Para realzar al superhéroe del Bien -George W. Bush-, la propaganda estadounidense ha creado superhéroes del Mal: primero Bin Laden, luego Zarkaui. En ambos casos, hace notar el periodista rumano Vladimir Alexe, el demonio es un ángel caído: un agente de la CIA que se habría vuelto contra su creador. Una vez creado el mito, se le hace asumir la responsabilidad de los hechos más diversos para exorcizar la barbarie de la Coalición.
Durante los últimos cuatro años, el terrorismo ha conocido un crecimiento exponencial a nivel planetario. De fenómeno periférico, ha pasado rápidamente a ser un riesgo para la seguridad colectiva, la pesadilla de todas las sociedades, democráticas o no.
En este contexto, han aparecido igualmente las superestrellas del terrorismo. El «primer genio malo» del fundamentalismo islámico fue Osama bin Laden. Ahora bien, en la actualidad, éste corre el riesgo de ser destronado por un nuevo personaje, considerado tan maléfico como aquel, pero mucho más misterioso: Abu Musab al-Zarkaui (o Abu Mussab Al-Zaqawi, según la transcripción ortográfica inglesa). Se trata de un personaje cuyo nombre era totalmente desconocido hasta hace tres años, pero al que desde entonces se le atribuye el papel de líder de la insurrección iraquí, de cerebro de las operaciones terroristas contra Estados Unidos y Europa.
Se habla tanto sobre hechos tan complejos que al final parece más bien el héroe de cuentos populares en vez de un hombre de carne y hueso. Hay analistas que sostienen que se trata de un misterioso jordano de origen palestino, una leyenda que ya veremos parece creada con fines propagandísticos.
La «guerra contra el terrorismo», caracterizada por el presidente Bush Jr. como la «guerra del derecho», define el «Bien» y el «Mal» sobre la Tierra, lo que hace de los jefes mundiales del terrorismo las encarnaciones inmediatas del «Mal». Las campañas de propaganda tienen por lo tanto la función de mantener viva la «amenaza terrorista» en la mente de los ciudadanos norteamericanos. La creación de ciertos personajes, de ciertos mitos del terrorismo universal como Osama bin Laden (ex agente de la CIA) o, en la actualidad, Abu Musab al-Zarkaui, todo el tiempo perseguidos, pero jamás apresados por el Pentágono, tiene la función de autentificar, «personalizar» una guerra que ha permitido, a fin de cuentas, ampliar considerablemente la esfera de influencia directa de los Estados Unidos.
Afganistán: los inicios
Michel Chossudovsky escribe en un artículo intitulado «The Pentagon’s New Terrorist Mastermind» que las agencias de inteligencia y contraespionaje norteamericanas han constituido desde hace mucho sus propias organizaciones terroristas. Una serie de organizaciones «islamistas» han actuado y actúan aún de conformidad con un plan secreto para crear las ocasiones y justificar en el mejor momento la intervención del ejército de los Estados Unidos. Siempre según Chossudovsky, esta organización funcionaría exactamente como los dos brazos de un cuerpo humano, en el que el izquierdo crea las condiciones para la intervención del derecho. Por lo tanto existe un «cerebro» que lo coordina todo, y el autor recuerda que el movimiento «islámico-terrorista» perseguido por Washington en la actualidad fue en sus inicios pura creación estadounidense.
¿Cómo inventaron los Estados Unidos el movimiento islámico-terrorista? Es precisamente Zbigniew Brzezinski quien nos lo dice en una entrevista aparecida en el número del 15-21 de enero de 1998 del Nouvel Observateur. [1] El ex consejero para los asuntos de defensa nacional del presidente Jimmy Carter devela en la misma -en exclusiva- que la intervención de la CIA en Afganistán precedió a la invasión soviética de 1979. Dice Brzezinski: «Según la versión oficial de la historia, la CIA habría apoyado al movimiento de los muyaidines a partir de 1980, es decir, después de la intervención armada soviética que invadió Afganistán el 24 de diciembre de 1979. En realidad las cosas sucedieron de forma diferente, pero se trataba de un secreto guardado hasta ahora. El 3 de julio de 1979, el presidente Carter firmó la primera directiva secreta para ayudar a los opositores al régimen pro soviético de Kabul». El objetivo era crear un «Vietnam» par el ejército y la economía soviética. En el marco de este plan secreto, los Estados Unidos financiaron, entrenaron y armaron sustancialmente a millares de islamistas traídos de diversos países y continentes al vecino Pakistán.
