Muchos dirigentes estadounidenses atribuyen a la CNN la capacidad de movilizar la opinión pública y de modificar la política exterior de Washington. Refiriéndose a ese «efecto CNN», el Secretario General de la ONU describió a la cadena televisiva como «el miembro 16 del Consejo de Seguridad». Sin embargo, este «poder mediático» no puede resistir al análisis. Las emociones efímeras de los telespectadores no influyen en los intereses estratégicos a largo plazo de la primera potencia mundial. El espectáculo de la CNN no está concebido para distraer sino para ofrecer la ilusión de que existe un control democrático sobre la acción exterior del Imperio.
Lee Hamilton, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes de EEUU declaró: «Fueron las imágenes de niños hambrientos, no objetivos políticos, lo que nos llevó a Somalia en 1992. Y fueron las imágenes de las perdidas estadounidenses y no la realización de nuestros objetivos, lo que nos hizo salir de Somalia» [1].
Parece, a primera vista, que existe por tanto un «efecto CNN», según el cual la opinión pública, alertada por las cadenas informativas en tiempo real, ejercería presión sobre sus gobiernos obligándolos a adaptar su política exterior.
Ese punto de vista fue defendido por el ex Secretario General de la ONU, el egipcio Butros Butros-Gali. Para él: «El día que los medios le prestaron atención a Somalia, empezamos a recibir apoyo de los Estados miembros. A partir de entonces estuvieron dispuestos a darnos aviones para transportar, para aportar más ayuda humanitaria y fuerza para protegerla.» [2] Y llegaba así a su célebre conclusión: «CNN es el miembro 16 del Consejo de Seguridad».
Como para apoyar esa idea, Ted Turner, quien fundó la cadena originaria de la ciudad e Atlanta, anunció el 18 de septiembre de 1997 que, al igual de los Estados miembros más importantes de la ONU, él daría una contribución benévola de mil millones de dólares a la organización.
Esta imagen de las cosas satisface a todo el mundo: los dirigentes políticos atribuyen sus fracasos a la opinión pública, CNN aprovecha la gigantesca publicidad y la ONU mejora sus fondos con la donación de Ted Turner. Pero, ¿es real o verídico este análisis?
Considerar que CNN informa a la opinión pública quien, a su vez, ejerce una presión sobre sus dirigentes nacionales y que estos actúan entonces en el plano político es un razonamiento coherente. Esto no está demostrado. Primero, porque ignoramos lo que hubiera decidido el US Departamento de Estado en cuanto a Somalia sin las imágenes de la CNN (1).
El cambio de política (desembarco y posterior retirada) puede ser imputable a las emociones que provocaron las imágenes sucesivas, pero sería más simple explicarlas como resultado de la alternancia política entre Bush padre y Clinton.
En segundo lugar, ese razonamiento se funda en la suposición según la cual los medios en general y la CNN en particular son actores independientes de la vida pública. Eso es totalmente falso. En los sistemas autoritarios, los medios de difusión se encuentran bajo control del Estado; en los sistemas liberales, están bajo el control de sus propietarios.
Esta última palabra debe entenderse en el sentido más amplio: los que poseen el capital y los que poseen el conocimiento sobre la utilización del medio pero, sobre todo, los clientes, o sea a la vez los lectores y los anunciantes. Mientras más inversiones exige el medio, más fácil es controlarlo.
Desde ese punto de vista, una cadena con pretensiones planetarias como la CNN está a la vez sometida al control de sus múltiples inversionistas y de los numerosos Estados en los cuales trabaja. Sería sorprendente que la Casa Blanca permitiera que un medio de difusión privado se substituya a su política como representante de Estados Unidos ante el mundo.
Es por tanto posible invertir el razonamiento de Butros Butros-Gali: habría que considerar la posibilidad que, en vez de ser la CNN quien influyó en las decisiones de Washington, fue la administración de Bush padre quien utilizó a la CNN para condicionar la opinión pública a una nueva operación en el extranjero. Y que, más tarde, para poner en tela de juicio la operación en Somalia, la administración Clinton haya utilizado también a la CNN.
