No es un cumpleaños más. Algunas células escaparon de la racionalidad que siempre exhibiste y se afincaron en la vejiga. Pero aún en esas circunstancias conservaste la gallardía que ese maldito cáncer desafía. Seguramente, cuando te dieron la noticia, invadido por la angustia pensaste en aquella balada que escribiste: “Pintaron de gris el cielo/ y el suelo, se fue cubriendo de hojas/ se fue vistiendo de otoño”.
Dijiste en conferencia de prensa: “Lo importante no es lo que te ocurre sino como enfrentas la adversidad. Desde hace mucho se que lo que uno vive es un tiempo muy preciado, valioso y escaso”. Tal vez recordaste entonces a Antonio Machado: “Todo pasa y todo queda/ pero lo nuestro es pasar, pasará haciendo caminos/ caminos sobre la mar”.
Se necesita que siga sonando tu voz, que como dice asombrado Ignacio Copani fue capaz de seducir a su padre ayer, a sus hijas ahora y hasta su mujer se fue detrás de tus palabras.
Mañana no debe ser sólo un adverbio de tiempo como alguna vez dijiste.
Para el más argentino de los catalanes vayan estas líneas y el deseo profundo que sea por muchos cumpleaños más, Nano
Los que nos enamoramos seduciendo con “Tu nombre me sabe a hierba” o nos hiciste querer a Lucía y Penélope, aquella con su bolso de piel marrón, sus zapatos de tacón y su vestido de domingo.
Los que nacimos en un Pueblo Blanco, donde por no pasar ni pasó la guerra.
Los que quisimos tener como pareja a una mujer que no se bañara en agua bendita.
Los que teníamos que despedirnos de ella después de practicar la revolución sexual porque la nena tenía que dormir en casa antes de que den las diez.
Los que tuvimos que desensillar las Utopías guardándola para mejores tiempos.
Los que lagrimeamos con tu Manuel que nació en la España Franquista. Aquel, que nunca nada tuvo, que enterró a su mujer con sus sueños en la tierra del patrón.
Los que como en “Disculpe el Señor” sabemos que el neoliberalismo llenó de pobres el vestíbulo de los países enriquecidos porque previamente arrasó con los empobrecidos
Los que recibimos tu aliento y tu apoyo en los años de plomo, nunca sentimos que estuviste lejos de casa.
Nos acostumbramos a ti como el recodo al camino.
Criamos a nuestros hijos, esos locos bajitos, cuando se incorporaron a nuestras vidas con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario y a las costumbres y que para su bien hay que domesticar. A esos que nos empeñamos en dirigir sus vidas sin saber el oficio.
Los que no nacimos en el Mediterráneo, pero queremos como vos que si un día para muestro mal viene a buscarnos la parca, entonces que empujen al mar la barca con un levante otoñal y dejad que el temporal desguace sus alas blancas, y a mi enterradme sin duelo, entre la playa y el cielo, en la ladera de un monte, más alto que el horizonte quiero tener buena vista.
Y porque nuestra adolescencia y nuestra madurez siguen viviendo en tus canciones como tu infancia continúa jugando en las playas del Mediterráneo.
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