Desde hace 60 años, el Council on Foreign Relations (CFR) asesora al Departamento de Estado. En cada conflicto, determina los objetivos bélicos en interés de sus miembros y fuera de todo control democrático. También participa en la redacción de una historia oficial cada vez que es necesario condenar los errores del pasado y rehacerse una imagen. Financiado por 200 multinacionales, cuenta con 4 200 miembros cooptados entre los cuales se escogen la mayoría de los dirigentes gubernamentales. La élite del business elabora la política exterior de los Estados Unidos por consenso y a puerta cerrada.
En un programa televisivo sobre un tema de la realidad, NBC solicitó el concurso de los ministros en ejercicio y de ex ministros para simular su reacción en caso de un nuevo ataque terrorista. Para reconstituir las condiciones reales, las autoridades son asistidas por dirigentes del CFR quienes los asesoran en directo.
Durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson nombra al periodista progresista Walter Lippmann subsecretario de Guerra, y le encarga que constituya un grupo secreto de 125 universitarios de alto nivel, «L’Enquête», para estudiar las oportunidades de extender el liberalismo en el mundo mediante la Primera Guerra Mundial [1].
Lippman trabaja en estrecha colaboración con el consejero especial del presidente, el coronel Edward Mandell House. El informe final «Los objetivos de la guerra y las cláusulas de paz que requieren» [2], servirá de base a los célebres Catorce puntos de Wilson.
Con frecuencia el enfoque de «hacer el bien de la humanidad sin ella» se califica de idealista en oposición al realismo de «defender sus propios intereses sin preocuparse por los grandes principios». En realidad Wilson realiza los dos a la vez: piensa extender la democracia, pero se reserva el derecho a invadir México o anexarse Haití. En la actualidad, los neoconservadores invocan esa tradición: querer democratizar el Gran Medio Oriente y comenzar bombardeando Afganistán e Irak.
Durante el Armisticio, Wilson viaja a Europa para participar personalmente en la Conferencia de Paz de Versalles. Va acompañado de cinco colaboradores directos, entre ellos el coronel House, que lleva con él 23 miembros de «L’Enquête». La delegación norteamericana impone su método de trabajo a sus socios: no se trata de discutir tratados de paz, Estado por Estado, antes de que se haya definido lo que será la paz. Intenta que se comparta su visión de lo que se llamará más tarde la globalización: un mundo abierto al comercio, sin aduanas ni reglas, y una Sociedad de Naciones (SDN) que prevenga las guerras. Ese proyecto será ampliamente enmendado por los europeos, después finalmente rechazado por el Congreso de los Estados Unidos que desaprueba a Wilson.
Al margen de la Conferencia de Paz, las delegaciones británica y norteamericana deciden crear una suerte de Academia Binacional que continuará y actualizará los trabajos de «L’Enquête» para ayudar a los dos gobiernos a definir conjuntamente su política exterior a largo plazo. Se acordó que ese Instituto anglonorteamericano para las Relaciones Internacionales se organizaría en dos secciones autónomas, una en Londres, la otra en Nueva York.
Pero, por su parte, Elihu Root (secretario de Estado que había organizado las intervenciones en Cuba, Santo Domingo y Honduras, y, sin embargo, obtuviera el Premio Nobel de la Paz) ya había creado un Consejo para las Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations - CFR). Esta asociación reunía a un centenar de personalidades, pero en realidad no funcionaba. Por consiguiente, «L’Enquête» se fusionó con el CFR para formar la rama norteamericana del dispositivo, mientras que los británicos creaban el Instituto Real de Relaciones Internacionales (Royal Institute for International Affairs - RIIA) en Chatham House.
Las reglas de funcionamiento del CFR y de Chatham House son las clásicas de las sociedades de pensamiento: se invita a los participantes a que citen en el exterior los trabajos realizados, pero jamás deben revelar la identidad de sus autores. Además, en esa época, los dos clubes están reservados a los ciudadanos nacionales y exclusivamente masculinos. Sin embargo el tono de los debates evoluciona de forma diferente en el Reino Unido (dirigido a su Imperio) y a los Estados Unidos (preso del aislacionismo). Esta divergencia aparecía en los títulos de sus respectivas publicaciones: Foreign Affairs (Relaciones Exteriores) para el CFR, International Affairs (Relaciones Internacionales) para el RIIA.
