Las informaciones sobre la situación en Irak que transmiten las agencias internacionales de prensa se limitan a los comunicados oficiales de la coalición y del gobierno que esta ha nombrado. Sin embargo, los grupos de la resistencia comienzan a coordinar sus acciones y a hacerse oír fuera de Irak por medio de sus delegados. Subhi Toma, antiguo opositor de Saddam Hussein exilado en Europa, publica ahora un boletín sobre la situación a nombre de la Conferencia de Apoyo a la Resistencia iraquí, cuyo reciente congreso organizó él mismo, también en París. Reproducimos aquí su punto de vista.
Los jefes del ejército norteamericano acaban de confirmar el apoyo masivo del pueblo iraquí a la resistencia contra la ocupación. Según informaciones que la Associated Pres (AP) obtuvo de los propios responsables militares norteamericanos, «los insurgentes serían hasta 20,000» incluyendo a «los combatientes temporales» (despacho AP fechado el 9 de julio de 2004). Otras fuentes como iraq4allnews.dk y la cadena estadounidense ABC mencionan la cifra de 50 000 combatientes.
Los militantes incorporados a las redes de lucha armada que operan en todo el territorio nacional pertenecen a todos los sectores de la sociedad iraquí (sunnitas, chiítas, kurdos y miembros de otras minorías). Ellos representan todas las corrientes políticas e ideológicas cuyo objetivo común es expulsar a los invasores, restaurar la soberanía y la integridad del país y promover un régimen republicano pluralista y secularizado.
Sin embargo, las espectaculares acciones terroristas que realizan algunos grupos (manipulados por los diferentes servicios de seguridad) que afirman pertenecer a la resistencia o actuar en nombre del Islam, son condenadas por la misma resistencia. En efecto, las acciones que cometen esos grupos mafiosos no están dirigidas únicamente contra los occidentales, sino también contra los iraquíes que son, por cierto, sus víctimas más frecuentes (asesinatos, robos, violaciones, secuestros con pedidos de rescate) desde la entrada de las tropas de ocupación en el país.
El clima de inseguridad así creado y estimulado por los servicios secretos es claramente explotado por la administración Bush para justificar la guerra contra Irak en nombre de la lucha contra el terrorismo. Además, dichos grupos son los autores de los atentados cometidos contra las mezquitas, contra jefes religiosos de las comunidades chiítas y sunnitas o contra los miembros de la comunidad cristiana con el fin de provocar enfrentamientos entre etnias y entre los distintos grupos confesionales.
Pero no todas las tentativas de los colonialistas por sembrar la división entre las fuerzas populares logran hacer mella en la madurez política de la resistencia patriótica. En efecto, el desencadenamiento de la lucha armada en la zona chiíta por el jefe Al-Sader ha favorecido el clima de confraternización entre los combatientes. La participación masiva de los chiítas en la resistencia constituye actualmente un factor determinante para la mayor unidad entre las diferentes comunidades, incluso a pesar de las posiciones futuras de Al-Sader o de su posterior evolución.
A pesar de los riesgos todavía existentes de que los dignatarios chiítas sean manipulados, por medio de los servicios iraníes y kuwaitíes, constatamos una disminución notable de la influencia de ambos regímenes en Irak. En ese caso se encuentra también el régimen jordano, de quien se sospecha que se encuentra detrás de grupos como el de Al Zarkawi. En el seno mismo de la resistencia existen, por cierto, numerosas dudas sobre la existencia misma de dicho personaje.
La formidable campaña de desinformación organizada por Estados Unidos y Gran Bretaña para justificar la guerra persiste todavía en tratar de desacreditar la resistencia patriótica. Pero la resistencia del pueblo iraquí ha logrado traspasar el muro de mentiras y el 92% de los iraquíes son actualmente hostiles a la presencia de tropas extranjeras, a pesar del clima de inseguridad. El apoyo masivo que la población aporta a la resistencia demuestra cotidianamente su eficacia.
Las operaciones de guerrilla contra los ocupantes y sus aliados locales están aumentando del norte al sur des y entre 30 y 40 ataques tienen lugar cada día.
Más allá de las grandes pérdidas que la guerrilla ha inflingido a las tropas de ocupación, estamos asistiendo al fracaso de la guerra preventiva desatada por la administración Bush.
Los resultados de un sondeo realizado sobre el tema entre los altos responsables del ejército estadounidense, publicados el 9 de julio en el diario jordano Al Dustur confirman dichas predicciones: «Después de 15 meses de ocupación en Irak, nuestras tropas encuentran una resistencia imprevisible. Nuestras pérdidas son importantes, y debemos revisar, por consiguiente, nuestra estrategia en la utilización de tropas terrestres. El número de víctimas entre nuestros soldados ha alcanzado la cifra de 12 000 muertos y heridos causados por la resistencia. Según los especialistas del ejército, esta situación es comparable a la de Vietnam».
Según el mismo sondeo, el 16% de los soldados que se encuentran en Irak está teniendo problemas sicológicos y el 28% de los soldados que acaban de regresar de Irak reconocen haber causado la muerte de al menos un civil en ese país. Finalmente, los especialistas citados en este sondeo coinciden en que el patriotismo iraquí ha demostrado que Estados Unidos no debe recurrir más a guerras similares a la de Irak.
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