El 21 de diciembre de 1988, el vuelo 103 de la Pan Am explotaba en pleno vuelo encima de Lockerbie (Escocia), causando la muerte de 270 personas, de ellas 189 ciudadanos de los Estados Unidos. A ello siguió la más importante investigación criminal de la historia del Reino Unido. En definitiva, el atentado se atribuyó a Ali Al-Meghari, un oficial de los servicios de inteligencia libios. El general Khadafi fue estigmatizado como el jefe del terrorismo internacional, o también como un mercenario al servicio de los ayatolás iraníes.
Libia, que fue condenada a diversas sanciones por el Consejo de Seguridad, terminó aceptando extraditar a Ali Al-Meghari quien fue juzgado por un tribunal británico, en el territorio neutral de Holanda, y condenado a cadena perpetua el 31 de enero de 2001.
Sin embargo, sus abogados acaban de reclamar la revisión de su proceso. Según el News Scotsman del 28 de agosto de 2005, añadieron al expediente el testimonio por escrito de un alto responsable de la policía escocesa hoy retirado, quien certifica que el fragmento de detonador que había desempeñado el papel de principal pieza de convicción había sido en realidad aportado por la CIA para acusar a Libia. Ese testigo sorpresa deberá responder ante la justicia sobre las razones por las cuales mantuvo el secreto durante tanto tiempo sobre los elementos en su posesión.
Así, un asunto que se creía resuelto se convierte en un misterio 17 años después de los hechos. En aquel entonces se habían estudiado otras pistas, principalmente la de un atentado organizado por la propia CIA.
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