Durante la etapa entre las dos guerras, el CFR pasa de 300 a 663 personalidades en Nueva York, escogidas por cooptación, que representan a todas las tendencias políticas, salvo claro está, los aislacionistas. El CFR es financiado generosamente por donaciones privadas, sobre todo las de la Fundación Carnegie, y no por el Estado Federal al cual asesora. Otros clubes idénticos se crean en ocho grandes ciudades norteamericanas.
Al final de los años treinta, el Consejo se divide sobre la actitud a adoptar frente al militarismo nipón y a la Alemania nazi. En definitiva el club toma partido: el director a la sazón, Hamilton F. Armstrong, y el secretario, Allen W. Dulles, publican un sonado opúsculo ¿Se puede ser neutral? Desde la invasión de Polonia, en 1939, es decir dos años antes de que la Casa Blanca decidiera entrar en la guerra, el CFR comienza a trabajar fuertemente sobre los objetivos bélicos y continuará el trabajo de sus expertos hasta el fin de las hostilidades. Un centenar de universitarios redacta los War and Peace Studies [3], en 682 memorias, dirigidas al Departamento de Estado. Las investigaciones son financiadas por la Fundación Rockfeller con 350 000 dólares y servirán de base para convocar las Conferencias de Dumbarton Oaks y de San Francisco (creación de la ONU).
Al final de las hostilidades, Allan W. Dulles, quien sirvió durante la Guerra Mundial en la OSS [4], es electo presidente del CFR. La primera iniciativa del Consejo es imputar el balance de la guerra a la cuenta de la administración Truman. Esta vez, es demasiado. Eminentes historiadores protestan contra la monopolización de la investigación histórica por un club de intereses privados vinculado al Estado Federal. En la práctica, el CFR es el único que tiene acceso a los archivos del gobierno y puede escribir una historia oficial sin temor a que lo contradigan.
El número de miembros continúa aumentando rápidamente y muy pronto alcanza el millar. Los administradores del CFR, para cubrir todos les sectores de la sociedad, deciden abrir el club a personalidades menos adineradas: los dirigentes sindicales de la AFL-CIO [5].
También es el Consejo quien elabora la doctrina de la Guerra Fría. Foreign Affairs publica anónimamente un artículo memorable: «The Sources of Soviet
Conduct» [6]. En realidad se trata de un análisis del embajador George F. Kennan de regreso de Moscú. En él, describe el comunismo como intrínsecamente expansionista, y asegura que no tardará en representar una amenaza más grave aún que el III Reich. Una suerte de paranoia se apodera del Consejo, donde muchos interpretan equivocadamente este artículo como el anuncio de un ataque militar inminente de los Soviets. De todas maneras, el presidente Harry S. Truman encarga a Kennan que elabore el National Security Act que establece el aparato de Estado secreto (Estado Mayor Interarmas, permanente en tiempos de paz, la CIA y el Consejo Nacional de Seguridad). De forma espontánea, los hombres del CFR llegan a los puestos de responsabilidad de esas instituciones secretas del Estado Federal, sobre todo, Dean Acheson, Charles Bohlen, Averell Harriman, Robert Lovett y John McCloy. En cambio, dichas instituciones utilizan el CFR para prevenir cualquier retorno del aislacionismo en las élites y para movilizar las que están al servicio del Plan Marshall [7].
No obstante, el giro efectuado por la administración Truman, cuando Kammam es licenciado en beneficio de su adjunto Paul H. Nitze [8] y cuando la Guerra Fría evoluciona del simple containment al enfrentamiento indirecto, es una reacción al primer ensayo atómico soviético y se decide fuera del CFR.
Durante los años cincuenta, el Consejo estudia la doctrina nuclear. Se crean grupos de trabajo ad hoc en 1954 y 1955. Las minutas de las reuniones las redacta un joven universitario cercano al complejo militar-industrial, Henry A. Kissinger [9]. Luego del primer ensayo atómico chino, en 1964, el CFR realiza un trabajo sobre China y predica una política de apertura que es adoptada por Richard Nixon, quien la anuncia en Foreign Affaire; luego, progresivamente la pone en práctica Kissinger ahora convertido en secretario de Estado de Nixon. En este período la Fundación [10] se une a los donantes. Se contratan a brillantes universitarios como Zbigniew Brzezinski o Stanley Hoffman.
