La sucesión de escándalos que surgen en torno a la observancia de los derechos humanos tanto en el propio EEUU como en la actividad que la Administración estadounidense desarrolla en el exterior empieza a preocupar cada vez más hasta a aquellos que mantienen una actitud condescendiente ante el comportamiento de Washington.
La sucesión de escándalos que surgen en torno a la observancia de los derechos humanos tanto en el propio EEUU como en la actividad que la Administración estadounidense desarrolla en el exterior empieza a preocupar cada vez más hasta a aquellos que mantienen una actitud condescendiente ante el comportamiento de Washington.
Tales personas suponían que tras las amargas enseñanzas recibidas, especialmente en Irak, los señores washingtonianos se hiciesen más prudentes. Pero en vano. La reciente información sobre las cárceles secretas organizadas por EEUU en territorios de terceros países, incluidas «celdas volantes», demuestra que no se han sacado ningunas conclusiones del escándalo anterior vinculado con el ilícito campo de concentración de Guantánamo, creado para recluir allí a los capturados en Afganistán, sin hablar ya del comportamiento criminal de empleados estadounidenses de la prisión secreta de Abu Ghraib en Iraq.
El ciudadano de Alemania, Haled al Masri, con la ayuda de la organización de protección de derechos humanos «La asociación estadounidense para las libertades civiles», presentó una demanda judicial, acusando a la CIA de haber creado una red de cárceles secretas y de someter a torturas a presos.
Se trata, en esencia, del secuestro de un ciudadano de Alemania en otro Estado, Macedonia, y del empleo en su caso de métodos prohibidos de la investigación: torturas, apaleamientos, aplicación de drogas.
Además, se averiguó que no era un caso único y que a Masri simplemente lo confundieron con otro hombre.
Es de señalar que algunas de tales cárceles se ubican en territorios de las «nuevas democracias», tales como Polonia y Rumania, cuyos dirigentes no reparan en aleccionar a Rusia, en enseñarle principios democráticos.
¡Vaya veteranos de la democracia occidental!
A su vez los mentores de ellos acusan a Corea del Norte de haber secuestrado a unos japoneses en los lejanos años de la Guerra Fría, mientras que ellos mismos en nuestra época de «ilustración» no menosprecian esos métodos anacrónicos.
O sea que los líderes del «eje del bien» han resultado ser no tan buenos. Es obvio que la actual Administración republicana de EEUU desde el comienzo mismo de su mandato creyó que Washington poseía el monopolio para recurrir a una cierta violencia «legítima» a escala de todo el planeta.
Al propio tiempo, el resto del mundo parece no estar notando un serio debilitamiento de la democracia en el país que siempre se presentaba como su abanderado, no fijarse en que EEUU, siguiendo la tradición surgida en la época de Alexis de Tocqueville, sólo de palabra aboga por la libertad y la igualdad, cometiendo al propio tiempo hechos abominables, como los arriba expuestos.
El arreglo del escándalo fue encomendado a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, la única en la Administración de George Bush, quien en el mundo exterior goza de «credibility».
Es importante subrayar al propio tiempo que, pese a toda la actividad que están desarrollando Rice y otros funcionarios, Washington no ha pedido disculpas más elementales a la comunidad mundial por lo hecho por la Administración de EEUU.
En lo adelante la situación sólo va a empeorar. Lo vienen a confirmar muchos hechos de la política interna, incluidos algunos de carácter orgánico.
Apenas los políticos estadounidenses se han recuperado un poco después de conocer a comienzos de 2005 la noticia de que a lo largo de dos años ya estaba funcionando un nuevo servicio especial del Pentágono: Departamento de Soporte Estratégico, también llamado «Project Icon», proyectado al ámbito internacional, la historia tuvo continuación en la vida interna de EEUU.
Según informa la prensa estadounidense, el Pentágono sigue ampliando sus programas de recolecta y análisis de información secreta ya en el propio país. Se supo que con este fin dentro del Pentágono fue creado hace tres años otro servicio poco conocido, CIFA (Counterintelligence Field Activity), y otra vez por Donald Rumsfeld. Dicho servicio está encargado de investigar crímenes dentro de EEUU, incluidos los casos de traición, sabotaje extranjero y terrorista y espionaje económico.
O sea que el Ministerio de Defensa de EEUU ha obtenido el derecho a realizar la actividad de investigación y búsqueda con respecto a los ciudadanos de EEUU, paralelamente con los organismos judiciales que suelen encargarse de ello en las sociedades democráticas: la policía, la fiscalía, etc.
El director del Centro de Estudios de los Problemas de Seguridad Nacional, Keit Martin, señala que la prescripción hecha al FBI, el principal órgano policial de EEUU, de poner en conocimiento del CIFA la información disponible sobre las personas concretas, «elimina una de las pocas barreras protectoras que quedan contra la injerencia en la vida privada y la creación de dossiers de ciudadanos por los servicios de inteligencia gubernamentales».
Desde luego, existe una explicación de esa multiplicación sin precedentes de servicios secretos y organizaciones especiales. Está a la vista un serio revés sufrido por la CIA, la que va perdiendo sus posiciones. Hoy día la han convertido en un «chivo expiatorio» por la derrota sufrida en Irak.
Como resultado, fuera de la CIA se está creando un colosal mecanismo de creación y acumulación de información sobre «la actividad sospechosa», conocido bajo la sigla TALON, en el que juegan el papel rector los militares.
Antaño, según los principios que regían también en EEUU, se limitaba rigurosamente la actividad de los militares relacionada con lo de reunir información sobre los ciudadanos de EE UU. Pero la situación interna en el país se desarrolla de tal modo que la Casa Blanca ve un estorbo en mucho de aquello que se ha constituido en importantes principios internacionales.
EEUU se desplaza con lentitud, pero invariablemente, hacia las filas de los países poco venerados con regímenes militares, en los que las funciones policíacas vienen socavando los pilares democráticos. De momento es difícil predecir en qué eso va a redundar.
El politólogo francés E. Todd hace un resumen poco consolador de las tendencias que se observan últimamente en el desarrollo interno de EEUU: «En nuestros tiempos, Dios no protege a Estados Unidos.
EEUU ve el mal por todas partes, precisamente porque en el propio país las cosas van mal.
Esa degradación nos hace comprender qué es lo que estamos perdiendo: a EEUU de los años 1950-1965, que era un país de la democracia masiva, la libertad de palabra, la ampliación de derechos sociales y la lucha por los derechos civiles. Era un país del bien».
Con ciertas salvedades respecto a lo del «país del bien», se puede aceptar las advertencias que hace Todd. Están a la vista la pérdida por Estados Unidos de su recurso ideológico global y, como una consecuencia de ello, el fortalecimiento de la tendencia a emplear fuerza y métodos ilegítimos.
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