La prestigiosa revista Covert Action Quaterly, que en sus últimas entregas publicó el sumario de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y la evolución del fenómeno del terrorismo, hace un balance inquietante: la administración Carter creó a los «islamistas» de Sudán; la administración Bush padre intensificó la colaboración con los «islamistas» de Afganistán y Sudán, mientras que la administración Clinton apoyó a los «islamistas» de Albania, Argelia, Bosnia, Chechenia, Irak y Libia.
Desde un punto de vista geoestratégico, Osama bin Laden es el mejor «amigo» del presidente Bush. ¿Qué habría hecho Bush sin Bin Laden?, se pregunta Michael C. Ruppert, con treinta años de experiencia en misiones «secretas» a sus espaldas, en su obra Crossing the Rubicon [2]. Las conclusiones del autor van muy lejos: «Creo que Bin Laden fue y sigue siendo un agente de la CIA, del gobierno de los Estados Unidos y de Wall Street.» Ello explicaría por qué el terrorista más buscado del planeta no ha sido nunca capturado. Sin embargo, desde enero de 2003 otro mito del terrorismo internacional aparece en la arena internacional: el del pretendido Abu Musab al-Zarkaui, a quien nadie conocía hasta esa fecha. ¿Quién es entonces este Zarkaui?
Biografía confusa para un oscuro terrorista
Hasta enero de 2003 se oía hablar muy poco de Abu Musab al-Zarkaui. Ilustre desconocido, en un breve lapso de tiempo se convirtió en el terrorista más célebre del planeta.
Sin embargo, su biografía está rodeada de un velo de misterio, de ahí que sea muy difícil separar el aspecto legendario de la realidad. La leyenda podría ser atribuida al imaginario popular, pero, también, a la propaganda gubernamental. Con las reservas de rigor, he aquí más o menos los principales hechos que, según se dice, habrían marcado hasta hoy la existencia de Abu Musab al-Zarkaui.
Nació hace 38 años en la localidad de Zarka, en Jordania, de una familia pobre de nueve hijos. Su familia pertenece a la tribu beduina Bam Hassan, la mayor y más religiosa de las tribus hachemitas del reino de Jordania. Su nombre al nacer fue Ahmed Fadil Hamdan Khalaila, que más tarde cambió por el de Abu Musab al-Zarkaui, según el nombre del poblado natal de su padre.
A los doce años, Abu Musab fue echado de la escuela y encontró refugio en los campos palestinos de la periferia de Ammán. Tenía alrededor de 20 años cuando partió a luchar a Afganistán contra el ocupante soviético. Allí inventó la forma de hacer bombas artesanales y luego fue a entrenarse a un campo de muyaidines procedentes de diversos países musulmanes. En 1990 volvió a Jordania. En el mes de diciembre de 1999, el nombre de Zarkaui es pronunciado durante el ataque al hotel «Padisson Sas», en Ammán. Descubierto el complot por la policía, Zarkaui es hecho prisionero y luego indultado. Al salir de prisión huye a Pakistán para luego regresar a Afganistán. En 2002, Zarkaui lucha con los talibanes contra las fuerzas norteamericanas. Se dice que fue gravemente herido en un pie durante una emboscada, lo que no le impidió huir a Irak, donde, en un hospital de Bagdad, le amputaron el pie herido. Posteriormente, y según todas las probabilidades, la invasión anglo-estadounidense encuentra a Abu Musab al-Zarkaui en el Norte de Irak, en la zona kurda, lugar ideal para continuar la «guerra santa» al frente de su grupo de combatientes «Ansar al-Islam», compuesto por cerca de 400 fundamentalistas. Finalmente, en abril de 2003, tras la caída de Bagdad ante la ofensiva de las fuerzas de los Estados Unidos, Zarkaui y su grupo son ubicados en el centro de Irak en la zona nombrada «el triángulo sunita».
