Si América Latina es considerada por Estados Unidos como su “patio trasero”, el Caribe vendría a ser su piscina.
¿Qué le importa si esos territorios o mares no son suyos? Al fin de cuentas el Canal de Panamá estuvo bajo su administración hasta los acuerdos Carter-Torrijos de 1978; la base de Guantánamo, siendo cubana, está ocupada desde 1902, y sus marines se sienten a sus anchas en Aruba y Curazao, pese a que allí ondean banderas holandesas.
El imperio siente que el Caribe no pertenece a los catorce países miembros de la Comunidad del Caribe (Caricom) sino a sí mismo. Esto se vio en octubre de 1983, cuando 5.000 efectivos aerotransportados de la 82º División y los marines ocuparon la isla de Grenada. Allí un tal Maurice Bishop se había tomado a pecho que su país debía ser independiente y encima tenía simpatías por Cuba.
En esa ocasión, parte de la VII Flota norteamericana se desvió de su ruta al Mediterráno y se estacionó para deshacerse de ese molesto gobierno, en tanto Bishop fue muerto por miembros de su mismo gobierno. La ocupación de Grenada fue sencilla pues meses antes los infantes de marina habían practicado sobre un terreno similar, en Vieques, Puerto Rico. Esta es otra de sus pertenencias donde practican tiro y contaminan fuera de casa.
Desde 1983 el Caribe no es infestaba tanto de los tiburones de la US Navy como en estos días, cuando comenzó la operación “Partnership of the Américas” (Confraternidad de las Américas). El portaaviones atómico “George Washington”, el más moderno de la flota salió el 4 de abril de su base de Norfolk, Virginia, llegó al puerto de Mayport, Florida, donde tiene sede el Comando Sur del Ejército. Allí se celebraron conferencias entre los jefes militares y algunos políticos y diplomáticos. El embajador de EEUU en Caracas, William Brownfield estuvo en ese cónclave, lo que dio pie a adjudicarle a “Confraternidad” un sesgo intervencionista de la administración Bush hacia Venezuela.
Ese portaaviones lleva 70 naves de combate F-15, F-16, F-18, Harrier y helicópteros, siendo cabeza de la Fuerza de Tareas de Combate nº 10 de la armada. No navega solo pues lo secundan el crucero Monterrey, el destructor USS Stout y la fragata misilística Underwood, apoyo de la seguridad marítima.
El 14 de abril esta fuerza dejó aguas estadounidenses y se metió en el Caribe, al que considera el “mare nostrum”, como los romanos juzgaban al Mediterráneo.
Chávez se dio por aludido
La irrupción de la marinería estadounidense causó alarma en gobiernos latinoamericanos y caribeños, fuera de los domesticados que comen de la mano de George Bush (los México, Perú, Honduras, Nicaragua, El Salvador, etc).
Es que en total viajan en los navíos mencionados 6.500 integrantes de grupos de asalto de marines cuya función, como se ha comprobado en la historia, es desembarcar y ocupar territorios cuyos gobiernos resultan molestos al Pentágono.
No es que tal agresión vaya a concretarse durante el actual ejercicio “Confraternidad”, pero indudablemente que durante esta práctica se relevará mejor la zona, al milímetro, para futuras operaciones. Y se probará en el terreno la coordinación de los distintos integrantes de la Fuerza de Tareas 10 y su articulación con las fuerzas militares de los países visitados.
El argumento formal que dieron los jefes del Comando Sur norteamericano en un comunicado fue que entrenarán a sus aliados regionales en la lucha contra las drogas y el tráfico humano. Mejor no hubieran dicho nada. Es que esa explicación toma por tontos a los latinoamericanos y caribeños: ¿acaso hace falta una flota tan poderosa con cien aviones, miles de soldados y no se sabe cuántos misiles, para controlar el narcotráfico y tráfico de personas?