Siguiendo la misma técnica, el CFR redacta estudios históricos al final de la guerra de Vietnam. Veintidós personalidades de altísimo nivel publican una historia oficial. Como en 1945, las élites estadounidenses deciden por sí mismas los delitos que deben de ser reconocidos y absueltos, y los que pueden ser ocultados y, por lo tanto, deben caer en el olvido. Se desmiente a Nixon y se finge sacar lecciones del pasado para poder virar la página y aspirar una vez más a situarse del lado de la buena voluntad.
David Rockfeller, del Chase Manhattan Bank (convertido en el JP Morgan Chase), asume la presidencia del CFR en 1970. Abre tímidamente el club a las mujeres y recluta a jóvenes. Crea el cargo de director ejecutivo que confía al ex secretario de Estado de Carter, Cyrus R. Vance, y luego un Consejo Consultivo Internacional (Francia está representada por Michel Rocard y Canadá por Brian Muroney).
Tras el derrumbe de la URSS, el CFR establece la nueva línea política del país y publica en Foreign Relations un artículo de Samuel Huntington: «El choque de las civilizaciones» [11].
Sesión de trabajo en el Council on Foreign Relations.
En la actualidad el Council on Foreign relations está presidido por Richard N. Haass, un ex consejero diplomático del presidente Bush padre convertido en adjunto de Colin L. Powell en la administración Bush hijo. Está considerado uno de los mentores de Condoleezza Rice. El presidente es Peter G. Peterson, un banquero cercano a los Bush. Más de 200 multinacionales financian el club en más de siete millones dólares anuales. Cuenta con 4 200 miembros y emplea a 50 investigadores. Foreign Affairs tiene una venta en el mundo de 125 000 ejemplares.
A lo largo de los últimos sesenta años, el CFR ha elaborado las estrategias a largo plazo del Departamento de Estado al establecer un consenso en el interior de las élites estadounidenses (excluidos los aislacionistas) fuera de todo control democrático. Ha establecido los objetivos de guerra de todos los conflictos en los cuales los Estados Unidos se han involucrado en función de los intereses de sus miembros. En ese sistema, la guerra no es «la continuación de la política por otros medios», según la fórmula de Clausewitz, sino la continuación del libre mercado. Paralelamente, la definición de las estrategias de guerra corresponde a la Rand Corporation como consejera del Departamento de Defensa. El Council on Foreign Relations también ha elaborado una historia nacional consensuada que acredita el mito del intervencionismo desinteresado y niega los sufrimientos infligidos por Washington al resto del mundo. Por último, el CFR ha contribuido a exportar el modelo político estadounidense cooptando a dirigentes extranjeros.
[1] Algunos años más tarde, Walter Lippmann se convertirá en uno de los teóricos del liberalismo en oposición a la planificación iniciada por Franklin Roosevelt durante el New Deal. Cf. «Friedrich von Hayek, el padre del neoliberalismo», por Denis Bonneau, Voltaire, 30 de enero de 2005
[2] The War Aims and Peace Terms its Suggests.
[3] War and Peace Studies.
[4] La OSS da lugar a la CIA, cuyo director será Dulles.
[5] Ver la investigación de Paul Labarique «¿AFL-CIO o AFL-CIA?» y
«1962-1979: La AFL-CIO y la contrainsurgencia sindical», Voltaire del 19 de enero de 2005 . Entre los responsables de la AFL-CIO que entran al CFR, señalemos a David Dubinski, Robert J. Watt, Lane Kirkland, Thomas R. Donahue y Glenn Watts
[6] «The Sources of Soviet Conduct» por Mr. X, Foreign Affairs, julio de 1947
[7] The CIA and the Marshall Plan par Sallie Pisani, University Press of Kansas, 1991.
[8] Paul Nitze estaba casado con Phyllis Pratt, una heredera de la Standard Oil. En esa casa de la familia de los Pratt, amablemente ofrecida, se instala el CFR a partir de 1944.
[9] «Le retour d’Henry Kissinger», por Thierry Meyssan, Voltaire, 28 de noviembre de 2002.
[10] «La Fundación Ford, fachada filantrópica de la CIA» y «Por qué la Fundación Ford subvenciona la oposición», Voltaire, 31 de enero de 2005.
[11] «La guerra de civilizaciones», por Thierry Meyssan, Voltaire, 7 de diciembre de 2004.
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