Nacimiento de una leyenda
Zarkaui fue por lo tanto catapultado a la arena internacional en febrero de 2003, apenas seis semanas antes de la invasión norteamericana a Irak so pretexto de la presencia de armas de «destrucción masiva» fabricadas por el régimen de Sadan Husein, según el discurso del secretario de Estado Colin Powel ante el Consejo de Seguridad de la ONU donde éste declaraba: «Lo que quiero señalarles hoy es la conexión, posiblemente mucho más siniestra, existente entre Irak y la red terrorista Al Qaeda, conexión que vincula a las organizaciones terroristas clásicas con los métodos modernos de asesinato. Irak alberga hoy una mortífera red terrorista dirigida por Abu Musab al-Zarkaui, aliado y colaborador de Osama bin Laden y sus lugartenientes de Al Qaeda.» En su alocución, Powell emplea en nombre de Zarkaui para establecer el vínculo entre Sadam Husein, el partido Baas (socialista-nacional) y lo que Washington denominará la «red del terror islámico». En otras palabras, desconocido hasta entonces, el terrorista de origen jordano era presentado como la verdadera prueba de que el Irak de Sadam Husein (totalitario y laico), mantenía relaciones con Al Qaeda. Una vez establecida esta relación, la administración Bush Jr. podría pretender que el régimen de Bagdad constituía una amenaza para los Estados Unidos. En el centro de esta argumentación, un hombre, el misterioso Abu Musab al-Zarkaui, es bruscamente propulsado al estatus de superterrorista.
Dado que en ese momento su nombre era totalmente desconocido, el secretario de Estado se vio obligado a hacer una corta presentación: «palestino nativo de Jordania, Abu Zarkaui había combatido durante la guerra de Afganistán hacía más de diez años. A su regreso a Afganistán, en 2000, dirigió un campo de entrenamiento de terroristas. Una de sus especialidades y una de las especialidades del campo: el veneno. Cuando nuestra coalición hizo huir a los talibanes, la red de Abu Zarkaui ayudó a establecer otro campo de adiestramiento de los especialistas del veneno y los explosivos, y este campo está situado en el nordeste de Irak. Esta red enseña a sus miembros a producir ricina y otros venenos (...). Desde su red terrorista en Irak, Abu Zarkaui puede dirigir las actividades de esta red en el Medio Oriente y más allá (...). Abu Zarkaui y su red prepararon actos de terrorismo contra países como Francia, Gran Bretaña, España, Italia, Alemania y Rusia».
De un pequeño muyaidín anónimo, Al-Zarkaoui pasó a ser en un día una estrella del terrorismo internacional y su consagración llegó algunas semanas más tarde, cuando el propio presidente Bush Jr. mencionó a Al-Zarkaoui, calificándolo directamente como el «hombre más peligroso del planeta, después de Osama bin Laden».
Terror en los Estados Unidos
Después del discurso de Colin Powell ante el Consejo de Seguridad, tampoco la opinión pública olvidó el nombre de Al-Zarkaui. El terrorista de quien nunca se había oído hablar se hacía bruscamente omnipresente en todos los frentes. El 8 de febrero de 2003 se produce una «alerta antirricina» en Estados Unidos. En una carta enviada a la dirección de Bill Frist, líder de la mayoría republicana en el Senado, se descubrió un «polvo blanco sospechoso». Inmediatamente las autoridades mencionan el nombre de Zarkaui, identificándolo como el «posible cerebro» de la operación. La National Rewiew del 18 de febrero de 2003 brinda los siguientes argumentos: «Es bien conocido que Zarkaui, ingeniero bioquímico y jefe de la organización Al Qaeda, se ocultaba en Afganistán donde se encontraron trazas de ricina así como otros venenos».
La histeria de la ricina de Zarkaui fue sustituida seguidamente por otra cosa. El 13 de febrero de 2003, la cadena de televisión ABC difundía la noticia de que el terrorista-fantasma refugiado en Irak preparaba allí un ataque con bomba radioactiva a Estados Unidos. Esto tenía lugar justamente una semana después del discurso de Colin Powell ante el Consejo de Seguridad.
¡En los Estados Unidos las autoridades desencadenan la «alerta naranja»! Powell declaraba entonces a la cadena ABC: «Es fácil para un terrorista hacernos arder con una bomba radioactiva fabricada en los Estados Unidos. El pueblo norteamericano debe saber que esta posibilidad existe.» Durante este tiempo la cadena de televisión estadounidense alertaba a los hoteles, boutiques, inundaba los buzones electrónicos, etc. Después de este anuncio, decenas de miles de estadounidenses se precipitaban a comprar máscaras de gas, coberturas de plástico, cintas adhesivas, etc. a fin de prepararse para un eventual ataque.