En tercer lugar, el donativo de Ted Turner a la ONU pretende ser generoso pero, viniendo de un millonario, el hecho de apadrinar una organización intergubernamental equivale a rebajarla al nivel de una obra de caridad. Lejos de ser un acto de apoyo, es una forma de restar valía a las Naciones Unidas. Y, si lo analizamos de cerca, ese donativo está escalonado en diez años.
Nuevas reglas fiscales, que la administración estadounidense parece haber adoptado especialmente para el caso, eximen al señor Turner y su sociedad anónima del pago de impuestos durante ese periodo. En otras palabras, es un regalo cofinanciado por Washington que, por otro lado curiosamente, es reacio a pagar su cuota oficial a la ONU.
Parece entonces que la CNN cambió la diplomacia. El impacto de las imágenes conmueve, según se deja entender, a las opiniones públicas que obligan entonces a sus gobiernos a responder a los problemas. Según otra idea muy difundida, ese medio de difusión en vivo y en directo no deja tiempo de reflexión a los gobernantes.
El ex-secretario de Estado US Lawrence Eagleburger declaró en ese sentido: «Tenemos que comprender cómo la CNN ha cambiado profundamente las cosas. El público oye hablar de un hecho en tiempo real, antes de que el Departamento de Estado haya tenido tiempo de reflexionar sobre él. Por consiguiente, reaccionamos antes de haber tenido tiempo de analizar. Así es como se determina actualmente la política exterior, dejándose llevar más de lo que debiera por los hechos cotidianos que reporta la televisión.» [3]
Sí esto fuera verdad, entonces los cuerpos diplomáticos que sirven de intermediarios no sirven ya de nada. El ex-consejero de seguridad nacional, Zbigniew Brzezinski comenta: «Si los ministerios de Relaciones Exteriores y las embajadas no existieran, no habría razón alguna para inventarlos.» [4]
Tales afirmaciones tienen más de demagogia que de realidad. Solamente buscan hacer creer a la opinión pública que es tenida en cuenta, que es ella quien ejerce el poder; en pocas palabras, que los Estados Unidos es una verdadera democracia.
Pero, la política exterior solamente puede manejarse a muy largo plazo. El sistema diplomático de los Estados-Naciones está basado en el principio, enunciado por el cardenal francés Richelieu que vivió entre 1585-1642, el de las negociaciones constantes e ininterrumpidas a través de representaciones diplomáticas permanentes. No se trata de una fantasía sino de la experiencia de las consecuencias de declaraciones de guerra y tratados de paz. Los Estados-Naciones son navíos de gran calado, lentos para la maniobra.
Además, teniendo en cuenta la importancia de los resultados ¿quién puede creer que tales decisiones se toman bajo la influencia de un impulso colectivo sin que ningún contrapoder se manifieste?
Continuando ese razonamiento, podemos considerar que la función principal de las cadenas de información en tiempo real no es proponer el consumo de un espectáculo sino la de reforzar la ilusión de la democracia haciéndole creer al telespectador que el actor es él.
En los periodos revolucionarios, los medios de difusión se multiplican, el Pueblo se moviliza en función de las informaciones que tiene y dicta al instante su voluntad a sus representantes. Se convierte en el soberano. El telespectador de la CNN se ve en medio de la Historia que se desarrolla ante sus ojos, es testigo directo de ella y tiene la ilusión de que puede modificarla.
La CNN se dio a conocer internacionalmente en 1989, durante la masacre de la plaza Tiananmen. Washington fingió haberse enterado de los hechos mediante la televisión, como si la CIA no estuviera presente en China. El secretario de Estado James Baker III escribió: «La terrible tragedia de la plaza Tiananmen (en Pekín) era la demostración clásica de un fenómeno nuevo y poderoso: la capacidad de la comunicación global para conducir la política» [5].
