jumblat y al ministro de Telecomunicaciones Marwan Hamadé de haber orquestado otros falsos testimonios contra Siria.
El «testigo enmascarado» reveló que a él le tocaba acusar a Maher Al-Assad, uno de los hermanos del presidente Al-Assad, y a su cuñado Assef Shawkat, director de los servicios de inteligencia. Indicó haber sufrido malos tratos e inyecciones con drogas y declaró que el ministro del Interior, Hassan Sabaa, le propuso 3,1 millones de dólares por declarar que había visto en un cuartel sirio el camión utilizado en el asesinato de Hariri.
Mehlis sabe que su juego se termina y que ha perdido toda credibilidad, teniendo en cuenta sobre todo que este último testigo era un elemento clave en la mayoría de las acusaciones contra Siria. Todo esto nos trae a la memoria las maniobras en torno a la comisión investigadora de la ONU sobre las armas de destrucción masiva en Irak, maniobras que fueron desenmascaradas de la misma manera cuando se descubrió la relación entre los investigadores y los servicios de inteligencia israelíes y estadounidenses.
Significados de la renuncia de Mehlis
La presentación de la renuncia de Mehlis es, aún siendo rechazada, significativa.
En primer lugar, Siria y sus aliados en el Líbano tuvieron una reacción correcta y controlaron la situación, tanto en el plano político como en el mediático, adaptándose sin embargo a los métodos de Mehlis. Al mismo tiempo, supieron explotar su propio conocimiento de los protagonistas, lo cual les permitió jugar con Mehlis, antes de confundirlo y obligarlo a retirarse sin terminar su misi¬¬ón.
La renuncia de Mehlis prueba también que hay tipos de guerra cuyas dimensiones y estrategias es necesario conocer antes de emprenderlas. Hay que señalar que Siria supo subir la parada: mientras aceptaba que sus responsables fuesen interrogados por Mehlis, constituyó paralelamente otra comisión investigadora de carácter exclusivamente jurídico, no político. Siria supo negociar, además, garantías sobre las condiciones de interrogatorio de sus responsables en un tercer país, asociándose con actuantes árabes e internacionales, también sobre una base exclusivamente jurídica y no política. Al hacerlo, asoció a aquellos actuantes a su propia resistencia a las presiones estadounidenses.
Lo sucedido demostró también que la presión de Estados Unidos se debilita cada vez más, por una parte debido a su empantanamiento en Irak y, por otro lado, a causa de la reacción de los demás Estados, reacción cuyo más reciente episodio tiene que ver con el escándalo de las prisiones de la CIA en Europa. Ello prueba que se está gestando un ataque «universal» contra la política estadounidense.
¿Cómo reacciona Estados Unidos?
Las declaraciones de Bolton sobre la renuncia de Mehlis no son otra cosa que la expresión de un fracaso y un intento por mantener la misma estrategia con el substituto de Mehlis. Bolton trató de hacernos creer que la retirada de Mehlis se debía a problemas personales y de seguridad. También elogió al juez alemán mientras le pedía mantenerse en el cargo. Sin embargo, llamó a la designación de un substituto, sin olvidar proferir amenazas contra Siria, aunque sin nombrarla, recordándole que todavía no había ganado la guerra.
No hay que creer por eso que el juego estadounidense ha terminado, ni para la propia administración Bush ni para sus aliados en el Líbano. El Imperio no esperó la salida de Mehlis para contraatacar. Así vimos a Jumblatt acusar nuevamente a Siria y, sobre todo, una vieja fosa común fue descubierta cerca de un centro de los servicios de inteligencia sirios en el Líbano. Este descubrimiento podría justificar la intervención de Estados Unidos, Francia y las Naciones Unidas para reactivar la presión sobre Siria mediante una investigación internacional. Esta última serviría entonces para aislar y reabrir el tema de la presencia siria en el Líbano, desde su comienzo bajo el antiguo régimen hasta la retirada bajo el gobierno actual.
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