Es inútil decir que después de la ocupación de Irak, las tropas de la Coalición no han encontrado una sola bomba radioactiva, ni ricina ni arma química cualquiera que esta sea.
La filial española
El «mito Al-Zarkaui» fue fortalecido por el presidente español José María Aznar. Mientras Colin Powell presentaba el «expediente Zarkaui» en la ONU, Aznar declaraba el 5 de febrero de 2003 en el parlamento español que existían informaciones según las cuales España podría ser blanco de ataques químicos.
Según Aznar y reportado por El País el 6 de febrero de 2003, Al-Zarkaui habría tenido vínculos con Merouane Ben-Ahmed, un «experto en armas químicas y explosivos a quien visitó poco tiempo antes en Barcelona». Más aún: Aznar sostuvo ante la Cámara de Deputados que 16 sospechosos de Al Qaeda en posesión de armas químicas y explosivos tenían relaciones con el terrorista-fantasma Al-Zarkaui.
La información en su totalidad era falsa. El ministro español de Defensa Nacional reconoció más tarde que las «armas químicas» sólo eran simples detergentes» (cf. Irish News, 27 de febrero de 2003).
Posteriormente, se producen los atentados de Madrid el 11 de marzo de 2004. Aunque las investigaciones de la prensa española hayan excluido la implicación de Al-Zarkaui, la CIA lo designaba como el principal sospechoso. La hipótesis fue presentada nuevamente en la CNN el 13 de marzo de 2004. Es decir, dos días después del atentado, cuando la investigación de la policía española apenas había comenzado.
Un invitado de la CNN explicaba en qué se basaba para acusar a Al-Zarkaui: «Intercepté su último memorando, el mes pasado, que indicaba la continuación de las acciones contra Estados Unidos».
Más tarde, el argumento fue retomado, pero de forma más matizada. Según la CIA, un «grupo de marroquíes» habría estado implicado en los atentados de Madrid. Éstos habrían debido estar en contacto con Al-Zarkaui según el descubrimiento del diario The Australian del 24 de mayo de 2004.
El misterioso Al-Zarkaui parece por lo tanto ser alguien muy ocupado. Miremos más de cerca lo que hizo en la primavera de 2003.
Desde su escondite iraquí -protegido de la mirada de los inspectores de la ONU que registran el país en todas direcciones-, nuestro superterrorista preparaba ricina para enviar por carta a Estados Unidos, enterraba algunas bombas radioactivas, organizaba y coordinaba su red criminal recientemente extendida a cuatro países europeos y, para terminar, hacía de intermediario entre Al Qaeda y el régimen de Sadam Husein. Ni siquiera la invasión estadounidense a Irak logró frenar esta actividad frenética. Muy por el contrario. Desde entonces los hechos atribuidos a Al-Zarkaui son, en primer lugar, numerosos. Su nombre es relacionado con más o menos todas las acciones terroristas.
The Weekly Standard, revista próxima a los círculos neoconservadores del grupo PNAC, escribía el 24 de mayo de 2004: Al-Zarkaui dirigió no sólo el asesinato de Nick Berg, sino también la carnicería de Madrid el 11 de marzo, el bombardeo de los chiítas en Irak durante el mismo mes y el atentado kamikaze del puerto de Basora el 24 de abril. Antes del 1º de septiembre de 2001, conspiraba para matar turistas israelíes y norteamericanos en Jordania.»
Abu Musab al-Zarkaui se convirtió en el nuevo «genio del mal» del islamismo, mientras que poco a poco se iba olvidando a Osama bin Laden. La CIA aumentó la recompensa por la captura de Zarkaui de dos millones de dólares a 30 millones, una suma en consonancia con su rango de superterrorista.
De forma extraña y a pesar de su implicación en tan numerosas actividades criminales dadas por verdaderas, Zarkaui permanece siendo un personaje fantomático. Las informaciones sobre su persona continúan siendo sumarias. Los responsables de la CIA reconocieron en la misma entrega del Weekly Standard que la Agencia no dispone de una sola fotografía que suponga sea de Zarkaui y no conoce ni su talla ni su peso.