Lo mismo se dijo cuando ocurrió el golpe de Estado en Moscú, en 1991. «La embajada estadounidense en Moscú, que no tenía aún la CNN, no era ni siquiera un lugar donde se podía dejar un mensaje. El presidente y sus principales consejeros actuaban según lo que podían saber por la CNN y por otros medios de comunicación ya que los informes de los diplomáticos siempre estaban fuera de actualidad y de los sucesos que acontecían», comenta el periodista Michael O’Neill [6].
Tendríamos que concluir entonces que un anciano jubilado que tiene tiempo para mirar la CNN en la televisión sabe más sobre la situación política del mundo que el presidente de Estados Unidos, que se encontraría demasiado ocupado en la lectura de los cientos de informes vacíos de sus servicios.
La verdad es muy diferente. La CNN es un instrumento de justificación de una política que se decide en la cúpula. A fines de 1989, la cadena de Atlanta mostraba el espectáculo de la crueldad del tirano de los Cárpatos, testimoniaba que la represión de los Ceausescu (ex presidente de Rumania) acababa de dejar más de 10,000 muertos y no tardaba en dar como prueba las imágenes de los muertos de Timisoara.
En 1999, la CNN martillaba los slogans más increíbles de la administración Bush sobre el llamado cuarto ejército del mundo: el de Irak. Instalaba, a pedido del general Colin L. Powell, sus cámaras a bordo de los bombarderos de la US Air Force, mantenía un equipo en Bagdad para dar la impresión que los civiles no tenían nada que temer de los «bombardeos quirúrgicos».
En 1999, la CNN ya no se conformó con hacer lo que quería el Estado Mayor USA e instaló a los especialistas del 4to Grupo de Operaciones psicológicas del ejército estadounidense en su sala de redacción [7].
Elementos de esa misma unidad montaron, el 9 de abril de 2003, el derribo de la estatua de Saldam Hussein en la plaza Fedays de Bagdad, retransmitido en vivo por APTN y CNN con, para completar esta «maravilla de la información», comentarios de George W. Bush [8].
Solamente mencionamos aquí algunos ejemplos ya que una lista exhaustiva sería larga y fastidiosa.
Entonces, ¿permite el caso de Somalia hablar de un «efecto CNN»? El ex-consejero de Seguridad Nacional Anthony Lake reconoció que todo estaba decidido antes de la transmisión de las imágenes del cuerpo del soldado estadounidense arrastrado por la capital. «Las imágenes de la CNN nos ayudaron a reconocer que la situación militar en Mogadiscio se había deteriorado de una manera que nosotros no habíamos admitido con franqueza» [9].
En cuanto a la intervención en sí, el Estado Mayor la montó como un espectáculo: las cámaras de la CNN y luces de teatro fueron minuciosamente instaladas en la playa y el desembarco se programó para la hora de audiencia máxima.
[1] Audiencias en la Cámara de Representantes, 26 de abril de 1994.
[2] Citado por Philip Seib, in Headline Diplomacy: How News Coverage Affects Foreign Policy, Praeger Publ., 1997.
[3] Citado en «Wary Partners: Diplomats and the Medias» por David D. Pearce, Congressionnal Quaterly, 1995.
[4] Citado en The Practice of Diplomacy: Its Evolution, Theory and Administration por Keith Hamilton y Richard Langhorne, Routledge.
[5] The Politics of Diplomacy: Revolution, War and Peace por James Baker III, Putnam’s Sons, 1995.
[6] The Roar of the Crowd: How Television and People Power Are Changing the World por Michael J. O’Neill, Times Books, 1993.
[7] Intelligence (París) del 17 de febrero del 2000, Trown (Amsterdam) del 21 y el 25 de febrero del 2000 y Why Were Government Propaganda Experts Working On News At CNN?, FAIR, 27 de marzo del 2000.
[8] «¿El fin de la guerra?» por Jack Naffair, Voltaire, 15 de abril de 2003.
[9] Citado en The News Media, Civil War and Humanitarian Action por Larry Minear, Colin Scott y Thomas G. Weiss, Lynne Rienner Pub., 1996.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter