Las firmas certificadoras se han constituido en el parásito de la agricultura ecológica, burocratizando, elitizando y encareciendo el alimento sano. Se sugieren alternativas…
Las consideraciones humanas sobre la calidad de los alimentos por razones de salud espiritual y corporal son tan antiguas como la vida misma; es el origen del vegetarianismo milenario oriental y es el origen de los sellos kosher (judío) y Halal (árabe). El Levítico es un libro de rituales alimentarios. Es el reconocimiento milenario de la relación entre espiritualidad y corporalidad, ahora reducido a mero comercio, a negocio, a cuestión de mercado, a mera materia.
En Europa, en un principio fue la diferenciación que los propios agricultores orgánicos promovieron para que sus productos fueran preferidos por los consumidores. Las motivaciones fueron inicialmente políticas, como por ejemplo, la reforma agraria alemana de principios del siglo 20, con sus tiendas llamadas de reforma, preferidas por ciudadanos politizados, pero también espirituales, como en el caso dela colonia Edén - Orianemburg en las afueras de Berlín, simultánea con la mencionada reforma agraria alemana: el edén, el paraíso en la tierra.
En 1928 el movimiento biodinámico de Rudolf Steiner estableció la cooperativa Demeter en la que participaron productores limpios y consumidores solidarios. Y se trataba de antroposofía, no de comercio y mucho menos de exportación.
De la veintena de paradigmas de las agriculturas alternativas surgidas desde el inicio del siglo 20, hasta por lo menos 1980, ninguno elaboró un discurso de tasa de ganancia.
La certificación
La reconstrucción europea de la posguerra implicó subsidios estatales a la agricultura en general, que en la actualidad se continúan otorgando generosamente. A la vez el elevamiento de los niveles cultural y económico de los europeos permitió privilegiar desde el consumidor el sobreprecio de los productos sanos, limpios, ecológicos. Se paga más por una mejor calidad. Este es el basamento de la resolución 2092 de junio 24 de 1991 del consejo de la Unión Europea que reglamenta la importación de alimentos sanos (desde el año 2003 se ha prohibido el ingreso a la Unión Europea de alimentos con más de 0.5% de transgénicos para humanos y de 0.9% para animales).
Y así es como nos llega en la década de 1980 la noticia a Colombia: Sembremos ecológico para la exportación porque hay sobreprecio, si cumplimos el previo requisito de la certificación.
Crítica
Nada más mercantil hacia lo externo, y por lo tanto nada más insolidario hacia lo interno. Es la captación de un movimiento espiritual por la sociedad de la tasa de ganancia. Y no es el único caso, como lo relata William Ospina, que nos deja el siglo XX, con respecto al ambientalismo, a la conservación de recursos genéticos, al feng-shui, al hipismo, al orientalismo, a las medicinas y agriculturas alternativas.
La certificación como condición de comercio es parásita, es elitista porque encarece los productos, y por lo tanto excluye a los seres con menos capacidad adquisitiva. Construye otro privilegio para los adinerados: el del alimento sano. Es parásita porque no agrega valor mediante tratamiento o transformación: su esencia es eminentemente burocrática; su poder viene de la intermediación.
La certificación ha sido uno de los elementos organizativos que han facilitado el advenimiento de supermarkets y de las grandes compañías transnacionales en el negocio de los alimentos sanos: son ya cerca de seiscientas mil granjas certificadas a nivel mundial para veintisiete millones de hectáreas. De modo que ahora las transnacionales son a la vez transgénicas, químicas y ecológicas: Coca Cola (según Conexión Ecológica, abril de 2005) envasa jugo de naranja orgánico. Unilever, la tercera transnacional mundial de los alimentos, le juega a la vez a lo sustentable, a lo ecológico, a lo químico y a lo transgénico, es decir, al dinero, donde quiera que pueda encontrarse ("Conexión", citada).
La certificación desprecia, ignora, perjudica al sector de productores ecológicos que por pobreza, pequeño tamaño económico, convicción o proyecto de vida no alcanzan a pagar los exorbitantes precios de la certificación (del orden de tres millones de pesos en 2005, por cada año y por cada certificado). La respuesta de los certificadores a los pequeños ha sido la del consejo a organizarse, para pagar ente todos cuotas menores. La organización campesina deja de valer para la lucha por la tierra, el elevamiento cultural, intelectual, espiritual: ahora se justifica para el sobreprecio. Y resulta que la organización campesina es la opción en que creemos para suministrar alimento sano a las clases populares, a precios comerciales.
Incluso la certificación dificulta el autoconsumo: ha sido denunciado que caficultores organizados para la exportación renuncian a beber su propio café orgánico para no perderse una ínfima fracción del sobreprecio.
Alternativas
Es de vital importancia social trabajar por el elemental derecho del consumidor a saber qué come y con qué procesos se tratan sus alimentos: si por agrotóxicos, si por transgénicos, si por nanotécnicas, si por agriculturas o procesos limpios. Y esto se logra al menos por dos medios: la relación directa entre productor y consumidor, y por el etiquetamiento o rotulación en los empaques. Veamos algunos detalles en lo interno y en lo externo.
En lo interno
Trabajar la confianza, la solidaridad entre productor y consumidor mediante trato directo: toldos verdes, mercados campesinos, tiendas y restaurantes orgánicos, y en especial autoconsumo: cultivar nuestros propios alimentos; Sellos individuales con los que cada productor se asume ante el consumidor; Consenso colectivo público; Aval de organizaciones de productores; Acompañamiento de ONGs y de agencias públicas.
En lo externo
Las modalidades internacionales de Comercio Justo. Ejemplos: sistemas OXFAM -Comité de Oxford contra el Hambre, Max Havelaar, FLO -Fair Trade Labelling Organization.
La relación directa entre comunidades nacionales productoras y comunidades extranjeras consumidoras: en los países desarrollados también hay pobres, y además existen organizaciones y personas con sensibilidad hacia los pobres del campo de todo el mundo.
La declaración de regiones libres a través de trabajo político, incluso electoral: regiones libres de transgénicos, de nanoproductos, de agroquímicos.
Artificios de lenguaje: las legislaciones de diversos países, se han apoderado de los calificativos orgánico, ecológico y biológico. Usar otros: limpio, sano, ético, en armonía con la naturaleza, natural, alternativo, primario, tradicional, campesino.
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