El videocasete de la ejecución de Nicolas Berg
En mayo de 2004, Al-Zarkaui era responsabilizado por la decapitación de Nicolas Berg [3] tras haberlo tomado como rehén. Algunos comentaristas no pudieron abstenerse de señalar que esta ejecución -supermediatizada- cayó en el momento oportuno para Donald Rumsfeld. En medio del escándalo de la prisión de Abu Ghraib, numerosos senadores norteamericanos habían solicitado la renuncia del secretario de Defensa a quien consideraban responsable, al menos moralmente, de los horrores que se practicaban en esta prisión.
La cinta grabada con la ejecución de Nick Berg creó en la opinión pública una corriente de indignación antiiraquí que podía distraer la atención de dos cuestiones importantes. El 11 de mayo de 2004, la CNN presentaba un misterioso informe, descubierto en un sitio islámico, en el que se acusaba a Zarkaui de haber decapitado a Berg. Dos días después, la CNN anunciaba: «La CIA confirma que el asesino de Nicholas Berg fue Abu al-Zarkaui».
La prueba: un videocasete intitulado: «Abu Musab al-Zarkaui presente en la ejecución de un norteamericano.» En la grabación se veía a un individuo enmascarado que hablaba inglés y del que los expertos de la CIA decían al unísono: «¡Es Zarkaui!»
Sirajin Sattayev en «Was Nick Berg killed by US intelligence?» señalaba una serie de faltas de concordancia en el videocasete.
Así, Sattayev señalaba: Zarkaui es jordano, pero el hombre del videocasete no habla con acento jordano. A Zarkaui le amputaron un pie, sin embargo ninguno de los pies del hombre que aparece en la cinta presenta esta anomalía. Además, el hombre que se pretende ser Zarkaui tiene puesta una alianza amarilla, probablemente de oro; eso es algo que ningún islamista fundamentalista haría porque su fe no se lo permite.
Inmediatamente después de la mediatización de esta verdadera bomba -un Zarkaui con sus dos pies, un anillo de oro en el dedo anular y que habla inglés-, la revista News and World Report del 24 de mayo afirmaba: «Las personalidades oficiales y autorizadas de la inteligencia norteamericana, que creían que Zarkaui había perdido un pie en Afganistán, modificaron recientemente su opinión y ahora afirman que Zarkaui tiene sus dos pies». La situación cambia.
El misterio de los rehenes en Irak
A diferencia de Bin Laden, Zarkaui no ha llamado nunca a la «guerra santa» contra los judíos o los cristianos (los «cruzados»). Durante su declaración ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Colin Powell «olvidó» mencionar dos hechos importantes: por una parte que Zarkaui y su organización «Ansar al-Islam» eran opuestos a Sadam Husein, y, por otra, que los Estados Unidos no manifestaron ningún interés (lo que hubieran podido hacer) para destruir su base en el Norte de Irak en una zona mayoritariamente habitada por los kurdos. ¿Por qué?
¿Desde cuándo en Irak las tomas de rehenes son medios estratégicos? Cerca de seis meses después de que la Coalición dirigida por Estados Unidos hubiera ocupado el país. En mayo de 2004 (después de cerca de un año de ocupación) Nick Berg es decapitado. Le siguen Eugène Armstrong y Jack Hensley en el mes de septiembre de 2004, luego el británico Ken Bigley en octubre de 2004.
Lo impresionante es que entre los rehenes de Zarkaui hay personajes especialmente desagradables para la Coalición.
Se trata de hombres de negocios sospechosos de espionaje, de periodistas de «izquierda» o independientes que reportaban hechos contra los intereses de las fuerzas de ocupación y a quienes les era indiferente la censura, o activistas de organizaciones humanitarias independientes.
Por ejemplo, Nick Berg fue secuestrado en el momento en que la Coalición sospechaba de él por desplazarse clandestinamente de Irak a Irán. Según su padre, el FBI investigaba a toda la familia de Berg en los Estados Unidos en busca de informaciones sobre los viajes de éste a Irán. Los reportajes de Giuliana Segrena, la periodista del Manifesto (diario comunista italiano) no eran del todo favorables a las tropas de ocupación y recordaban constantemente el «genocidio de Faluya».
Estados Unidos sólo estimula a venir a Irak a los periodistas llamados «corresponsales de guerra», acreditados ante las fuerzas de la Coalición. Reciben un uniforme del ejército de los Estados Unidos así como protección militar. En el hotel reciben notas y videocasetes controlados por la censura militar. Como durante la guerra con la ex Yugoslavia, estos muy numerosos «corresponsales de guerra» apenas abandonan sus hoteles y envían a sus diarios las informaciones que les brinda ya hechas el ejército de los Estados Unidos.