Más cerca de la verdad estuvo el mencionado Brownfield cuando declaró: “no es la primera vez que el gobierno de Estados Unidos ha tenido ejercicios navales en el Caribe y no será la última”.
Se sabe que la fragata misilística Underwood operará en “Confraternidad” desde Colombia y que el Destructor Stout lo hará desde Curazao. Según el diario Newsday, de Trinidad y Tobago, los primeros puertos a los que arribarán los marines serán los de Honduras, Nicaragua, Jamaica, Trinidad y Tobago, Aruba, Curazao, y San Cristóbal y Nevis.
El venezolano Hugo Chávez tomó la delantera en denunciar el sentido intervencionista de la ejercitación naval. En una reunión con estudiantes de su país en el estado de Falcón, en el noroeste de Venezuela, alertó: “usan territorios del Caribe contra nosotros. Allí andan haciendo maniobras aquí mismo. Esa es una amenaza contra nosotros, no sólo contra Venezuela, contra Cuba”. Agregó: “portaviones han movido, no sé cuántos aviones, no les tenemos miedo y si se les ocurre volver los vamos a derrotar aquí”.
La conspiración
¿Acaso el mandatario bolivariano vé fantasmas o inventa conspiraciones? No parece, teniendo en cuenta los antecedentes de la realidad: en abril de 2002 fue objeto de un golpe de Estado que lo derrocó dos días del poder y estuvo a punto de fusilarlo. Ese putsch militar-empresario-mediático estuvo orquestado por el Departamento de Estado, la oposición oligárquica de Caracas y delegados militares estadounidenses con asiento en el Fuerte Tiuna. Dos navíos de la US Navy entraron en esos días al mar territorial del país sudamericano y luego se retiraron, cuando fue un hecho el contragolpe exitoso del mandatario constitucional.
Los intentos desestabilizadores urdidos desde la embajada gringa -donde se alternaron Charles Schapiro, Donna Hrinak y actualmente Brownfield- siguieron a toda máquina, después del golpe derrotado de 2002.
El documento de Estrategia de Seguridad Nacional actualizado por Bush en marzo último aseguró que “en Venezuela, un demagogo inundado de dinero del petróleo está socavando la democracia y tratando de desestabilizar la región”.
Justamente dos semanas antes que el “George Washington” zarpara de Norfolk, el jefe del Comando Sur, general Bantz Craddok, al hablar ante una Comisión del Senado, volvió a acusar al gobierno chavista de constituir “un factor de desestabilización regional”.
Las autoridades norteamericanas acusan al bolivariano de ser el causante de casi todos sus males. Si en Latinoamérica se vota en contra de los candidatos de Wall Street, como ocurrió en Bolivia o Haití, eso es responsabilidad de Chávez. Si los militares estadounidenses de la base de Manta, Ecuador, no logran sus objetivos “antinarcóticos”, eso es culpa de Caracas que no colaboraría lo suficiente. Si el precio del petróleo sube, esa sería también una maniobra de Venezuela, quinto exportador mundial de crudo.
A veces son los mismos funcionarios de Bush los que hacen las acusaciones más burdas. Y otras delegan esa tarea en algún títere amigo como Vicente Fox o el ministro de Defensa de Holanda, Henk Kamp, quien declaró ante el Congreso que Chávez estudia invadir una de sus islas en el Caribe (Aruba, Curazao y Bonaire).
Por más que Caracas lo desmintió, la infamia dio pie a que “Confraternidad” incluya a países de la mancomunidad de naciones de Holanda, Francia e Inglaterra como las islas St. Maarten, Aruba y Curazao.
EEUU quiere que sus socios europeos le den una mano para estrangular a Caracas y La Habana. A eso apunta el ejercicio, cuyo objetivo en lenguaje diplomático, fingido, busca “mejorar las destrezas y apresto operacional de las grandes unidades y de los soldados para enfrentar las contingencias regionales en operaciones militares”, según el vicealmirante Mark Fitzgerald, Comandante de la 2da. Flota de EEUU.
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