Los demás periodistas, los que hacen su trabajo sin pasar por la censura militar, corren el riesgo de caer en manos de «Zarkaui» y ser decapitados u objeto de un pedido de rescate. ¿La idea no es atemorizar a los periodistas y a los trabajadores de las ONG independientes (ver el programa del Pentágono «P2OG») a fin de incitarlos a permanecer alejados de las zonas «sensibles»?
Cualquiera que sea el grado de imprevisibilidad de la situación en Irak, no podemos menos que asombrarnos por la forma más que rara empleada por Al-Zarkaui para alcanzar sus objetivos. Numerosas víctimas de las acciones de su organización no tenían que cuidarse, a priori ni de forma explícita, de ser un objetivo de los terroristas islámicos.
Diez mil dólares por creer en la ficción «Zarkaui»
El nombre de Al-Zarkaui fue invocado en 2003 para justificar la guerra en Irak. Hoy, es presentado como la punta de lanza de la insurrección, motivo esgrimido para afirmar que la paz no es aún posible, por lo que las tropas de la Coalición deben posponer su retirada. Se atribuye a la organización de Zarkaui todo tipo de acciones terroristas: coches-bombas, secuestros, toma de rehenes y ejecuciones. Tantas acciones y tan complejas que parece difícil sean dirigidas por un solo hombre. El diario australiano The Age plantea una hipótesis interesante: «Al-Zarkaui no existe». O, por o menos, el personaje brioso e hiperactivo descrito por los servicios secretos norteamericanos no existe. Es un personaje de ficción. The Age reporta, manteniendo el anonimato, el testimonio de un oficial de operaciones psicológicas del ejército norteamericano. Éste habría declarado al diario australiano: «Pagué hasta 10,000 dólares a oportunistas y a delincuentes comunes para que afirmaran un poco por todas partes, al ser interrogados por los periodistas, que Zarkaui existe, haciéndolo así el héroe de cada acción terrorista en Irak».
¿Dónde está entonces la verdad o la mentira tras la leyenda de los nuevos personajes del terrorismo? ¿Ha sido este personaje en su totalidad fabricado en un laboratorio de la desinformación o, a partir de una base real se le han reforzado un poco los «rasgos»? Como quiera que sea, y en lo que respecta a sus inicios en la lucha islámica, la CIA debería saber bastante.
Los medios de comunicación evitan recordar un hecho extremadamente importante: «Al Qaeda» nació en 1987, en los campos islamistas de Pakistán, apoyada por la CIA y el ISI (servicio de contraespionaje del ejército paquistaní) que luchaba en Afgfanistán contra el ocupante soviético. Es en esta época que la CIA recluta a Bin Laden.
Tanto él como el joven Zarkaui servían a los intereses de los Estados Unidos contra el enemigo de la época: la Unión Soviética. Este hecho fue incluso reconocido por el ex secretario de Estado, Colin Powell, el 5 de febrero de 2003 en su presentación de los hechos ante el Consejo de Seguridad.
Existe una vasta documentación, sistemáticamente ignorada por los grandes diarios y cadenas de televisión, en cuanto a la ayuda y apoyo concedidos por la CIA durante estos años a «Al Qaeda». Personajes políticos de primera magnitud como Colin Powell y Richard Armitage se han implicado directamente a fin de canalizar los esfuerzos de los insurgentes islamistas en Afganistán. Así, puede concluirse que tanto Osama bin Laden como Abu Musab al-Zarkaui han sido puras «creaciones» de la CIA.
Hoy un nuevo argumento se abre paso entre los neoconservadores, a saber que Al-Zarkaui estaría financiado por Irán. De ahí que a este país Washington lo haya situado en la lista de países del «Eje del Mal». De modo que la «época de Al-Zarkaui» no parece acabarse y el terrorista-fantasma podría ser utilizado contra Irán.
Artículo publicado en Ziua el 9 de julio de 2005. Traducido del rumano para la Red Voltaire por Alexandre Pondu.
[2] Crossing the Rubicon, The Decline of the American Empire at the End of the Age of Oil, por Michael C. Ruppert, New Society Publishers 2004.
[3] «El caso Nicholas Berg» Voltaire, 20 de mayo de 2004.
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